Años atrás, en Les Corbières, donde se ha producido el fuego dantesco, todavía oí hablar occitano. Visitaba los entornos de Cucugnan (Cucunhan), famosa por un legendario cura que visitó el cielo buscando a gente de esta población y los encontró a todos en el infierno: lo cuenta Alphonse Daudet en Cartas desde mi molino, que leí de pequeño. El humorismo costumbrista de Daudet ha sido enviado a la basura literaria, pero a finales de los sesenta todavía era leído; yo tenía 11 o 12 años, estaba lejos de casa y aquellos cuentos rurales, de humor blanco, me hacían compañía: los recuerdo con cariño. Fue en Padern o en Paziols donde oí una pareja conversar en occitano. Me acerqué a saludarles, pero conmigo solo quisieron hablar en francés.
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