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jueves, junio 5, 2025

Los alborotos de América Latina en tiempo de crisis mundial

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Ilustración: Juan Diego Avendaño

Se alborotaron los ánimos en América Latina, como si la presencia vital de José “Pepe” Mujica los hubiera contenido por algún tiempo. Fantasmas y demonios siempre han estado a la expectativa y su presencia ha impedido a la región avanzar por el camino del desarrollo. Desde finales del siglo pasado –cuando renacía la democracia y se guardaban las armas en Centroamérica, pero también surgía el Foro de Sao Paulo– la agitación cunde por momentos: en uno u otro país se inician revoluciones o reformas que prometen la liberación del pueblo, aunque (con resultados variados) ninguna mejora sus condiciones económicas y sociales.

Es este momento de intensa agitación en América Latina. De enfrentamientos cruciales en Colombia, donde el presidente Gustavo Petro, so pretexto de modificar las estructuras económico-sociales, pretende cambiar el sistema político para asegurar su permanencia en el poder. Y también en Bolivia: los dirigentes del movimiento que gobierna (desde 2006) luchan para definir la tendencia a la que corresponde el mando en el futuro. Más al sur, en Argentina, en medio de una crisis económica (que parece endémica) se ensaya una experiencia “anarco-libertaria”, que supone, paradójicamente, fuerte intervención (¿temporal?) estatal. Contribuye a la agitación el retorno a la Casa Blanca de una actitud (supremacista y policial) ya clausurada formalmente (Secretario John Kerry, 2013). Se expulsa del Norte a los migrantes latinoamericanos que buscan las oportunidades que tuvieron quienes llegaron antes; y se advierte que Estados Unidos se dispone a recuperar la influencia perdida en “su patio trasero” (Secretario Pete Heghseth, 2025).

Contrasta esa situación con la de mediados de los años noventa. Entonces se creyó llegado el momento de superar las tendencias que habían predominado en el tiempo inmediato anterior (llamado de “décadas perdidas”). Tras las sangrientas dictaduras del Sur, las guerras en Centroamérica y las guerrillas urbanas en varios países, y el fin de los regímenes autoritarios, se establecieron sistemas democráticos. Incluso, en México, el  partido dominante (en realidad oficial) cedió el gobierno (luego de 71 años de ejercicio continuo). En general, los sectores de izquierda marxista adoptaron las vías democráticas para conquistar el poder y emprender programas de ejecución posible y de beneficio colectivo. Suponía abandonar verdaderos dogmas de acción (como la lucha de clases, la supresión de la propiedad privada de tierras y empresas, la toma del poder por las armas). Conviene señalar que un fenómeno similar había ocurrido décadas atrás al fundarse los primeros partidos socialistas democráticos.

Un verdadero adelantado en el proceso señalado fue el venezolano Teodoro Petkoff cuya obra (Checoslovaquia: el socialismo como problema. 1969) fue expresamente condenada como “revisionista” por Nicolai Brezhnev (XXIV Congreso del PCUS. 1971). De guerrillero comunista pasó a ser abanderado de formaciones democráticas revolucionarias. Ese fue el camino seguido por Pepe Mujica (1935-2025): tenía 29 años cuando, luego de militar en los partidos tradicionales, se integró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Se hizo guerrillero e intervino en actividades insurreccionales. Fue herido (de 6 balazos) y permaneció 15 años en prisión, antes de ser amnistiado en 1985. Con su propio grupo político (acompañado siempre por su esposa Lucía Topolansky, de sus mismas luchas) participó en el renacer democrático de su país. Fue diputado, senador y ministro, antes de acceder por votación popular a la presidencia de la República. Lo fue sólo por cinco años. Pero, dejó testimonio de conformidad entre ideas y acciones.

Mujica fortaleció la democracia uruguaya (la más completa de la región) y garantizó la plena vigencia de los derechos humanos. Criticó duramente a los gobernantes que no los respetaban, cualquiera fuera el campo político al que pertenecían. Manifestó su desacuerdo con la dictadura del proletariado “como método” y denunció el régimen de Nicolás Maduro (aunque mostró simpatías por Hugo Chávez). Su gobierno aumentó el gasto social y alentó iniciativas (públicas y privadas) para disminuir la pobreza. Destinó alto porcentaje de sus ingresos personales a actividades para mitigarla. Pero, no atacó la economía capitalista. Más bien promovió inversiones de capitales nacionales y extranjeros. El y su esposa (que desempeñó funciones importantes), mostraron desapego por los bienes materiales y adoptaron formas de vida sencilla. Habitaron (incluso durante sus mandatos) en una pequeña granja y utilizaron un vehículo sin lujos. Al final de sus días daba consejos – algunos extravagantes – en lenguaje popular y directo.

La expresión Sur-Sur es equívoca. Muy utilizada en los ambientes académicos y los medios de comunicación europeos puede inducir al error al mostrar como una unidad (política o económica) los países situados al sur. En tal sentido es impropia. Pretende sugerir unidad de acción por parte de aquellos – con sistemas muy diferentes  – que no pertenecen a la esfera de influencia de Europa y Estados Unidos; pero tal cosa no es cierta. La región denominada América Latina y el Caribe (ALC) en las organizaciones internacionales, está formada por estados de estructuras y formas distintas. De entrada, los países anglófonos (y neerlandeses) del Caribe tienen poca relación con los del continente. De regímenes parlamentarios o presidenciales, están muy vinculados económicamente con sus antiguas metrópolis.  Por su parte, los de origen hispano, que constituyen una unidad cultural (y social), carecen de unidad política. Más: pocas veces han estado tan separados y distantes como ahora.

No existe un proyecto común como parecía durante la década de los ’90. Se vivía, tras la caída del muro de Berlín (1989), un proceso de fortalecimiento democrático, que llevó a la adopción  de la Carta Democrática Interamericana (Lima, 2001). Pero, para entonces se extendía la acción del Foro de Sao Paulo, establecido en 1990 para combatir el neoliberalismo triunfante, reforzada por el ascenso de Hugo Chávez al poder en Venezuela (1999). Ahora, la región carece de unidad y no se proclaman objetivos comunes, ni siquiera económicos. En archivos quedó la propuesta de Estados Unidos (Área de Libre Comercio para las Américas-ALCA) de 1994; y aunque funciona desde 2004 la Alianza Bolivariana para los pueblos de América-ALBA (iniciativa de Cuba y Venezuela), no ha logrado expandirse más allá de países bajo influencia de los fundadores. América Latina aparece, pues, desunida (y debilitada) cuando los grandes llaman a una guerra mundial económica.

En la actualidad, en América Latina (sin incluir los Estados del Caribe mencionados atrás) se observan varios grupos de países. En primer término figuran las democracias, más o menos estables. Consagran el Estado de derecho, tienen gobiernos libremente elegidos, respetan los derechos humanos y ofrecen libertad económica (aunque admiten la intervención pública en la materia). Algunas funcionan con regularidad: además de Costa Rica (la más antigua), las restauradas en Uruguay y Chile y las de más reciente afirmación: Argentina y Brasil. Son más nuevas, pero bien adaptadas, las de República Dominicana, Panamá  y Paraguay. En otros países la democracia se mantiene con dificultades: Colombia, Ecuador, Perú y Honduras. Tras breve intervalo, México evoluciona hacia un régimen de partido dominante, mientras en El Salvador se consolida el autoritarismo. En Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua subsisten expresiones del socialismo real, en alianza estratégica con Rusia. En fin, Haití se ha sumergido en el caos.

América Latina es, pues, una región muy diversa que no puede ser incluida globalmente dentro de un hipotético Sur-Sur. A las consideraciones mencionadas, debe agregarse que pocos de los países que la conforman tienen un verdadero proyecto nacional, aceptado por una mayoría determinante de los integrantes de su respectiva sociedad. Casi todos han ensayado varios modelos de desarrollo. De una revolución a otra, como en un movimiento pendular. En algunos, todavía se discuten aspectos esenciales. No es necesario advertir que muchos de aquellos hechos han sido determinados por ambiciones personales o grupales (especialmente de logias militares o corporaciones económicas). Sin embargo, a lo largo de la historia es posible observar en los movimientos que proponían cambios profundos la búsqueda de justicia y libertad (a veces con el sacrificio de una de esas aspiraciones). Ha sido constante (bajo diversas expresiones) en todas las rebeliones populares ya desde los tiempos coloniales.

Pareciera que a América Latina no le afecta la crisis mundial ni le inquietan los peligros que algunos advierten. Vive sus alborotos y olvida sus vinculaciones. Sin embargo, la región –posiblemente la unidad cultural más extendida del planeta– sin abandonar la búsqueda de solución a sus grandes problemas, debe participar en la construcción del futuro global. Fue de importancia su intervención en la recuperación de la comunidad internacional después de la última gran guerra. Puede hacerlo de nuevo ahora, con voz propia, como expresión particular de una civilización que comparte con otros pueblos, y con miras a sus intereses.

X: @JesusRondonN    

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