Es la una de la madrugada de una sofocante noche de verano en la zona de ocio nocturno de Lloret de Mar. La avenida Just Marlès y las calles adyacentes, en las que se concentran la mayoría de bares y discotecas del municipio, están repletas de jóvenes con ganas de diversión. En julio, la población de Lloret de Mar, de poco más de 43.000 habitantes, se ha triplicado con la llegada de turistas, el 70% extranjeros.
En medio de la multitud, todas las noches hasta principios de septiembre patrullan a pie un total de 18 agentes cívicos, contratados por el Ayuntamiento y los propios locales de ocio nocturno con el objetivo de evitar conductas incívicas, como beber alcohol en la vía pública o en la playa, evitar cánticos, gritos o ruidos innecesarios u orinar en plena calle. El año pasado, la policía administrativa detectó un total de 1.030 infracciones por incumplimiento de la ordenanza de civismo y convivencia, lo que supone el 88% del total.
Los agentes cívicos no tienen capacidad sancionadora pero avisan a la policía si los infractores hacen caso omiso a sus consignas
Los agentes cívicos Juan Gilberto Pérez y Sergio Mamany llaman la atención a un grupo de holandeses que están bebiendo alcohol a pocos metros de un local de la calle Josep Togores. “Hacía mucho calor dentro, por eso estamos en la acera”, explica Sjoerd, de 19 años. Los agentes les instan a meterse en la terraza del local. “No sabía que no se podía beber en la calle y la verdad es que no me parece bien, hoy hace muchísimo calor, no lo entiendo…”, rechista el joven.
Pero la norma es clara. No se puede beber alcohol en la vía pública. Quien lo haga se enfrenta a multas de hasta 750 euros. Sjoerd reconoce que en su país tampoco está permitido. Pero estando de vacaciones, con amigos y en otro país, todo se ve un poco distinto.

Los auxiliares de ocio nocturno instan a dos turistas a ponerse la camiseta si quieren ahorrarse una multa de hasta 750 euros. Mar Duran/Nord Media
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La idea de que “esto es Lloret” y uno puede hacer lo que le venga en gana todavía está en la mente de algunos jóvenes que ni siguiera habían nacido cuando se vivieron los lamentables episodios de batallas campales entre turistas ebrios y policía, con destrozos en el mobiliario urbano, que sacudían la temporada turística de un municipio que hoy recibe 1,2 millones de viajeros al año.
En 2004, la entonces consellera de Interior, Montserrrat Tura, soliviantaba al sector al referirse a “turismo de borrachera”. El alcalde de Lloret, Adrià Lamelas, explica que “el Lloret al que se refería Tura ya no existe”, pero reconoce que el “estigma sigue ahí” a pesar de todos los esfuerzos que ha realizado el municipio para desprenderse de esa etiqueta.
En los primeros días, la Policía ha detectado una disminución del 40% de requerimientos por cánticos u otros ruidos molestos
La creación de una ordenanza de civismo y convivencia ciudadana en 2012, la apuesta por otros perfiles como el turismo familiar, de congresos o deportivo, o una potente reconversión hotelera son algunas de las medidas que ha adoptado Lloret, el quinto destino de sol y playa en número de plazas hoteleras de España.
Lamelas explica que el sector ha destinado “más de 100 millones de euros en los últimos años” a la renovación de su oferta hotelera. Hoy, Lloret cuenta con 123 hoteles y el 67% de los alojamientos son de cuatro estrellas o más.
Los agentes cívicos reconocen que la salida de los bares, entre 2 y 3 de la madrugada, y el cierre de las discotecas son los momentos críticos de la noche
La contratación de estos auxiliares de ocio nocturno, una colaboración público-privada entre el Ayuntamiento y 27 locales, entre bares y discotecas, forma parte de ese trabajo para mejorar la imagen del municipio, garantizar el descanso vecinal y buscar el siempre difícil equilibrio entre visitantes y vecinos en localidades turísticas.
Eva Illa, propietaria de varios locales de ocio nocturno, destaca la implicación del sector, que este año ha duplicado su aportación en la contratación de estos agentes cívicos, al que se destinarán 176.000 euros. Las empresas aportan el 65%.

Ambiente nocturno en la avenida Just Marlès, a mediados del mes de julio.
Mar Duran/Nord Media
“El objetivo es aligerar el trabajo de la policía y evitar daños colaterales a vecinos por cánticos o ruidos en la vía pública”, explica. Illa recalca el esfuerzo que hace el sector, tanto el de ocio nocturno como el hotelero, a base de inversiones contra la estigmatización del municipio.
En los primeros compases de la noche, cuando todavía no ha llegado el momento de entrar a las discotecas, la conducta que más abunda en las calles de Lloret es la que protagonizan Sjoerd y sus colegas. En media hora, estos dos agentes ya han llamado la atención a una veintena de jóvenes que, vaso en mano, pasean sus combinados por la zona de ocio nocturno o el paseo. Cuando los detectan, les instan a tirar el vaso a la papelera. Los más sedientos se beben de un trago lo que les queda.
El alcalde explica que el “turismo de borrachera” al que se refirió en 2004 la entonces consellera Montserrat Tura ya no existe y defiende los esfuerzos que ha hecho el municipio y el sector turístico
A primera hora de la noche, hay bastante receptividad entre los jovencísimos turistas (muchos no superan los 20 años) que nada más ver a los auxiliares de ocio ya moderan su actitud, aunque éstos no tengan capacidad sancionadora. A su patrullaje y al de la Policía Local se le suma también una mayor presencia de mossos d’esquadra, que en verano refuerzan la zona de ocio con efectivos de orden público, más agentes de seguridad ciudadana y efectivos de paisano.
Pérez y Mamany explican que la situación tiende a complicarse un poco cuando cierran los barres, entre las dos y tres de la madrugada, y al salir de la discoteca, sobre las cinco de la mañana. “Con más copas de la cuenta, entonces se hace más difícil que acaten las consignas.”, explican.
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Es en este momento cuando, si es necesario, entra en escena la Policía Local. “Cada noche los tenemos que llamar por algún motivo”, reconoce Pérez. La mayoría de veces son por conductas derivadas de la embriaguez: con algunas copas de más, no quieren desprenderse de sus vasos repletos de alcohol o por gritos y cánticos del todo incompatibles con el descanso vecinal. O porque duermen la mona en la calle.
El sargento jefe del turno de noche de la Policía Local, Mohamed Soltani, constata que el 60% de sus actuaciones tienen relación con un exceso de decibelios en la vía pública. Sin embargo, reconoce que la presencia de los auxiliarse ha reducido las intervenciones policiales.

Auxiliares de ocio de Lloret de Mar piden a los jóvenes que se deshagan de los vasos de vidrio. Duran/Nord Media
Mar Duran/Nord Media
Si durante la primera semana de julio, la Policía Local recibió 29 requerimientos por molestias de ruidos, en la primera semana de intervención de los agentes, estas se redujeron un 40%. Hasta el 25 de julio, se registraron 228 actas, de las cuales 155 fueron por incumplimiento de la ordenanza de civismo.
Uno de los objetivos de la medida pasa por garantizar el descanso vecinal
Esta reducción es todavía insuficiente para algunos vecinos. Joan Pau Romaní, de la Associació de Veïns del Nucli Antic, dice que “en verano no se puede descansar en el centro”. Aunque reconoce los esfuerzos para mejorar, cree que son necesarios cambios de mayor calado. “Que de las 15.000 personas que salen de la discoteca una noche, solo el 10% haga ruido, eso ya es muchísima gente”. Entre otras cosas, reclama la renovación urgente de algún que otro hotel, vinculado al turismo de bajo coste, y un cumplimiento efectivo de las sanciones que se imponen.