Para conocer una ciudad no sólo hay que recorrer sus calles, probar sus comidas típicas o conocer su oferta cultural. Una manera de apropiarse en profundidad de los sitios es “mirarlos desde arriba”. Cúpulas, terrazas y balcones son parte esencial de la arquitectura y de la identidad de las urbes aunque no se vean a simple vista.
Para conocer mejor a Buenos Aires, Adriana Cichero, conocida en redes sociales como “La Reina de Cúpulas”, recomendó cinco lugares de acceso público que permiten tener una visión privilegiada de la capital argentina. Al visitar estos sitios históricos, los turistas y los locales pueden tener una comprensión acabada de la belleza porteña.
Ubicada en pleno microcentro porteño, la Galería Güemes es uno de esos lugares donde la historia y la arquitectura se fusionan para ofrecer una experiencia única. Este pasaje peatonal, que conecta las calles Florida y San Martín a lo largo de más de 100 metros, se alza como un verdadero tesoro cultural y patrimonial de la Ciudad de Buenos Aires.
Construida a fines del siglo XIX, su impronta europea y su estilo Art Nouveau se conservan con admirable elegancia. Entre sus mayores atractivos se destaca el mirador, ubicado en la entrada de la calle Mitre. Este punto panorámico, reabierto al público en 2013, ofrece una vista inigualable desde el piso 14 del edificio, a 87 metros de altura. Durante años fue el sitio más alto del país y aún conserva su magnetismo: desde allí se puede admirar una vista de 360 grados que incluye las cúpulas más emblemáticas del centro, el Río de la Plata e incluso, en los días despejados, la costa uruguaya.
Durante décadas, conocida como la Torre de los Ingleses, la actual Torre Monumental fue inaugurada en 1916 en el terreno donde anteriormente funcionaba la Usina de Gas de Retiro, encargada de abastecer el alumbrado público. Situada en el barrio de Retiro, esta emblemática construcción se alza como un símbolo histórico de la ciudad. Muchos pasajeros que se toman el tren y colectivos en esa estación lo ven día a día, quizás muchos sin percatarse de la belleza que guarda.
Tras permanecer cerrada por un tiempo, la Torre Monumental reabrió sus puertas en 2001, año en que comenzó a funcionar como Centro de Informes de Museos. Desde entonces, ofrece orientación sobre la variada oferta museística de la ciudad, además de brindar atención personalizada, distribuir material informativo y contar con una tienda de recuerdos para los visitantes. La torre tiene 60 metros de altura y cuenta con un mirador desde el que se observa el barrio de Retiro.
Se trata de un patrimonio histórico de Buenos Aires inspirado en La Divina Comedia de Dante Alighieri, y su diseño reproduce el viaje simbólico del poeta a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Durante la visita guiada, los visitantes recorren las tres secciones que estructuran el edificio siguiendo la división del poema.
En la terraza del piso 13, las vistas de la ciudad se vuelven imponentes y el Faro del Barolo comienza a asomar. Esta luminaria, restaurada en 2010, se encuentra dentro de una cúpula de vidrio a casi 100 metros de altura y cuenta con una lámpara de 5000 watts, cuya luz corona el edificio y simboliza la unión con lo divino.
Inaugurado en 1923, el Palacio Barolo cuenta con 24 niveles (22 pisos y dos subsuelos) y alcanza los 100 metros de altura. Fue uno de los edificios más altos de Argentina por muchos años.
Visitar el Edificio Otto Wulff es adentrarse en una de las joyas más enigmáticas y cautivantes del patrimonio porteño. Levantado en 1914 por el arquitecto danés Morten Rönnow para el empresario que le dio nombre, este palacio art nouveau combina influencias nórdicas, mitología y un simbolismo que envuelve cada rincón. Sus dos cúpulas de bronce verdoso y las figuras animales decoran la fachada y componen un relato visual único.
Cada detalle del Otto Wulff invita a detenerse, observar y dejarse llevar por la sensación de estar frente a una obra que no solo desafía el paso del tiempo, sino que también cuenta la historia de una Buenos Aires elegante, visionaria y profundamente artística. Tiene una visita guiada que permite su historia y su compleja construcción. Además, se realizan eventos culturales muy llamativos.
Si pasaste por la zona del Congreso Nacional tenés que haber visto la Confitería del Molino. Este enorme edificio es testigo a diario de los últimos cien años de la historia porteña. Tras permanecer cerrado por más de veinticinco años, este emblema del art nouveau reabrió parcialmente sus puertas gracias a un minucioso proceso de restauración. Aunque aún no funciona como cafetería, se ofrece la “Experiencia Molino”, un recorrido guiado que permite descubrir los espacios recuperados y conocer su historia de la mano de especialistas. Las visitas son gratuitas, con cupos limitados, y requieren inscripción previa a través del sitio web.
Su origen se remonta a mediados del siglo XIX, cuando los pasteleros Constantino Rossi y Cayetano Brenna inauguraron la “Confitería del Centro”, que años más tarde pasaría a llamarse “Antigua Confitería del Molino” en honor al primer molino harinero a vapor de la Ciudad. En 1905, los empresarios adquirieron la esquina de Avenida Rivadavia y Callao, frente al Congreso de la Nación, donde encargaron un edificio majestuoso con mobiliario traído de Italia, vitrales, mármoles y bronces de gran valor. Finalmente inaugurada el 9 de julio de 1916, en el Centenario de la Independencia, la Confitería del Molino se convirtió en un símbolo del esplendor y la elegancia porteña.
Su vida en la ciudad no fue fácil. En 1930 sufrió un incendio durante el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen, lo que obligó a cerrar el local por casi un año para su reconstrucción. Décadas más tarde, en 1978, una quiebra comercial. La crisis económica de 1997 provocó su cierre definitivo y permaneció clausurada durante más de veinticinco años.
El verdadero renacimiento comenzó en 2014, cuando el edificio pasó a la órbita del Congreso de la Nación, que junto a la Ciudad de Buenos Aires y el Gobierno nacional emprendió una extensa restauración. Un equipo de especialistas trabajó en la recuperación del patrimonio arquitectónico, artístico y cultural del lugar, con el objetivo de devolverle su brillo original. Hoy, este ícono porteño volvió a abrir sus puertas al público para alegría de todos.





