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miércoles, febrero 5, 2025

Los hermanos Romero: otro sueño grande y una coincidencia en Vélez

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Por Gabriel Alejandro López
Twitter: @cololopez74

Este lunes debutarán como cuerpo técnico de Gimnasia los hermanos Sebastián Romero (entrenador) y Pablo Romero (ayudante de campo, rol compartido con Nicolás Cabrera y Emanuel Tripodi). Será en el estadio de Vélez Sarsfield, el mismo donde hace 28 años jugaron juntos, en Reserva.

Esta historia es parte de un reconocimiento a una familia de cinco integrantes, cimentada en el amor y el esfuerzo, la de un matrimonio que armó su casa en Berisso, con Alfredo Julio Romero y María del Carmen Salvatore (los dos hoy viven en La Plata). Ellos inculcaron ese respeto, y marcaron una senda acompañando a los tres hijos varones al Club Gimnasia y Esgrima La Plata, en tiempos donde el fútbol infantil se concentraba en el predio de 60 y 118. Cristian Romero, del año 1971; Pablo Romero, nacido en 1975, al que compañeros y rivales (incluido los de Estudiantes) tenían como el mejor de la categoría; y el más chico, Sebastián Romero, clase 1978, el que cumplirá el gran sueño de todos.
Esta es también es la historia de un partido atípico, de un preliminar que se disputó diecisiete días después de la finalización del Clausura ’95, torneo en el que San Lorenzo le arrebató la fiesta a Gimnasia, que de la mano de Carlos Timoteo Griguol llegó al primer subcampeonato de la historia.
“Chirola” tenía entonces 17 años cuando fue llevado por Mario Griguol por primera vez a la Reserva. Era el «10» y goleador de la Sexta que lideraba el torneo de Juveniles. Además, el hábil jugador había sido convocado para la Selección Sub 20 por decisión de José Pekerman, que lo «agendó» tras observarlo en un amistoso del Sub 17 nacional con Gimnasia.
«Romerito», de aspecto diminuto, pelo corto y muy respetuoso, estaba contento y sus palabras quedaron plasmadas en un reportaje que publicó el semanario de su ciudad natal, «El Mundo de Berisso». Ahí dijo que su ídolo era Maradona y que pensaba estudiar para ser radiólogo; aunque pensaba en llegar a una gran meta, «jugar en la Primera de Gimnasia».

Recorte periodístico de octubre de 1995 en el semanario El Mundo de Berisso

Lo cierto es que la temporada 1994/1995 había concluido, pero Vélez quiso tener otro trofeo más en sus pobladas vitrinas… el único que le faltaba era el de Reserva después de coquistar Liberadores, Intercontinental e Interamericana. Para ello, debía convencer a la AFA que mande a jugar un pendiente con Gimnasia, que le permitiría lograr los dos puntos y pasar a Boca.
El cotejo adeudado correspondía a la fecha 13 del torneo Clausura 95, cuando el martes 16 de mayo de 1995, en Primera, el Lobo ganó un partidazo en el estadio “José Amalfitani” frente al súper Vélez de Bianchi. Se lo recuerda mucho en la hinchada gimnasista, que movilizó a Liniers siete mil hinchas, que celebraron un triunfo luego de 17 añosr. La noche heroica en que iban perdiendo por un gol de José Flores, sufrió el penal que Chilavert le adivinó a Morant; y además, tuvo que reaccionar con diez por expulsión de Gustavo Barros Schelotto. Pero la mala fue la buena que estaba por venir, y en inspirada actuación de Guillermo Barros Schelotto (dos golazos, el segundo de tiro libre) selló el 2 a 1. Gimnasia saltó al primer puesto con los mismos puntos que San Lorenzo —esa fecha igualó con Platense 1 a 1—.

Esa vez no hubo Reserva (encuentro que parecía predestinado a no jugarse más), pero dos meses después hubo que salir a la cancha. Los dirigentes velezanos hicieron todo en la AFA para que el campeonato no se declarara “desierto” (sin definir un ganador) como tantas veces sucedió.
Lo cierto es que los dirigidos por Mario Griguol (primo de Carlos, DT de la Primera) salieron con el micro desde Estancia Chica sin imaginar que Osvaldo Piazza (DT del aspirante al título) iba a poner a un equipo de profesionales. El 10 fue “El Negro” Ricardo Rentera (ex Boca) y el 11 “El Pícaro” Fabián Fernández (se lo compró un año antes a Gimnasia). En el medio tuvo a Marcelo Herrera, “Popeye” (integró el banco ante el Milan el histórico 10/12/1994, de la consagración mundial de la gloriosa V azulada). El líbero fue Héctor Almandoz, “El Coyo”, el autor de uno de los goles en la final de la Libertadores ’94 (en serie de penales ante San Pablo).
Bajo la mirada del árbitro Guillermo Rietti, firmaron la planilla estos once locales: Sandro Guzmán; Héctor Banegas, Héctor Almandoz, Mauricio Pellegrino y Federico Domínguez; Rentera, Herrera, Patricio Camps, Fernando Pandolfi; Martín Posse y Fabián Fernández. Suplentes: Cavallero, Williams, Sebastián Mendez, Cantoro y Carlos Cordone.
Los visitantes alistaron a Daniel Bertoya; Christian Cataldo, Héctor Bermudez, Matías Sagorak, Diego Vivaldo; Pablo Romero, Santiago Gamba, Mariano Messera, Pablo Figuretti; Sebastián Romero y Vladimiro Bahl. Suplentes: Anereo, Germán Noce, Néstor Suárez, Martín Saggini, Luciano Rolla.
Llovía y la cancha estaba «floja». Por primera vez, los hermanos Pablo Romero y Sebastián Romero jugaban juntos un partido oficial.
Pablo lleva en su memoria aquel trabajoso partido: “No me olvido más que en la primer jugada Chirola va a disputar la pelota contra Rentera, fue liviano y lo tiró. Ahí fue cuando le dije ‘dale, metele más’, como enojado, pero arengando, ¡es un hermano! Yo quería que estuviera más aplomado. Si bien perdimos, jugó todo el partido y fue un punto muy alto del equipo, ¡me sorprendió, ¿eh?! Estuvo a la altura. Ahí me di cuenta de qué podía llegar a dar”.
Transcurrido un preciado tiempo, Mario Griguol atesora el momento con estas palabras: “Yo estaba encargado de todo el fútbol amateur, pero también lo tenía a Timoteo a mi lado, todos los días trabajando. Además, teníamos una hora de viaje en auto, de ida y de vuelta, ¿de qué ibamos a hablar sino de los jugadores que teníamos? Veníamos de Ferro donde había buenos jugadores pero en cuenta gotas, en Gimnasia vimos una gran camada, como la 78 de Cufré, Gatti, Messera y Romero”.

Javier Valdecantos, Carlos Griguol y Mario Griguol, intercambiando opinioes en un banco de suplentes (Foto: archivo de Tribuna Gimnasista)

Por cierto, a los Griguol sólo les interesaba ir fogueando a los suyos y cuanto mayor era el obstáculo, seguramente más valioso sería para el futuro de los jugadores. La cuestión era darle rodaje a los pibes, mientras Vélez ofrecía una formación que era «recambio interesante en Primera». Abrió la cuenta Mauricio Pellegrino (“Longaniza”, padre del actual futbolista de Estudiantes, Mateo Pellegrino). Amplió “El Rifle” Pandolfi, y el 3-0 fue del “Pícaro” Fernández. Cuando las piernas gimnasistas flaqueaban, el ingreso de “El Lobo” Cordone (este sí era del grupo original de la Reserva) puso el definitivo 4 a 0.
Los cambios (registrado por la revista Sólo Fútbol) fueron todos en el segundo tiempo: 23 minutos Cordone por Rentera, Méndez por Camps, 25 minutos Germán Noce por Cataldo, Suárez por Messera, y a los 29 el arquero Cavallero por Guzmán. Incidencias: No hubo. 
El lateral derecho tripero Christian Cataldo (de la clase 75, que ese año cumplía la segunda temporada en Cuarta) rescata el aprendizaje que le brindó el fútbol como una herramienta. “Recién subíamos a Reserva y era otro ritmo; mientras más subís, más diferencias se ven, en Primera cuando cometes un error lo pagás con gol, y en Reserva te puede salvar que fallen en la definición, pero ese partido Vélez estaba armado y más que jugarlo fue sufrirlo”, dice quien hoy es técnico de la primera división de ADIP en la Liga Platense.
A esa altura, mediados de 1995, treinta partidos habían pasado del primer ciclo de Griguol. Y de la mano del «Viejo» ya Gimnasia había logrado salir de la zona comprometida, en tanto que el país futbolero hablaba de esa revolución, casi sin dinero, originando recursos en peñas para costear pretemporadas de juveniles, construyendo canchas y resembrándolas. En esa coyuntura, la designación del nuevo Cuerpo Técnico venía como anillo al dedo porque no se podían comprar figuritas, pero con los cordobeses se podía descubrir a algún tapado. El trabajo físico y los modales eran primordiales, tallando en eso la labor del profesor Javier Valdecantos, el técnico Gabriel Perrone y el asistente social Ruben «Pelusa Bedogni.
Repasando aquella formación albiazul reservista, había un talentoso llamado Pablo Figuretti, que fue llevado de a poco y cuidado en todos los ordenes (llegó a vivir en La Casona de Abasto) pero no llegará a ser profesional. El arco fue de «Tony» Bertoya (de la 75, que lograría continuidad en equipos del ascenso) y en la defensa Juan Matías Sagorak (de la 77, un zaguero que jugó dos partidos en Primera) y Christian Cataldo (de la 75, que pasó a Cambaceres y tuvo un histórico bicampeonato en Primera C, ambos invictos).
En el mediocampo, junto a Pablo Romero, estuvieron Mariano Messera y Sebastián Romero (los dos de la 78, que ese año lograron el título de Sexta División) y de centrodelantero un alto y rubión Vladimiro Bahl (de la 76, que alcanzó a ser citado para el banco del equipo superior pero nunca ingresó, pasando a San Martín de Tucumán).
El caso de Pablo Romero se recordará como el de esos hermanos con mayores aptitudes naturales que las del famoso, el de la misma sangre que hizo una carrera internacional, jugando en España, Grecia y un amistoso en la Selección mayor con Marcelo Bielsa.

El 22/12/1996 «Chirola» jugó como titular por primera vez. Lo persigue Alsina, jugador de Huracàn Corrientes. Fue goleada 6 a 2

Destinos. Aquel partido (de los Romero, juntos dentro del campo) tuvo en el rival a Sebastián Ariel Mendez, “El Gallego”, quien en 2019-2020 dirigió al Lobo con Diego Maradona. Ese año 1995, Vélez fue campeón del Apertura 1995 y entre los titulares tuvo a varios de los que “bajaron” para colaborar con la Reserva: Pellegrino, Camps, Pandolfi, Herrera y Posse, ¡cinco de los once!
Después de ese partido en «El Fortín», los Romero volvieron a jugar un preliminar en Rosario, ante Newell’s, en septiembre de 1995, cayendo 0-2 en Reserva, aunque finalizada la misma, hubo partido principal, 1-1, jugando para los rojinegros el “Tata” Gerardo Martino y Lionel Scaloni (el reciente DT campeón del Mundial de Qatar 2022).
La última vez de Pablo y Sebastián fue un clásico feliz en la previa, pero el domingo 17 de diciembre de 1995, pese a estar bañado de sol, se derrochó sangre y la violencia, el odio irracional, se cobró la vida de un inocente. Por eso, la reserva se suspendió a los 5 minutos del segundo tiempo, en 60 y 118. En el banco de suplentes estuvieron con la 14 Pablo y la 15 Romero (ver foto principal).
A los pocos días, a Pablo le comunicaron que no iba a tener lugar en el plantel superior. Sus sueños, sin embargo, no se frenaron por una decisión, porque su pasión por la pelota era grande. Se reinventó en varios equipos, entre ellos, el Alvenga, del ascenso de Italia.
“Siempre digo que Pablo está entre los mejores jugadores que vi, para mí era El Diablo, porque a pesar de verlo tranquilo afuera, adentro era picante” confiesa Cataldo. Se fueron juntos, a las puertas de firmar contrato, pero perdura la amistad y el honor de un pergamino con la categoría 75, que en Séptima División le dio al club la primera consagración en Juveniles de AFA.

La categoría 1975 de Gimnasia en el estadio «José María Minella» de Mar del Plata. Pablo Romero está agachado, el primero desde la izquierda.

“Nosotros los técnicos levantamos a algunos y dejamos en el camino a otros” se sincera Mario Griguol, y en su voz está el reflejo de lo que seguirá pasando mientras haya una competencia. El cordobés nacido en Las Palmas hoy es director de la Escuela de Directores Técnicos (ATFA), seccional Ramos Mejía, que funciona en la sede del Club Estudiantil Porteño.
A Sebastián Romero le llegó el primer partido de titular el 22 de diciembre de 1996, sus primeros 90 minutos, ante Huracán Corrientes, en el Bosque. Quien suscribe esta historia se acercó al vestuario local (cuando el periodismo menos numeroso que en estos días podía acceder a la entrevista en el lugar donde se cambiaban), y sentado junto a “Chirola”, con su timidez de los 18 años, me dio estas frases que se publicaron al día siguiente: “Antes del partido Griguol me dijo que no salga a los costados, que juegue en el medio y que trate de llegar a los centros”, respondió. “Mis compañeros fueron fundamentales en todo esto, especialmente los Mellizos, que antes del partido me dijeron que tratara de jugar tranquilo y con la pelota al piso”.
Se decía que era el heredero de los Barros Schelotto, o un buen socio para Marcico. Sus cabezazos eran otra sorpresa de la táctica griguoliana, una habilidad que a Sebastián le inculcó Roberto Di Plácido, uno de sus técnicos formativos.
Pintaban bien los tres hermanos Romero. Cristian jugó para Villa San Carlos en Primera C, Pablo también jugó en La Villa (dos etapas) y unos meses en Estrella de Berisso, durante intervalos en que no estaba en Italia.
El más chiquito fue el que voló más alto, el mismo ser humano que este lunes 30 de enero vuelve a estar frente a un debut, ahora como Director Técnico.
Destino (… vaya destino) será en el estadio de Vélez, y a su lado estará otra vez Pablo.

Pablo Romero, posando con su hija, en una gigantografía donde está su hermano menor, su gran ídolo y hoy compañero de trabajo en el Cuerpo Técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata
Producción especial realizada por el Museo de Gimnasia.

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