Bastaron noventa segundos para dilapidar de manera sonora y notoria semanas de diplomacia tortuosa. La bronca que el presidente Donald Trump propinó en la Oficina Oval al ucraniano Volodímir Zelenski puso al descubierto los límites de una presión total por parte de los aliados de Estados Unidos destinada a reformular la determinación de Trump de poner fin a la invasión rusa, incluso si los términos no son del agrado de Ucrania.
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