En una región donde los conflictos armados y las tensiones geopolíticas han marcado la historia, dos países latinoamericanos decidieron tomar un rumbo inusual: abolir sus ejércitos. Esta elección, lejos de dejarlos vulnerables, se convirtió en el eje de sus modelos de desarrollo y relaciones internacionales, demostrando que es posible construir seguridad sin depender de las armas.
Un camino alternativo en una región marcada por la militarización

En todo el mundo, son muy pocos los países que han decidido prescindir de un ejército permanente. En América Latina, esta decisión ha sido adoptada por dos naciones que apostaron por la paz como política de Estado: Costa Rica y Panamá. Ambas optaron por confiar en instituciones civiles fuertes, priorizar la educación, la salud y los derechos humanos, y fomentar una política exterior basada en la diplomacia y la cooperación.
Mientras la mayoría de los países destinan grandes recursos a sus fuerzas armadas para garantizar su soberanía y seguridad, estas dos naciones encontraron una alternativa viable: fortalecer sus instituciones internas y confiar en el derecho internacional y los acuerdos multilaterales.
Costa Rica: la nación que cambió soldados por libros
Desde 1948, Costa Rica abolió constitucionalmente su ejército tras una breve guerra civil. En lugar de mantener fuerzas armadas, decidió redirigir sus recursos hacia la educación, la salud y el fortalecimiento institucional. La seguridad interna quedó a cargo de cuerpos policiales civiles, mientras que su política exterior se centró en la neutralidad, los derechos humanos y la protección del medio ambiente.
Este enfoque convirtió a Costa Rica en un referente internacional de paz, estabilidad y desarrollo humano. El país mantiene altos índices de alfabetización, acceso a servicios de salud y calidad de vida, además de desempeñar un rol activo en foros multilaterales y acuerdos internacionales.
Panamá: seguridad sin ejército en un punto clave del comercio mundial
En 1990, Panamá desmanteló formalmente sus fuerzas armadas tras la intervención militar de Estados Unidos y el fin de una dictadura. Desde entonces, ha mantenido un modelo de seguridad basado en fuerzas civiles como la Policía Nacional y el Servicio Nacional de Fronteras. A pesar de no contar con un ejército tradicional, el país ha logrado mantener la estabilidad interna y la protección de uno de sus mayores activos: el Canal de Panamá.
Gracias a acuerdos internacionales y la cooperación con potencias globales, Panamá ha garantizado la seguridad de esta vía estratégica sin necesidad de una estructura militar, posicionándose como un socio confiable en el comercio internacional.
¿Sin ejército es sinónimo de debilidad? Una visión diferente

La experiencia de Costa Rica y Panamá demuestra que no tener fuerzas armadas no implica vulnerabilidad. Al contrario, estas naciones han apostado por un enfoque centrado en el desarrollo humano, la confianza en el sistema internacional y la inversión en sectores sociales clave.
Mientras otros países continúan destinando enormes presupuestos a la industria militar, estas dos naciones redirigieron esos fondos hacia la educación, el medio ambiente y la salud pública. Los resultados son evidentes: estabilidad, reconocimiento internacional y un modelo alternativo de seguridad basado en el bienestar y la cooperación.
[Fuente: DiarioUNO]