Barcelona
Son los últimos buscavidas del verano, los que alimentan a las cotorras argentinas para que los turistas se hagan unas cuantas instantáneas muy simpáticas a cambio de unas monedas, en verdad los últimos escalafones de la gigantesca economía irregular en torno a los miles de visitantes que estos días ya toman Barcelona.
Un joven subsahariano invita a la gente a coger un puñado de pipas de calabaza y ofrecérselas a las cotorras que revolotean por el parque de la Ciutadella, que dan buena cuenta de un par de manzanas enganchadas en una de las vallas de las obras del recinto. “Pero no tengo monedas…”. “No importa –repone el joven con una sonrisa– ¡el dinero es el diablo!, disfruta de los pájaros”, agrega dicharachero, repartiendo pipas, silbando a las cotorras. A los turistas les hace gracia. Unos fotografían a sus hijos quietos como estatuas con las aves en sus brazos y otros inmortalizan a sus parejas entre risas, como si fueran a meter la cabeza en la boca de un león.

Una práctica vetada.El Ayuntamiento trata de concienciar a la gente de que no alimente a los pájaros.
Mané Espinosa / Propias
Este joven subsahariano es uno de tantos que últimamente viven en tiendas de campaña instaladas en estos jardines. Algunos visitantes le dejan unas pocas monedas cobrizas, otros un billete de cinco euros. Con todos se muestra igualmente agradecido. “Y cuando viene la policía, pues me aparto”. El problema es que desde hace años Barcelona padece una sobrepoblación de estos pájaros, que el Ayuntamiento ya no sabe cómo convencer a la gente para que no los alimente. No hace mucho aquí mismo un rama de varios metros cedió ante el peso de sus grandes nidos.
Los beneficios de esta actividad están muy por debajo de la venta ambulante de mojitos y latas de cerveza
“No sé… unos días sacas más y otros menos, depende del rato que eches”. Se trata de una ocupación más ingrata de lo que parece, a años luz de la venta de mojitos y latas de cerveza, muy a la par del alquiler en la playa de sombrillas descuajaringadas, uno de los últimos escalafones de la economía irregular en torno a los visitantes. Pero apenas requiere de una bolsa de pipas y de un par de manzanas, y de tiempo, de mucho tiempo.
“Gracias a las cotorras y a los turistas como un menú cada día”, dice un alimentador en el paseo Lluís Companys
Halim cuenta que desde hace un par de meses se acerca al paseo Lluís Companys todas las mañanas a primera hora. Aquí estos días puedes cuajar una tortilla en el piso. “Me quedo hasta que oscurece, porque este es mi trabajo, yo vivo de esto –prosigue, entre quienes entretienen a los niños con gigantescas pompas de jabón y quienes te hacen una foto souvenir en el momento–. Soy de Marrakech y estoy acostumbrado al sol. Las cotorras están en los árboles, en sus nidos, y yo las atraigo con silbidos, abriendo un par de manzanas y dejando pipas por el suelo. Lo que pasa es que los barrenderos las barren, y la policía me ha puesto ya siete multas de 30 euros. Yo es que duermo en un aparcamiento, porque los vecinos me dejan y me ayudan –añade señalando una mochila y unas mantas enrolladas bajo uno de los bancos–. Y gracias a las cotorras y a los turistas un sábado, si me paso todo el día, puedo sacar más de 200 euros, y los otros días depende. La mayor parte de la gente te da unas monedas, y algunos un billete, de cinco, de 10 ¡alguna vez uno de 50! pero tienes que estar aquí todo el día. Y yo no puedo alquilar un piso, por los papeles, pero así puedo comer un menú cada día y vivir”. Luego, a medida que el sol rebaja su intensidad, vienen al paseo otros alimentadores, con un aspecto más desahogado y menos ganas de contar sus vicisitudes.

El señuelo. Los alimentadores emplean manzanas para atraer a las cotorras
Mané Espinosa / Propias

Un divertido recuerdo.A muchos turistas les hace gracia fotografiarse con estas aves encima suyo
Mané Espinosa / Propias
El problema es que Barcelona presenta una sobrepoblación de cotorras argentinas. El investigador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona Joan Carles Senar, quien además acostumbra a ir por el paseo y el parque camino del trabajo, cuenta que hace ya un año que no cesa de crecer el número de alimentadores de estos pájaros. Asistimos en verdad a otra disfunción del delicado ecosistema de Barcelona. “Hablamos de una especie exótica invasora –dice Senar–. Esperemos que esta atracción turística no se extienda El Ayuntamiento ya gasta unos 200.000 euros al año en gestionar los nidos de las cotorras. Pueden alcanzar los cien kilos. Son un problema de seguridad. No hace mucho en la Ciutadella una rama de diez metros cedió antes el peso de varios nidos. Y lo que las personas les dan de comer ya constituye el 40% de sus alimentos. Además, así no les ayudamos. Con tantas pipas se empobrece su dieta y la especie se degrada. Pero a la gente les hacen gracia, más que las palomas, porque son muy vistosas”.

Las palomas, a rebufo.Tras las cotorras acuden unas cuantas palomas, pero siempre son las menos.
Mané Espinosa / Propias
Los científicos alertan que Barcelona presenta una sobrepoblación de esta especie exótica invasora
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Barcelona tiene una de las mayores densidades de esta especie de Europa. Su primer nido en la ciudad fue detectado en 1976, al poco de que se pusieran de moda como mascota. El número de ejemplares de esta especie no es sorprendente, pero sí su ritmo de crecimiento. Senar también es uno de los autores del estudio Rebobinando la invasión de las cotorras argentinas en la ciudad de Barcelona: 1976-2022. “ Las estimaciones de esta población durante ese periodo mostraron un aumento constante hasta llegar a 6.444 individuos en el 2022. El tiempo de duplicaciónpoblacional es de 3,7 años ”. Según estos cálculos, la población barcelonesa de cotorras ya podrían rondar los 10.000 individuos”.