«A veces entramos al recinto sin saber cómo vamos a votar y tenemos que esperar a que nos llegue el mensaje durante la sesión para saber qué hacer”, decía el miércoles a la tarde uno de los legisladores que responde a Carlos Rovira, el jeque misionero que no necesita ser gobernador para manejar el poder absoluto de la provincia y la voluntad de cuatro diputados y dos senadores nacionales que se volvieron vitales en la era Milei. El legislador lo decía al pasar, sin ruborizarse, y se entiende: es una práctica que lleva años.
Rovira fue gobernador de Misiones entre 1999 y 2007 y luego -cuando se frustró su proyecto de reelección eterna, gracias a una maniobra del entonces arzobispo Jorge Bergoglio, que propuso al obispo Joaquín Piña para convencional constituyente- se mantuvo en las sombras como hombre todopoderoso. No tendría demasiada relevancia para él quién lo sucedería en el trono. Su poder se extiende a la Justicia, al mundo empresario y a 76 de los 78 municipios de Misiones. Ex ministros y ex presidentes cuentan que, cuando tuvieron que negociar apoyos en el Congreso, debieron viajar a Posadas para reunirse con él. Rovira los recibía en la Residencia de la Gobernación. Utilizaba el despacho principal, se sentaba en el sillón de gobernador y hacía sentar a un costado al mandatario de turno.
Temido y venerado por sus discípulos, dueño de una fortuna incalculable, lleva mucho tiempo sin visitar Buenos Aires y, cuando se embarca para descansar en el exterior, lo hace en vuelos privados. Es desconfiado y se rodea de custodios que, además de cuidarlo, le hacen inteligencia. Nadie puede acceder a él sin cita previa. Cuando alguien concurre a visitarlo a su casa, una mansión que se levanta como un templo en medio de un terreno de selva tropical ubicado a orillas del río Paraná, debe pasar varios filtros tecnológicos y humanos. Es infrecuente que lo llamen por su nombre o apellido. Sus colaboradores lo apodan “el comandante”. O, simplemente, “el Jefe”.

El miércoles, después de la pirueta inesperada que provocó el fracaso de Ficha Limpia por los votos de Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, todos pusieron la mira en Rovira. Los senadores misioneros que cambiaron su voto se alejaron a las apuradas del recinto, mientras la mayoría pensaba que había algún error en el sistema de votación y los kirchneristas celebraban a los gritos. Uno de los misioneros fue interceptado en el pasillo por un asesor.
—¿Qué pasó? —le preguntaron.
—Mensaje del Jefe —dijo.
Arce y Rojas Decut se habían expresado a favor de la iniciativa que proponía que aquellos dirigentes que tengan condena por corrupción en dos instancias judiciales no puedan presentarse a cargos electivos. Los diputados del Frente Renovador de la Concordia, la fuerza rovirista, habían votado a favor de Ficha Limpia en Diputados, el 12 de febrero. Pero, por razones que responderían a intereses más bien sombríos, Rovira decidió tumbar el proyecto en el Senado cuando los bloques anti-K, al menos en apariencia, lo daban por hecho. Rovira lo hizo con un mensaje inequívoco que envió a uno de los senadores, algunos dicen que poco antes de comenzar el debate y, otros, cuando ya estaba en marcha la sesión.
El mensaje contenía una sola palabra: negativo. El texto desapareció del teléfono apenas fue leído por los legisladores. Rovira utiliza con ellos -y con los cuatro diputados- un sistema encriptado de mensajes, que no es Telegram ni WhatsApp, que a los legisladores les obligan a usar una vez que son electos. Rovira se contacta con ellos a través del celular de su secretario. Utiliza apenas cinco palabras los días de sesión: “positivo”, “negativo”, “no quórum” y “retirarse”. El mensaje nunca contiene una explicación y el texto no se puede reenviar. Los que lo reciban no tienen el derecho de dudar o discutir. Simplemente, deben votar lo que se les ordena.
La gran pregunta es por qué cambiaron el voto, en qué momento lo hicieron y con quién negoció Rovira ese cambio y, eventualmente, a cambio de qué. El ex gobernador contó en una reunión con dirigentes de su provincia que recibió un llamado de un integrante de la Casa Rosada para voltear el proyecto. Si fuera así sería un escándalo aún mayor porque implicaría que el Presidente mintió deliberadamente -algo que él dice aborrecer- cuando acusó a los periodistas y al PRO de montar una operación para perjudicarlo.
Silvia Lospennato, la promotora de Ficha Limpia, dijo que dejó de creer en la palabra presidencial. Y Mauricio Macri puso en duda que pueda avanzar electoralmente en la provincia de Buenos Aires con La Libertad Avanza luego de semejante decepción.
Milei pudo hacer lo que siempre hace: criticar fuerte a quien le pone piedras en el camino. Sugestivo: no dedicó ni una palabra, ni siquiera un tuit en contra de Rovira. Dijo que la caída de la iniciativa estaba teñida de amarillo y culpó al PRO por no haber aceptado un pedido libertario para hacerles firmar a los senadores un compromiso antes de la votación. En la cima del Gobierno aseguran que Macri quiere ensuciarlos. Milei declaró que el PRO aceleró la discusión sin saber si estaban los votos para especular con la contienda del próximo domingo y favorecer a Lospennato. Guillermo Francos, el jefe de Gabinete libertario, lo desdijo: sostuvo que los votos afirmativos estaban asegurados.
Una voz potente del oficialismo apuntó al macrista misionero Humberto Schiavoni como presunto “operador”. Otra de las versiones -surgidas desde el entorno de Karina Milei- puso la lupa en Sergio Massa, quien -según esa hipótesis, que nadie supo argumentar de modo categórico- se habría contactado con Rovira para presionarlo y quedar bien con Cristina, la principal beneficiada del fracaso de la ley. Patricia Bullrich deslizó otra creencia: que el peronismo, cuando se tocan temas relacionados con la corrupción, se autoprotege.
Cristina vio de a ratos el debate parlamentario por televisión. El martes se había reunido con José Mayans, el jefe de bloque, para interiorizarse de cómo estaba el voto a voto. “Treinta y ocho a favor de Ficha Limpia”, le dijeron. Desde ese día, sin embargo, en algunos ámbitos de poder comenzó a especularse con que un cisne negro podría irrumpir en el Congreso. “No están los votos para la sanción de la ley”, escribió por WhatsApp, pasado el mediodía, un influyente dirigente que oficia de operador político y que tiene nexos con varios partidos a la vez. El texto se reenvió a muy pocas personas.

Ezequiel Atauche, el presidente del bloque de LLA, conversó con la mayoría de los senadores. Uno de ellos reveló a Clarín que se lo cruzó en el Salón Eva Perón y que lo vio con pocas ganas de que la iniciativa prosperara; otro contó exactamente lo contrario. Esa tarde, Atauche concurrió a la Casa Rosada y se reunió con Karina Milei, Santiago Caputo y Eduardo “Lule” Menem. “Están los 38 votos”, dijo. Después volvió al Parlamento y mantuvo varias reuniones. ¿Había cambiado algo en el transcurso de tres horas? ¿Atauche sabía lo que vendría? ¿Pecó de ingenuo o actuó como un simulador? ¿Lo engañaron los propios o él engañó a los ajenos?
El miércoles, ya durante las deliberaciones en el recinto, a Mayans le avisaron que podría producirse una sorpresa. El kirchnerismo se había movido desde el principio para voltear Ficha Limpia. “No sean pelotudos, le van a dar un triunfo a Lospennato y al PRO antes de la elección del 18”, dijo la camporista Adabel Fernández Sagasti en una de las charlas con representantes de La Libertad Avanza. Eran cerca de las 6 de la tarde cuando a Mayans le advirtieron que no estaba dicha la última palabra. El formoseño llegó a entusiasmarse, pero confesó: “No sé si no me están mintiendo. Hasta no ver los votos no lo creo”.
Alguien se comunicó también con Cristina. La ex presidenta recibió decenas de mensajes. En uno de ellos le decían: “Están jugando a la ruleta rusa con tu cabeza en la interna del PRO y La Libertad Avanza. Por ahí nos conviene”. Cuando se concretó la votación, el teléfono de Cristina se llenó de mensajes de aliento. “Ganamos”, celebraban. Cristina respiró. Ahora podrá decidir tranquila si quiere postularse como diputada nacional. O si decide presentarse para la Legislatura bonaerense para desairar a Axel Kicillof.
Lospennato, la autora del proyecto original, que en su momento recibió un mensaje de aliento de Milei -en el que el primer mandatario le aseguró que iban a trabajar juntos- presenció en vivo la votación en el estudio de TN. El shock que develó su cara se viralizó en las redes sociales. Al salir del canal, Lospennato llamó a Macri. Le dijo que quería abandonar la política para siempre. Eso implicaba bajarse de la candidatura a legisladora porteña. Macri la contuvo y ella revió su reacción.
Lospennato maldecía al aire y lloraba. No paraba de llorar.