«Llegué siendo una niña con miedos y me fui siendo mujer«, con esta significativa frase y las emociones a flor de piel, Luciana Martínez se despidió de sus compañeros de Gran Hermano (Telefe), con quienes convivió durante tres meses.
En el reality, Santiago (Tato) y Luz se convirtieron en su gran contención. Jugaron juntos en «El Tridente», aunque confiesa que se «plancharon» en el último tiempo y perdieron fuerza como equipo.
A sólo días de su eliminación y aún en etapa de aislamiento, la joven llega al estudio de GENTE para tener una charla a corazón abierto. Con una personalidad risueña saluda a todo el equipo, y cuando muestra sus looks para la producción de fotos, sonríe al caer en cuenta que sus vestidos tienen una estética similar a la del cisne negro.
Según la psicología, el cisne negro representa aquellas experiencias o eventos que son inesperados e impactantes, que tienen un efecto emocional profundo y duradero y que pueden cambiar la forma de ver la vida y prioridades. Un concepto que no está muy lejos de su realidad, luego que decidiera dar vuelta a su historia: dejar de ser Jorge Barrionuevo y mostrarse por primera vez como Luciana Martínez frente a todo el país.

La joven bailarina habla como nunca de su dura infancia, atravesada por el abandono de su papá, el bullying del colegio y la búsqueda de su identidad. Es la menor de 8 hermanos y hace mención especial a su mamá, una mujer de campo, trabajadora incansable, a quien le tocó cumplir con el rol de madre y padre para sacar adelante a su numerosa familia.
-¿Cómo fue tu infancia?
-Crecí en Santa Cruz, en mi pueblo Pico Truncado. Hice jardín, primaria y secundaria… Vengo de una familia grande, de mamá, ocho hermanos y creo que son aproximadamente 15 sobrinos. Y me enteré ayer que voy a ser tía nuevamente. Estoy muy feliz por eso (sonríe).
-¿Qué es lo que más recordás de tu niñez?
-Miraba mucha televisión, muchas tiras, sobre todo de Cris Morena y jugaba a ser una artista. Desde los 7 años que conocí la danza, comencé a sentirme diferente. Ahí supe que desde mucho antes no me sentía cómoda con mi género y con mi cuerpo. Era algo que trataba de esconder desde que estaba muy chica. Porque sentía que no era bueno para mi familia, para mí, para el pueblo de dónde venía. Como dicen: pueblo chico, infierno grande. En ese entonces no se veía mucho que una persona pudiera decidir sobre su identidad.

Cómo el abandono de su padre marcó su vida para siempre
-Contaste que creciste sin tu papá ¿Cómo fue para vos?
-Yo estaba en la panza cuando él se separó de mamá, la dejó. No tengo su apellido y para mí fue bastante difícil crecer sin la figura paterna. Recuerdo que, en la época del jardín y el colegio, se celebraba el Día del Padre y estaban todos mis compañeritos con sus papás. Se hacía una actividad para armarle algún regalo y yo no tenía con quién hacerlo. Eran noches de llorar en la habitación y que mamá venía todas las noches, me acobijaba y me contenía. Le tocó ser mamá y papá, pero nunca me habló mal de él.
-¿Alguna vez tu papá te buscó?
-Sabía que él vivía a la vuelta de casa. Me lo cruzaba muchas veces en la calle porque era remisero, o a veces lo veía en la televisión porque era árbitro también. Entonces lo conocí por televisión.
-¿Cómo así?
-Estaba mirando un partido local y mi hermano Walter dice: «mirá a papá», y yo me estaba burlando. Hasta que mi mamá me dijo: «También es tu papá». Quedé helada.

-¿Y las veces que te lo cruzabas, llegaste a decirle algo?
-No, obviamente uno mira y él creo que se daba cuenta, pero de ninguna de las partes hubo acercamiento nunca. Siempre lo tuve presente en sueños y en todos esos sueños me iba. Escapaba de esas situaciones que me unían a él. Porque no sé, sentía que mi corazón no quería saber nada de él.
-¿En algún momento te gustaría recomponer el vínculo?
-A esta altura me parece que ya es tema cerrado. Sí, lo perdoné. Tengo mi respeto hacia él, respeto a mis hermanos también que llevan una relación con él. Sé que estuvo enfermo y gracias a Dios estaban mis hermanos más grandes que lo supieron acompañar y estar con él. Ahora se encuentra mucho mejor. Después me enteré que cuando yo estuve en otro reality, que fue en la TV Pública, él grababa los programas y se los mostraba a sus amigos y le decía que ese era su hijo. Pero después me encontraba en la calle o me cruzaba y no había charlas, ni saludos, nada, absolutamente nada.
La madrugada más difícil y por qué quiso quitarse la vida
-Antes del casting de Gran Hermano te conocían como Jorge Barrionuevo, ¿cómo era tu vida?
-Jorge era bastante tranquilo, siempre fue buen alumno, buen compañero, buen hijo, buen hermano. Llevaba los mejores promedios a casa, estudiaba muchísimo. Eso sí, tenía poca vida social, porque yo tuve dos hermanos que estuvieron presos, entonces en casa muchas veces se cerraban hasta las persianas.

-¿Por miedo?
-Porque en mi pueblo existían las llamadas «patotas», en las que venían a tirar piedras a la casa, o no podíamos salir porque podíamos encontrarnos con esa gente que nos señalaba con un dedo por tener a mis hermanos presos. Hasta en el mismo colegio llegó a tocarse el tema y me sentía muy incómoda y avergonzada.
-¿Qué pasó con tus hermanos?
-A medida que fui creciendo y pude entender todo, supimos que ellos no fueron culpables de lo que se les acusaba. Perdieron muchos años de su vida, uno estuvo 5 años preso y el otro 7. Para nosotros como familia era llevar una rutina complicada. Los fines de semana teníamos que viajar para ir a visitarlos a la cárcel, pasar por revisiones donde nos desnudaban. Yo llevaba los cuadernos del colegio para mostrarles fotos, y en ese sentido fue bastante difícil mi niñez.
-Contaste que en tu adolescencia tu familia supo que eras gay, ¿tuviste que sentarte a tener esa charla?
-Salía mucho a escondidas entre mis 15 y 16 años. Recuerdo que dejaba mi mochila en un parque que tenemos al lado de casa con ropa para salir. Antes era otra época, en los terminales no pedían DNI ni nada para validar mi edad. Viajaba a Caleta Olivia, que quedaba una hora, o a Comodoro Rivadavia, que estaba a dos horas de mi pueblo para conocer la noche. Ahí empecé a conocer el mundo gay. Y una madrugada volviendo a mi casa, mi familia me descubrió.

-¿Cómo fue?
-No me puedo olvidar esa madrugada. Volví y estaba buscando la mochila en la plaza, pero resulta que ya estaba dentro de la casa. Cuando abro la puerta me encuentro con todas las luces prendidas, veo a toda mi familia reunida y algunos amigos. Pensé: «¿Qué hice?». Porque normalmente nos daban permiso hasta las dos de salir.
-¿Qué pasó esa madrugada?
-Fue difícil porque no encontré mi ropa para volver y lo viví como un castigo para mí. De la vergüenza me fui a mi habitación y estaban todos llorando, era como una tragedia en mi familia. Sentía que algo estaba mal y decidí decirles la verdad y lloraban más. Me decían que la noche no era buena y que había que cumplir con cierta edad para salir. Sé que me adelanté un par de años, pero en mi caso quería conocer el mundo gay y encontrar un lugar donde sentirme libre.
-¿Lo entendieron?
-No, lo vivían como un duelo. Tan mal me sentí con toda la situación que… Me quise ir aquella vez de este mundo, porque me hacían sentir que estaba haciendo algo muy malo. Me quise ir, pero ellos me frenaron, y aunque entendieron de momento, el tema siguió siendo un tabú en casa.

-¿Qué te dijeron después?
-Aquella madrugada recuerdo patente que mis hermanos me dijeron: «Si vos querés hacer esto, te damos todo, pero hacelo en otro lado». Lo que me pareció muy injusto, porque esto me impedía ver a mi mamá, estar con ellos, con mis sobrinos, seguir bailando donde quería, estar en mi pueblo. Entonces les dije que no, que no aceptaba, que no quería eso para mí, y que si preferían lo dejaba de hacer.
La doble vida de Luciana durante 10 años
-¿Cuánto tiempo pasó desde esa madrugada hasta que empezaste a llevar una doble vida?
-Un tiempo después, cuando me empezó a crecer mucho el pelo. Hubo un tiempo que en el ambiente folclórico los gauchos usaban el pelo largo y yo bailaba folclore, entonces aproveché ese momento para ir buscando mi identidad, hacer esas salidas y viajar. Ya era mucho más grande, tenía 17 o 18 años. Empecé a hacerlo de a poco.
-¿Cómo fueron las primeras veces como Luciana?
-Iba a hoteles para arreglarme y salía sólo de noche, porque pensaba que en la noche no se iba a notar mi cambio, o era menos probable que me encontrara gente de mi pueblo, o del ambiente del baile que pudieran reconocerme. Era muy difícil, porque pasaba mucho tiempo en hoteles, escondiéndome básicamente.

-Diez años es un montón de tiempo manteniendo dos personalidades, ¿qué era lo más difícil para vos?
-Llevar mucho peso. Mis valijas eran gigantes porque tenía que llevar la ropa de Jorge y la ropa de Luciana. Pesaba muchísimo. Cuando tenía giras artísticas, tenía que esperar que se vaya todo el elenco para poder quedarme vacacionando y poder ser Luciana, pero nunca dejaba de sentirme en alerta de que nadie conocido me viera. Era muy triste mantener esa doble vida, porque yo tenía muchas ganas de compartirme, de que mis amigos o algún hermano sea compinche y que acepte lo que era. Pero me dio vergüenza y miedo en ese momento. No estaba lista para contarlo.
-¿Y en qué te apoyabas en ese tiempo? ¿Hacías terapia?
-No, no sabía lo que era hacer terapia hasta que entré a Gran Hermano. Nunca había hablado con un psicólogo.
-¿Qué era lo que más te daba miedo de contarlo a tu familia? Porque finalmente lo hiciste en el programa más visto de la televisión argentina…
-Me daba miedo vivir lo mismo que pasó en esa madrugada cuando era adolescente. Y tener que tomar la misma decisión por no ser aceptada.

-Después que entraste al reality, ¿qué pensabas?
-La primera noche me creía una estrella, pero me duró poco: cuando me tocó elegir la cama me encuentro con que había una habitación de hombres y una de mujer, entonces digo: «¿Qué hago?». No quería que mis compañeros me lastimen o se burlaran de mí, porque cuando empecé la secundaria sufrí mucho bullying, me desgarraba porque me hacía doler mucho, entonces no quería volver a pasar por eso. Fue encontrarme con los fantasmas del pasado.
-Los primeros días se te vio muy retraída…
– Mi cabeza seguía en el afuera. Pensaba en mi familia, en mis amigos, mis alumnos, qué pensarían de mi transición, si seguían del otro lado apoyándome.
-Hasta que después vino por fin la señal que te confirmaba que tu familia te aceptaba.
-Imaginate que los chicos en la casa no entendían nada, porque yo no les había contado a ese punto. Hasta que caí en placa en la segunda semana y les pude decir. Claramente entendieron, aunque no todos quisieron conocerme desde el lado de mi historia. Las primeras semanas si fueron muy difíciles, porque habían miradas y comentarios del resto, pero los disculpo, entiendo que son cosas que pueden pasar.
-¿Qué pasaba por tu mente esos días?
-Venía de días en los que entraba a hablar mucho al confesionario. Tenía miedo, quería saber qué pasaba afuera con mi familia. Especialmente, quería saber que mi mamá estuviese bien. Mi vieja a la edad que tiene, 70 años, pasó por momentos muy duros en su vida cuando le tocó ser madre y padre, y cuando dos de sus hijos estuvieron presos. Tuvo una vida de mucho sufrimiento y ahora le caía su hijo más chico queriendo ser otra persona. No sabía cómo lo tomaría ella y tenía mucho temor.

-¿Esperabas esa palabra de tu mamá, que te dijera «hija»?
-No la esperaba para nada, de hecho estaba muy nerviosa. Llegó esa palabra y no lo podía creer. Fue como volver a nacer y no podía parar de llorar de felicidad, porque finalmente todo lo que había buscado durante muchos años se resumió en esa palabra.
Por qué padeció sus últimos días en «Gran Hermano» y cuándo será el reencuentro con su familia
-Pudiste ver a tu familia por videollamada después de salir, ¿pero ya hablaron en privado? ¿Cuándo los ves?
-No hemos podido hablar. No quiero agarrar el teléfono de momento, lo pedí recién para el fin de semana porque es mucha información a la vez y no quiero colapsar. Quiero ir de a poco. Tuve videollamada sorpresa con ellos en LAM, y también con algunos de mis alumnos en Cortá por Lozano. No podía creer que estaban ahí del otro lado (se emociona).
-No todos tienen esa suerte. Tu mamá a los 70 años salió a defenderte en la televisión y afirmando que te acepta por quien sos…
-La verdad que morí de amor cuando la escuché hablando de mí. Por momentos se le escapa decir: «Mi hijo», pero es la costumbre, fueron muchos años. Creo que no voy a poder ir pronto para el sur, pero sí quiero que ellos vengan, sobre todo mamá para estar con ella, porque tenemos una buena charla pendiente.

-¿Planeas quedarse acá en Buenos Aires?
-Sí. Antes de la pandemia y después de la pandemia venía a estudiar. Iba y volvía a Santa Cruz, pero hubo un tiempo que me instalé y vivía en Belgrano. Ahora quiero seguir con mi carrera de bailarina, quiero hacer todas las clases que pueda. También me gustaría conocer el mundo de la actuación. Amo la moda, entonces quiero combinar todas esas pasiones.
-Contaste que en los últimos días en Gran Hermano te dolía mucho el cuerpo, ¿podés explicarnos por qué?
-Me preocupó mucho mi salud en los últimos días. Una mañana me levanté y estaba sangrando. Me asusté mucho y lo dejé pasar porque no quería ir al confesionario a hablarlo. Pero después empecé a sentir dolores, abajo y arriba, lastimaduras en el pecho por el peso que llevo, lo que me causaba además picazón, también mucho dolor de cabeza. Nunca fui por tanto tiempo Luciana. Lo máximo había sido un mes, y estar tres meses en la casa sin descansar me generó todo este peso físico y mental que estaba siendo ya difícil de sostener.
-¿Por qué no querías contarlo?
-Como le decía a Tato, yo en mi vida voy al médico sólo si me siento rota. Tengo que estar muy mal para ir a atenderme. Además creía que ya se me iba a pasar, pero finalmente tuvieron que intervenir los médicos, revisarme y recetarme medicación. Me atendieron muy bien y estoy agradecida por eso.

-¿Tenías algún tratamiento hormonal antes de ingresar al juego?
-No, pero ahora si planeo hacerlo. Sé que es un proceso largo, pero bueno desde Gran Hermano con todo su equipo me van a brindar toda la información y me van a acompañar a conseguirlo.
-¿Te harías alguna cirugía en caso de necesitarlo para la transición?
-Sí, lo haría pero más adelante.
Fotos: Candela Petech.
Maquillaje: Ángel Daniel Brizzi.
Looks: Pablo Suárez.