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domingo, febrero 23, 2025

Lo que se viene (I). Por Martín Aguirre

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Las columnas de análisis en serie son una antigualla. ¿Quién en estos tiempos frenéticos va a estar pendiente de una segunda parte de algo que alguien escribió en un diario hace una semana? Pero si usted ha “pasado por acá” otras veces, sabrá que nos gusta ir contracorriente. Y estando a días de un cambio de gobierno, en un país literalmente partido al medio, es tentador plantear cuáles serán los enfoques, desafíos y amenazas que enfrentan los dos bloques. Y hoy, nos queremos centrar en los que perdieron.

Si a los militantes de la Coalición Republicana ya les había quedado un sabor amargo tras la severa derrota de noviembre, la sensación sólo parece haberse agriado más desde entonces. Es que viendo los nombres de los futuros ministros, sus currículums, observando los incipientes choques entre Oddone y Juan Castillo, o algunas posturas erráticas en materia de política regional, la pregunta que se escucha con más frecuencia de ese lado es ¿cómo pudimos perder con esto?

En la oposición se debaten hoy dos posturas antagónicas. Por un lado los que quieren tierra arrasada, que desde el día uno se tienda a chocar con cada medida del FA. Cuando ni siquiera se ha producido el cambio de gobierno, ya despotrican contra el rol de las jerarquías partidarias en estos meses, y auguran (¿desean?) una mala votación en las municipales, que obligue a la dirigencia a irse a las cuchillas sin tibiezas.

Algo de razón tienen en el análisis. A fin de cuentas, esa fue la postura del Frente Amplio cuando perdió en 2019… Perdón, esto no es así, es peor. Cuando el FA se debatía sobre cómo enfrentar la derrota, al gobierno de Lacalle Pou, y hasta el tema de la pandemia, el Pit-Cnt marcó la cancha con una postura de virulencia máxima. Caceroleos, protestas, firmas contra la LUC, discursos incendiarios. Al poco tiempo, quien lideró esa cruzada, Fernando Pereira, fue nombrado presidente del FA, y así se marcó el tono de la oposición.

Ese tono, a sabiendas o no, fue lo que premió la ciudadanía en noviembre, y por tanto es lógico que haya gente en la CR que haya tomado nota y diga, “es por ahí”.

Del otro lado hay una dirigencia más, racional y fría, que sostiene que es necesario ser más dialoguista. Primero por un tema de conveniencia política: 5 años es mucho tiempo, la intemperie del poder en Uruguay es dura, y el enojo no suele ser buen consejero.

Un detalle curioso es que quienes se supone que están más a “la derecha” del arco opositor, sectores como Cabildo Abierto o el grupo de Bordaberry, son quienes se muestran más amigables y negociadores con el nuevo gobierno. Prueba de que ese eje político está caduco, o que el MPP incluso sin Mujica en la primera linea, sigue siendo un camaleón, capaz de los vericuetos más sorprendentes, a la hora de gestionar el poder.

Por encima de estas divisiones, aunque notoriamente más cerca de los últimos, se encuentra el todavía presidente Lacalle Pou. Quien es, por lejos, el principal capital político de la futura oposición, pero cuyo discurso y acciones por momentos hace irritar a los más duros coalicionistas. Por ejemplo, cuando sacó las castañas del fuego a Orsi con lo de la invitación a Maduro, o con lo del aumento de las tarifas públicas.

Si bien estas cosas lo posicionan como un líder por encima de las pequeñeces de la polítiquería diaria, aumentan el desencanto de los sectores más intensos. Que ya se animan a cuestionarle cierta tibieza con decisiones clave de su mandato, que ahora se valoran como oportunidades perdidas para hacer cambios de fondo en el país. Una vez que se pudo.

En favor de Lacalle Pou, salidas del nivel de ordinariez y terrajismo de gente como el publicista Raúl Castro, al lado de quien hoy El Gu-cci compite en elegancia con Frank Sinatra, parecen mostrar que lo del mandatario hace más roncha en el frentismo radical que ninguna otra cosa.

Pero eso también puede ser un problema. ¿Es sostenible una oposición tan personalizada? ¿Aparecerá alguien capaz de desafiar el liderazgo de Lacalle Pou y así darle más vitalidad a la oposición? ¿No es peligroso apostar todo a una sola baraja?

Pero más allá de estos dilemas… tácticos, si se quiere, hay uno más profundo. Y tiene que ver con cómo la inminente oposición logra generar canales de diálogo con la sociedad, que rompan esa alianza cultural que mantiene el FA con los sectores bajos y medios-bajos urbanos del país. Y que hace que incluso pueda ganar una elección, con un panorama tan difícil como el de la pasada.

Si no hace algo en ese sentido, estará condenada a ganar cada tanto. Pero sin ser una amenaza real para los consensos negativos que están detrás del estancamiento regresivo que vive el país hace décadas. Y si quiere una muestra deprimente, escuche los discursos de la dirigencia sindical respecto a la salida de la empresa Yazaki. Aplaudido por muchos, pero al lado de los cuales, un concepto como una columna en serie en un diario, es un grito de modernidad.

Redacción

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