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03.02.25
- América Latina / Estados Unidos
- Imperialismo / Inmigración / Política / Relaciones internacionales
Los primeros días de Donald Trump en el cargo demostraron que su anterior retórica aislacionista fue siempre una fachada. Sus declaraciones sobre la conquista de Groenlandia, la «reconquista» del Canal de Panamá y la invasión de México fueron noticia y parece que la administración Trump eliminó las formalidades del imperialismo «light» y abrazó plenamente la versión superdimensionada de Trump. Pero como suele pasar con todos los glotones, puede que se haya atragantado con más de lo que puede masticar.
El domingo, Trump se enzarzó en una disputa verbal con el presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, que se negó a aceptar un avión militar estadounidense con inmigrantes colombianos encadenados. Como el contenido de las publicaciones en redes sociales tanto de Trump como de Petro giró por los medios de comunicación estadounidenses, una gran parte de ellos proclamó a Trump como vencedor del intercambio y pasó rápidamente al siguiente escándalo. Sin embargo, si los medios de comunicación hubieran decidido prestar atención un poco más, habrían visto que el desafío público de Petro a Trump funcionó; que la administración Trump accedió a permitir que los inmigrantes regresaran a casa de manera digna y que decidió no aplicar ninguna de las sanciones con las que Trump había amenazado. Al día siguiente, los mismos colombianos que antes estaban encadenados llegaron a Bogotá sin esposas en el avión presidencial colombiano.
Los periodistas se apresuraron a entrevistarlos en cuanto bajaron del avión a la pista de aterrizaje. Las historias que contaron fueron un testimonio de la crueldad de la administración Trump y de la deshumanización de los migrantes que caracterizó a la política estadounidense durante el último año. Mientras muchos pasaban corriendo delante de las cámaras, una mujer con un niño en brazos se detuvo para contar su historia. Dijo que había cruzado el desierto de Sonora con su hijo cuando fue robada por coyotes y obligada a pasar hambre, solo para ser atrapada luego por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y obligada a permanecer detenida. Para terminar, denunció que hay personas detenidas y desaparecidas, una frase que recuerda algunos de los días más oscuros de la historia de América Latina, cuando las dictaduras militares y los paramilitares desaparecían por la fuerza a elementos «indeseables» de la sociedad, ya fueran izquierdistas, sindicalistas, homosexuales, drogadictos, trabajadores sexuales o simplemente pobres que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Otro hombre, José Erick, solicitante de asilo, fue entrevistado por periodistas en el vestíbulo del aeropuerto y contó una historia similar, en la que cruzó el desierto y fue obligado a soportar la privación del sueño bajo custodia del ICE, una práctica que la periodista colombiana Diana Carolina Alfonso identifica como una forma de tortura, prohibida por el derecho internacional. Erick contó entonces la historia de cómo estaba buscando asilo para reunirse con el resto de su familia en Estados Unidos y escapar de la violencia, un problema que en Colombia es alimentado por las armas que se fabrican en Estados Unidos. A otro hombre se le pidió que respondiera a las acusaciones de Trump de que los que iban a bordo eran delincuentes. «Soy ingeniero mecatrónico, —respondió— Trump necesita mejor información sobre las personas que iban en ese avión».
El regreso de los inmigrantes, muy publicitado y en condiciones más humanas, puso de manifiesto para América Latina y el Caribe los horrores de la política interior y exterior de Trump. Para Petro, esta fue una victoria moral.
El presidente Petro también sentó las bases de una coalición regional que podría superar las divisiones ideológicas y unir a la mayoría de América Latina en torno a una agenda común contra las amenazas de la administración Trump, incluyendo los aranceles. Esto tomó la forma de una reunión de emergencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) convocada en Honduras por la presidenta de ese país, Xiomara Castro. Aunque la reunión fue cancelada una vez que Colombia y Estados Unidos llegaron a un acuerdo, otros líderes mostraron su desprecio por el trato que Trump le da a sus ciudadanos.
Claudia Sheinbaum, la presidenta izquierdista de México, también fue noticia por su irónica respuesta a Trump, en particular en lo que hace a su propuesta de cambiar el nombre del Golfo de México por el de «Golfo de América». Ella respondió proponiendo que el continente de América del Norte cambiara su nombre por el de «América Mexicana», citando como prueba un mapa español de la época colonial.
En respuesta a la reciente aprobación por parte de Google del cambio de nombre propuesto por Trump, el Ministerio de Asuntos Exteriores de México envió una queja formal a la empresa, recordándoles que violaba el derecho internacional. Sin embargo, a pesar de un breve periodo de rechazo a un vuelo de deportación de la semana pasada, México fue diplomático en cuanto a sus planes para recibir a los migrantes. Aun así, si las cosas se calientan, podría negarle el uso de su espacio aéreo a la administración Trump, haciendo que sus vuelos de deportación a otros países sean extremadamente costosos.
La administración Trump no perdió el tiempo en cuanto a alejar a posibles aliados regionales, más allá de los gobiernos de extrema derecha de El Salvador y Argentina. Incluso el presidente de centro derecha de Panamá, José Raúl Mulino, se encontró en una posición incómoda después de que Trump le apuntara al país afirmando falsamente que el Canal de Panamá está en manos de China y que Estados Unidos podría tener que «recuperarlo». Mulino dejó en claro que estas declaraciones violan los Tratados Torrijos-Carter, que le devolvieron la soberanía del canal al pueblo panameño en 1999, tras casi un siglo de ocupación estadounidense.
El hecho de que Trump haya atacado a algunos de los aliados tradicionales de los Estados Unidos en la región podría empujar a sus líderes a reforzar las relaciones con China, Rusia y Europa, dándole impulso a una nueva ola de integración latinoamericana. La perspectiva de una respuesta concertada de América Latina contra la administración Trump, más allá de las divisiones entre izquierda y derecha, sigue siendo poco probable, pero la reciente agresión de Estados Unidos y un bloque popular de izquierda en la región la vuelven mucho menos remota. Ese bloque por sí solo podría ejercer una presión significativa sobre la actual administración estadounidense. Incluso cuando se logre la alternancia de los partidos en el poder, la inhumanidad de las recientes acciones de los Estados Unidos tardará en olvidarse.
Cruz Bonlarron Martínez
Escritor independiente. Sus investigaciones sobre política, derechos humanos y cultura en América Latina y su diáspora han aparecido en diversas publicaciones internacionales.
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Cruz Bonlarron Martínez
Escritor independiente. Sus investigaciones sobre política, derechos humanos y cultura en América Latina y su diáspora han aparecido en diversas publicaciones internacionales.
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