

A pesar de las críticas recibidas de parte del presidente y del núcleo duro de La Libertad Avanza, el PRO sigue acompañando las peticiones de Javier Milei, tal como pudo verse el pasado miércoles, cuando los representantes del partido amarillo no bajaron a dar quorum en la Cámara de Diputados a pedido de la Casa Rosada.
Se trataba de una sesión que prometía desarrollarse con un condimento excesivamente picante en el marco de la vinculación de varios temas incómodos para el Gobierno Nacional, como la reforma previsional o el funcionamiento de la comisión parlamentaria que busca investigar lo sucedido con el criptoescándalo $LIBRA.
Cristian Ritondo, jefe de la bancada, asegura que no habrá pases de un partido al otro y que, a contramano, en la provincia de Buenos Aires se llevará a cabo una alianza entre violetas y amarillos para destronar al peronismo de la Casa de Gobierno Provincial.
Por al contrario, desde las altas esferas del poder nacional sugieren que no necesitan de esa “mutua colaboración”: la intención es que los referentes del PRO se tiñan de violeta y que La Libertad Avanza sea la única alternativa antikirchnerista. No solo en terreno bonaerense, sino en cada punto del país.
Teñir a la Argentina de violeta es el sueño húmedo del presidente y su hermana Karina Milei. Y para ello enlistan detrás de las filas de LLA a personajes de alta relevancia de diferentes partidos. Gente que pueda hacer el traspaso partidario algo atractivo.
Ello explica una parte fundamental de la desconfianza social hacia la política. La caída en la participación de las distintas elecciones que se dieron hasta ahora es una muestra férrea de lo que se viene. Santa Fe, San Luis, Salta, Jujuy, Chaco y CABA. Seis distritos con exactamente el mismo problema.
Es que hay, de una gran parte de la sociedad, un descontento generalizado hacia la política. El ideario colectivo se representa en la vieja y conocida frase “son todos lo mismo”. No se distinguen partidos ni colores políticos.
Lo cierto es que la política misma llevo a la población a este punto. Notese que tanto Patricia Bullrich como Daniel Scioli fueron candidatos a presidentes por sus respectivos partidos, antagónicos. Hoy ambos integran La Libertad Avanza, que despotrica contra ambos espacios.
A ello puede sumarse que hay una gran parte de la política que busca sumarse a las corrientes que atraen a la mayor cantidad de electores en una burda escena que no demuestra más que la intención de la dirigencia política de sobrevivir a los constantes cambios.
Esa es la misma crítica que le hacen a la secretaria General de Presidencia, que suma a las listas libertarias personajes cuestionados por sus pasados partidarios. Y los defiende a capa y espada, sin recular un solo centímetro.
No es algo nuevo, pudo verse en el pasado con, por ejemplo, Sergio Massa, que fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, peronista opositor y luego amigo kirchnerista nuevamente, llegando a ocupar el cargo de ministro de Economía de Alberto Fernández. Hechos que le valieron el apodo de “ventajita”.
En política existen obscenos cambios de opinión, exhibidos luego en redes sociales bajo el lema que se le endilga a Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no te gustan, tengo otros”. Es un incesante loop de la política argentina.
Y después, los dirigentes, representantes y funcionarios preguntan por qué la gente descree en la política. La base fundamental de ese descontento se encuentra en, justamente, los principios, violados y corrompidos por una gran parte de la política.