El feminismo ha experimentado un auge en América Latina en la última década. Desde la calle, las manifestantes a favor de la igualdad y en contra de la violencia machista han influenciado el debate público, reflejado también en avances normativos en derechos de las mujeres. La despenalización o legalización del aborto en países como Uruguay (2012), Argentina (2020), México (2021) y Colombia (2022) y la despenalización bajo tres causales en Chile en 2017, son una muestra de ello. En paralelo, la región ha sido testigo del ascenso de actores de ultraderecha que han identificado el feminismo como un blanco y su agenda como una amenaza a los valores tradicionales y la familia. Para profundizar en el cruce de estas dos corrientes, la Fundación Friedrich Ebert (FES), ligada al Partido Socialdemócrata de Alemania, ha publicado un estudio comparativo que considera Argentina, Brasil, Chile, El Salvador y México, donde cerca del 50% presenta bajos niveles de antifeminismo, el género es un factor determinante -los hombres son más contrarios que las mujeres-, y las actitudes antifeministas se relacionan frecuentemente con posturas conservadoras en otros temas, particularmente la pena de muerte y la flexibilización de la tenencia de armas.
El estudio Actitudes antifeministas en América Latina a cargo del politólogo chileno y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Cristóbal Rovira, adelantado en exclusiva a EL PAÍS, eligió estos cinco países para medir el pulso de países con niveles económicos diferentes e inclinaciones distintas a las ideas progresistas. El cuestionario utilizado planteó cinco afirmaciones sobre diversas dimensiones del rechazo hacia el feminismo, donde los consultados debían indicar su grado de afirmación, desde Muy en desacuerdo hasta Muy de acuerdo. Por ejemplo, “Las sociedades modernas priorizan a las mujeres por encima de los hombres” o “Las feministas buscan ganar el control de los hombres”. El resultado arrojó que El Salvador es el país con el mayor grupo de personas antifeministas (30,7%), seguido de Brasil (29,4%), Argentina (29,3%), México (28,6%) y Chile (26%).
Casi la mitad de los consultados rechaza posturas antifeministas, mientras que alrededor del 30% las respalda. La afirmación con mayores niveles de respaldo es la que sostiene que “las mujeres usan el feminismo para ganar ventaja sobre los hombres de manera injusta”. Salvo Brasil, donde “las feministas buscan ganar el control de los hombres”. El objetivo del índice, según el análisis de Rovira, y los politólogos Tomás Arriaza y Talita Tanscheit, es comprender quiénes son más propensos a las actitudes antifeministas y así poder ejecutar intervenciones que promuevan la equidad a la vez que reduzcan las tensiones sociales derivadas de quienes se contraponen a las demandas promovidas por el movimiento que lucha por la igualdad de las mujeres.
A diferencia del estudio de la misma fundación sobre el apoyo y el rechazo a la ultraderecha en Argentina, Brasil y Chile, donde no existía un patrón sociodemográfico común entre los partidarios y detractores, en este informe la principal variable para explicar altos índices de antifeminismo es el género. En los cinco países, los hombres presentan mayores índices de antifeminismo. Las brechas más amplias entre hombres y mujeres se dan en El Salvador, donde un 56,5% de los hombres figura en los índices más altos de antifeminismo, mientras el 59,7% de las mujeres poseen niveles bajos; y México, con un 59,5% frente a 57,1%, respectivamente. Los resultados muestran que los bajos niveles de antifeminismo se tienden a concentrar entre los 18 y 24 años, mientras que los niveles altos en el tramo de 35 a 44 años. En términos educativos, en Argentina, Brasil y Chile cuantos más años de estudio, menores son los niveles de antifeminismo. Esto sugiere, según el análisis, que la educación terciaria actúa como un factor preventivo contra actitudes antifeministas.
La literatura académica, indica el estudio, ha identificado a la religión y religiosidad como predictores relevantes de las personas a la hora de apoyar o contrarrestar idearios progresistas en América Latina, como el feminismo. La religión católica es la predominante en todos los países analizados, con la excepción de El Salvador, donde el 55% es evangélico. En general, los datos sugieren que la religiosidad, especialmente en su expresión evangélica-protestante, tiende a asociarse con niveles más altos de antifeminismo, aunque hay excepciones, como Brasil, donde la categoría ninguna/ateo presenta un nivel de antifeminismo más alto que el de los católicos. En Argentina, Brasil y Chile, las personas con altos niveles de antifeminismo componen el 46%, 35,8% y 38,9% de quienes consideran a la religión como una autoridad incuestionable.
La legalización del aborto es uno de los temas que mayor polarización genera en los debates sobre derechos de las mujeres en Latinoamérica. Los sectores antifeministas, señala el análisis, lo rechazan enérgicamente, considerándolo una amenaza a los valores tradicionales y religiosos. Chile y Argentina son los países con mayor proporción a favor, con un 49,4% y 45,7%. En contraste, El Salvador y Brasil registran el mayor rechazo, con un 72% y 61,5%, según las encuestas del Laboratorio para el Estudio de la Ultraderecha. La relación entre los niveles de antifeminismo está estrechamente vinculada a las posturas hacia el aborto libre. En Argentina, un 69% de las personas defensoras del derecho al aborto exhibe bajo antifeminismo, mientras que el 50,2% de quienes lo rechazan revela niveles altos de antifeminismo. Esta relación, sin embargo, se invierte en El Salvador, donde la mayoría de quienes se oponen al aborto presentan niveles bajos de antifeminismo (50%).
En cuestiones morales, como el matrimonio igualitario o la adopción homoparental, Argentina resalta como el país con mayor adhesión a posturas progresistas en comparación con los demás países examinados. Las actitudes hacia los valores tradicionales constituyen un indicador clave de cómo las sociedades enfrentan el cambio cultural y social. En todos los países estudiados, al menos dos tercios de los encuestados considera que los jóvenes no respetan lo suficiente los valores tradicionales. Brasil y Chile son los que más apoyan esta idea (79,8% y 78,1%, respectivamente), mientras que en El Salvador solo un 24,4%.
En el contexto regional, la crisis de legitimidad se atribuye principalmente a casos de abuso de la autoridad pública, usualmente relacionados con la corrupción, y también a la incapacidad de los sistemas políticos para canalizar de forma equitativa e integral las expectativas ciudadanas en torno a sus derechos. Lo anterior, plantea el análisis, no sólo explica el auge de los movimientos feministas, que abogan por mayores garantías, sino también las reacciones de los sectores más conservadores. El autoritarismo tiende a valorar la obediencia y el mantenimiento del statu quo, lo que puede provocar una mayor oposición a las demandas feministas, percibidas como una amenaza a las estructuras sociales tradicionales, planea el análisis. Por eso es que el respaldo a la pena de muerte, por ejemplo, podría relacionarse con posturas antifeministas. En Brasil, el 60,3% la aprueba, mientras que en los demás países el apoyo gira en torno al 50%. La proporción de personas con alto antifeminismo es mayor entre quienes están de acuerdo con la pena de muerte, que entre quienes desaprueban la medida, especialmente en Argentina, donde los altos niveles de antifeminismo integran el 39,1% de quienes justifican la medida, comparando con el 18,7% de quienes se oponen.
La actitud frente a la tenencia de armas, como expresión de una visión individualista de la seguridad y el control, puede estar vinculada con actitudes antifeministas, sostiene el análisis, al compartir una lógica subyacente de resistencia a regulaciones estatales y cambios en el orden social. En los países analizados más de la mitad de los encuestados desaprueba contar con normativas menos estrictas respecto a la tenencia de armas. Chile y Brasil son los países con una mayor tasa de rechazo, con un 69,9% y 67,7%. En cambio, México alberga la mayor proporción de personas de acuerdo con estas políticas (36,7%), seguido muy de cerca por El Salvador (34%). El informe establece que las actitudes antifeministas parecen estar relacionadas con una mayor preferencia por políticas de seguridad, que se manifiestan en la flexibilización del acceso a armas. En Brasil, por ejemplo, las personas con alto antifeminismo componen el 44,6% de quienes prefieren normativas más flexibles versus 24% de quienes lo rechazan.
El análisis advierte que la oposición a los ideales feministas forma parte de un movimiento transnacional del cual América Latina forma parte fundamental. Un ejemplo es el papel desempeñado por el candidato presidencial republicano José Antonio Kast, referente de la ultraderecha chilena, en la Red Política por los Valores, una organización dedicada a la promoción y defensa activa de “los valores de la familia, la vida y la libertad”. Del mismo modo, la participación de Brasil, durante el Gobierno de Jair Bolsonaro, en el Consenso de Ginebra —una coalición internacional contraria al aborto— evidencia la conexión de la región con redes globales de articulación del antifeminismo. Otro ejemplo es la llegada al poder de Javier Milei en Argentina, que ha ido de la mano con intentos de derogación de normas contra la violencia machista y a favor de las minorías sexuales.