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lunes, mayo 5, 2025

Los secretos del Fauré Quartett, que inaugurará en el Colón la 73ª Temporada del Mozarteum Argentino

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“Hacer música de cámara es una de las formas más integrales de conectar con otras personas. Hablamos mucho de respeto, de escucharnos unos a otros, y lo echamos de menos en nuestro mundo, y es precisamente lo que hacen los que se dedican a hacer música de cámara”, dice Dirk Mommertz, pianista del Fauré Quartett. Considerado uno de los mejores del mundo, el cuarteto abrirá la 73ª Temporada del Mozarteum Argentino en el Teatro Colón.

“La música de cámara es una forma muy auténtica de comunicarse, y es una forma muy respetuosa y comunicativa de relacionarse con otros seres humanos. Es uno de los mejores ejemplos de cómo las personas deberían tratarse”, agrega el pianista.

Cuarteto Fauré: el pianista  Dirk Mommertz, la violinista Erika Geldsetzer, el violista Sascha Frömbling y el violonchelista Konstantin Heidrich. Foto de prensa gentileza Tim Kloecker
Cuarteto Fauré: el pianista  Dirk Mommertz, la violinista Erika Geldsetzer, el violista Sascha Frömbling y el violonchelista Konstantin Heidrich. Foto de prensa gentileza Tim Kloecker

Y aclara: “Eso no significa que los músicos sean siempre amables entre sí, ni que nuestro cuarteto, que llevamos treinta años tocando con los mismos integrantes, siempre estemos contentos o seamos siempre amigos. Claro que tenemos altibajos, como en toda relación, pero creo que en un grupo que dura tanto tiempo es posible convivir sin pelear por territorio ni por tener razón, porque si hay algo que aprendimos de la música de cámara es que no siempre se puede tener razón. O al menos, si creés tenerla, debés considerar que quizás los demás también la tengan”.

Creatividad, la sensibilidad y entendimiento mutuo

La música de cámara puede entenderse como una utopía humana en tanto encarna un modelo ideal de convivencia, diálogo y cooperación. En ella, cada instrumento tiene voz propia y al mismo tiempo debe escuchar y responder a los demás, sin jerarquías impositivas, construyendo una obra colectiva desde la individualidad.

El Fauré Quartett es considerado uno de los mejores del mundo. Foto de prensa gentileza Tim KloeckerEl Fauré Quartett es considerado uno de los mejores del mundo. Foto de prensa gentileza Tim Kloecker

A lo largo de la historia, este formato ofreció un espacio donde la creatividad, la sensibilidad y el entendimiento mutuo se armonizan, reflejando un anhelo profundamente humano: el de coexistir en equilibrio, con respeto y propósito común.

El Fauré Quartett, con su enfoque visionario, llevó este símbolo de la comunicación y el entendimiento entre personas a través del arte a su más alta expresión. El compromiso del ensamble con la evolución del repertorio de música de cámara se refleja en una combinación de respeto por la tradición y apertura a nuevas expresiones musicales.

Además de las obras de referencia de compositores como Mozart, Brahms y Mendelssohn, el ensamble explora otros tipos de repertorios. Bajo el nombre Popsong salió un álbum con arreglos de canciones de Peter Gabriel, Steely Dan y Pet Shop Boys, entre otros.

Artistas como Rufus Wainwright y Sven Helbig colaboraron con el ensamble, que no sólo se presenta en las salas más importantes del mundo, también en clubes como Le Poisson Rouge de Nueva York. En una de sus grabaciones más recientes, se destacan sus propias versiones de Pictures at an Exhibition de Mussorgsky y Etudes-Tableaux de Rachmaninov.

Habla Dirk Mommertz

-¿Qué significa hacer música de cámara hoy, en el contexto de un mundo global y diverso, con público cada vez más disperso?

-Hay varios aspectos para mencionar. Primero, que el mercado musical en general ha sufrido mucho en los últimos años, especialmente durante la pandemia. Es difícil volver a la normalidad para todos los artistas del mundo.

El mundo cambió hace unos años, hay un antes y un después del coronavirus. Por otro lado, el público en general, especialmente en este mercado de la música de cámara, es un poco mayor que, digamos, los que asisten a recitales de piano, conciertos sinfónicos o conciertos solistas.

Fauré Quartett inaugurará la nueva temporada del Mozarteum. Foto de prensa gentileza Ben WolfFauré Quartett inaugurará la nueva temporada del Mozarteum. Foto de prensa gentileza Ben Wolf

-Un público que no regresó a las salas cuando los músicos volvieron a los escenarios después de la pandemia, ¿no?

-Sí, y es algo con lo que todos los artistas luchamos. Por supuesto que es una gran pena y una gran tragedia para este hermoso arte. Así que todos debemos ser conscientes de esto y luchar contra ello. Cuando se pregunta sobre la música de cámara puntualmente, hay otro aspecto que considero muy importante porque creo que el mundo entero está cambiando, no solo por la pandemia.

La cultura está cambiando, la civilización está cambiando, el respeto hacia las personas está cambiando. Y creo que hoy en día es más evidente. Cuando analizas la creación musical, ves que hacer música de cámara es una de las formas más integrales de conectar con otras personas.

Y la única manera de obtener resultados es mediante un buen compromiso y un respeto absoluto por las opiniones de los demás. Creo que esto es algo de lo que todos podemos aprender mucho. Eso es al menos lo que hicimos y lo que yo hice personalmente al hacer música de cámara Creo que también me cambió como persona.

-Imagino que esta presentación será especial porque están celebrando tres décadas tocando juntos. Si echamos un vistazo a 1995, ¿qué dirías sobre la evolución artística, el sonido y el estilo a lo largo de los años?

-Cuando empezamos a tocar, a mediados de los años ’90, era otro mundo, otra civilización. Nadie tenía internet ni celular. La forma de comunicarse era muy diferente. Así que el tiempo de atención era más largo porque necesitabas más tiempo para cualquier acción que tuvieras que realizar: concertar citas, discutir cuestiones, escuchar cosas.

Me pregunto cómo cambió nuestra voz. En las últimas tal vez dos décadas tuvimos un tiempo para construir una voz, o al menos un estándar técnico de profesionalismo y comprensión de las interpretaciones, también comprensión de los instrumentos y de los colores del sonido. Me llevó un tiempo llegar a cierto nivel y decir: «Bien, ahora puedo confiar en que lo que digo es sincero, en serio».

Fauré Quartett tiene los mismos integrantes hace 30 años. Foto de prensa gentileza Tim KloeckerFauré Quartett tiene los mismos integrantes hace 30 años. Foto de prensa gentileza Tim Kloecker

-¿Fue como buscar una verdad en la interpretación?

-Claro. No significa que no hayamos dicho la verdad antes, pero primero hay que establecer cuándo podés expresarte. Y a partir de ahí, empieza el momento de saber qué querés expresar.Uno de nuestros objetivos era expresar menos de nosotros mismos y tratar de averiguar más lo que la música, o lo que el compositor expresa.

La música expresa en primer lugar es una cosa física. Se trata de armonías y física. Y hay algunas reglas en la naturaleza que no son negociables. Entonces es como un matemático que dice 2 + 2 es 4. Buscamos una verdad que el compositor sacó a la luz y la tenemos que encontrar. Hay una relación muy delicada entre dar demasiado de uno mismo y no respetar al compositor, y, por otro lado, no expresar lo suficiente de uno mismo. Este es el equilibrio que siempre hemos intentado encontrar desde hace mucho tiempo.

-¿Y cree que lo encontraron?

-Para mí, el mejor resultado es cuando el público al ir a un concierto se pregunta si lo que hacen los artistas en el escenario es real o no. Y esto es una exigencia muy alta, por supuesto. Pero una vez que creés que encontraste esa verdad, crear música es extremadamente fácil. Así que, es muy difícil y muy fácil al mismo tiempo.

La vida personal

-En la película Late Quartet (El último concierto) se ve muy bien el tema de la búsqueda del delicado equilibrio entre la vida personal y la búsqueda de la excelencia artística en un célebre cuarteto de cuerdas. Me gustaría saber si vio la película, si le resonó algo de estas cuestiones.

-En primer lugar, es una cuestión de organización: cada miembro del cuarteto tiene una vida privada diferente. Algunos tenemos muchos hijos y otros no. Esto es lo primero. Vivimos en lugares diferentes. De hecho, incluso vivimos repartidos por toda Europa. Nuestra violinista vive mitad en Inglaterra y mitad en Europa. Yo vivo en el sur de Alemania.

Aprendimos a equilibrar esta vida y creo que lo hicimos bastante bien porque todos tenemos trabajos diferentes además del cuarteto, trabajos que llegaron en los últimos, digamos, 10 o 20 años. Todos enseñamos en universidades y tenemos que equilibrar también estas actividades.

Fauré Quartett en concierto, en una visita anterior al país. Foto: Mozarteum ArgentinoFauré Quartett en concierto, en una visita anterior al país. Foto: Mozarteum Argentino

-¿Cómo es actualmente?

-Ahora sí, después de 30 años, puedo decir que hemos pasado lo peor, la parte más desafiante. Ahora podemos organizarlo un poco mejor, porque ya experimentamos lo que significa estar lejos de casa y tratamos de optimizarlo. Hoy creo que todos lo llevamos bastante bien porque nos conocemos y respetamos la vida de los demás. Es muy importante que entendamos y deseemos que algunos de nosotros tenga una vida familiar diferente a la de los demás y que todos tengan derecho a tener una vida familiar perfecta.

Durante los primeros años del cuarteto teníamos una especie de regla: la prioridad, porque aún estábamos estudiando, era establecer la propia calidad como instrumentistas. Decíamos que sin eso no tenía sentido armar un cuarteto. Luego, por supuesto, las prioridades se fueron equilibrando.

-Tres décadas es mucho. La vida familiar de cada uno hoy día debe ser muy diferente.

-Sí, el hijo más grande del cuarteto ya tiene 19 años, y ya no hay bebés pequeños.

-¿Algún hito en esta larga convivencia?

-Recuerdo que en 2006 fue un año muy intenso, y recuerdo dos cosas: un campeonato mundial de fútbol y el nacimiento del primer hijo del cuarteto, todo durante la gira por Sudamérica. Fue realmente muy interesante porque estuvimos más de tres semanas fuera de casa.

Elegir el repertorio

-Hablemos sobre cómo eligen las obras y cómo suelen armar el repertorio.

-Por supuesto, tenemos un repertorio estándar para cuarteto con piano. Y hay piezas que tocamos con frecuencia, como las obras de Fauré y Brahms, que son algunos de los principales compositores. Y, por supuesto, si te llamas Fauré Quartett, la gente quiere escuchar a Fauré. Y eso nos gusta mucho. Después hay muchísimas piezas que la gente desconoce, y es música muy buena.

Fauré Quartett. Foto: Mozarteum ArgentinoFauré Quartett. Foto: Mozarteum Argentino

Cada temporada intentamos explorar nuevas piezas. Acabamos de estrenar una obra de un compositor alemán que escribió unos cuartetos para nosotros. También dejamos de tocar alguna obras que tocamos mucho durante un par de años para luego retomarlas, cuando encontramos otro enfoque. Hoy tocamos de forma diferente, por supuesto. Y ni siquiera podría decir cuál es mi pieza o compositor favorito. Pero el proceso de selección es que normalmente damos tres o cuatro programas cada temporada con antelación, quizá con dos años de antelación y los organizadores pueden elegir. Por supuesto hay muchos deseos extra, que tratamos de cumplir, y están las giras en diferentes países.

-Eligieron Brahms y Dvořák para tocar en Buenos Aires, ¿por qué?

-Lo discutimos con el equipo de Mozarteum. Intentamos conectar con cierta tradición que se mantuvo entre el Mozarteum y el Quartetto Beethoven di Roma. Cuando vinimos hace unos años tuvimos una charla con Gisela Timmermann del Mozarteum y salió esta idea muy linda de conectar con la tradición y recordar a la gente que hizo este hermoso repertorio del cuarteto para piano. Porque el cuarteto para piano no es la forma más común de tocar música de cámara. Estábamos más que contentos de que nos invitaran.

El primer año tocamos un cuarteto de Brahms, y luego el siguiente cuarteto de Brahms, y ahora cerramos esta especie de ciclo de los cuartetos de Brahms. Y la combinación con Dvořák siempre es muy agradable. Es un gran contraste, por supuesto. Ambas piezas son tan inspiradoras, y creo que es un buen momento para tocar obras optimistas. La última vez que vinimos, tocamos una de las piezas más trágicas de Brahms. El Cuarteto para piano y cuerdas n.º 2, Op. 26 es su obra más optimista.

-Se toca muy poco.

-Porque es bastante difícil. Musicalmente no es fácil. Es más difícil que las otras piezas de Brahms. Pero tiene un carácter particular que también es bastante inusual. Los músicos no se esfuerzan mucho para tocarla en festivales. Lo mismo ocurre con los Quintetos para piano de Mendelssohn, que son extremadamente exigentes, especialmente para el pianista.

-Antes mencionó que en los últimos años comenzaron a dar clases en universidades. Como educador, ¿qué cree que se debería cambiar en la forma en que se enseña la música clásica?

-Hoy surgen muchas preguntas: ¿cómo podemos mejorar? ¿Cómo podemos atraer a nuevos públicos? ¿Cómo podemos demostrar que la música clásica no es mala? Y hay muchos proyectos sobre cómo transmitir la idea de la música clásica. En mi opinión, no hay ningún bloqueo entre los jóvenes y la música clásica. Las veces que tocamos frente a los niños es sumamente hermoso y son muy receptivos.

El problema no es cómo educar con música clásica, sino que ya no haya educación musical o que la ignores la música clásica. Ese es un problema, incluso tal vez, de mi generación, que la ignoramos demasiado y pensamos que no la necesitamos. En algunos países ya no se enseña música. Y esto es bastante impactante.

Respecto a qué hacer, la cuestión es que la enseñanza siempre es algo muy personal. Se trata de la relación y el amor que el profesor puede brindar a sus alumnos. Si tenés una buena conexión con ellos, si los apreciás y respetás, entonces podés enseñar todo sin problemas. Podés ser estricto, duro incluso, en pos de interesar a los estudiantes en el amor al arte para las próximas generaciones.

Ficha

73ª Temporada del Mozarteum Argentino

Fauré Quartett: Erika Geldsetzer (violín), Sascha Frömbling (viola), Konstantin Heidrich (violonchelo), Dirk Mommertz (piano)

Cuarteto para piano y cuerdas n.º 2 en La mayor, Op. 26 de Johannes Brahms. Cuarteto para piano y cuerdas n.º 2 en Mi bemol mayor, Op. 87 de Antonín Dvorák

Función: Lunes 5 de mayo a las 20. Teatro Colón

Redacción

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