La falta de tratamiento aumenta el riesgo de desarrollar otros problemas como depresión, abuso de sustancias y bajo rendimiento académico, entre otros.

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Redacción El País
La ansiedad se ha convertido en una de las enfermedades mentales más comunes durante la infancia y la adolescencia, según la American Psychological Association. Datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) revelan que alrededor del 7 % de los niños entre 3 y 17 años han sido diagnosticados con algún trastorno de ansiedad, como fobias, ansiedad social, ataques de pánico o ansiedad por separación.
Expertos advierten que factores como la presión escolar, las redes sociales y el acceso constante a noticias negativas pueden agravar estos trastornos. Sin embargo, en Estados Unidos solo uno de cada cinco jóvenes con ansiedad recibe tratamiento, lo que incrementa el riesgo de desarrollar otros problemas de salud mental como depresión, dificultades de comportamiento, abuso de sustancias, bajo rendimiento académico y deterioro en las relaciones sociales o el trabajo.
“Ahora sabemos que la ansiedad es un marcador, una puerta de entrada para otros trastornos de salud mental”, señala Philip Kendall, PhD, director de la Clínica de Trastornos de Ansiedad Infantil y Adolescente de la Universidad de Temple, y creador del programa terapéutico Coping Cat, basado en la terapia cognitivo-conductual.

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Ante la creciente demanda de atención, los psicólogos amplían el acceso a tratamientos mediante herramientas como la terapia cognitivo-conductual en línea. Este enfoque permite ofrecer intervenciones respaldadas por la evidencia a través de plataformas digitales, muchas veces con mínima participación de profesionales, lo cual facilita su alcance.
“Podemos proporcionar contenido basado en la evidencia a una audiencia más amplia que la que podríamos alcanzar con terapias tradicionales cara a cara”, afirma Muniya Khanna, PhD, directora del OCD & Anxiety Institute en Pensilvania.
El papel de los padres y el entorno
Pese a la existencia de tratamientos efectivos, el desconocimiento y el estigma en torno a la salud mental siguen siendo barreras importantes. “No hay suficiente esfuerzo para educar a la población sobre los trastornos mentales y la regulación emocional”, comenta David H. Barlow, PhD, fundador del Centro de Ansiedad y Trastornos Relacionados de la Universidad de Boston. “Necesitamos más voces que visibilicen este tema”.
En respuesta, psicólogos como Anne Marie Albano, PhD, de la Universidad de Columbia, están trabajando desde la educación pública para ayudar a padres y cuidadores a comprender la ansiedad y la importancia de enfrentarla directamente. A nivel institucional, también participan en iniciativas nacionales e internacionales para mejorar las estrategias de tratamiento y prevención.
Investigaciones de los psicólogos Kenneth Rubin y Andrea Chronis-Tuscano muestran que los niños con un temperamento inhibido —como la timidez extrema— tienen más del triple de probabilidades de desarrollar ansiedad social en el futuro. Sin embargo, cuando los padres responden con calidez y alientan a sus hijos a enfrentar situaciones nuevas, estos desarrollan mejores habilidades sociales.
Para apoyar a las familias, Rubin y Chronis-Tuscano diseñaron el Programa Tortugas, una terapia de ocho semanas que enseña a los padres estrategias para fomentar la interacción social en sus hijos pequeños.
En base a información de El Tiempo/GDA
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