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sábado, septiembre 13, 2025

Lúpulo con sello Patagonia: historia, crisis y futuro de un cultivo único en el país

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El lúpulo patagónico busca sumar valor con un sello de identificación geográfica.

El olor a tierra húmeda en El Bolsón tiene algo distinto cuando se camina por los lupulares. Allí, entre surcos que parecen interminables, pasa gran parte de su tiempo Hernán Testa, ingeniero agrónomo formado en la Universidad de Buenos Aires, con veinte años de trayectoria en una actividad que define como “mi pasión de la A a la Z”, desde la multiplicación en vivero hasta la descripción sensorial de una IPA.

“Me gusta toda la cadena del lúpulo”, dice y no exagera. Testa es referente técnico en Patagonia Lúpulos Andinos SRL (Paluan SRL), la empresa más grande del rubro en El Bolsón. Hernán comienza el relato por las raíces, la historia que une ese tramo de la Patagonia con Eslovenia. Explica que el lúpulo argentino tiene un linaje particular, la primera cosecha fue en 1948, en una chacra de Quilmes en el Alto Valle. Años más tarde, en 1957, comenzó en Lago Puelo y, en 1958, en El Bolsón. El impulso llegó de la colectividad eslovena, que no solo aportó manos, sino también conocimiento.

“Fue decisiva”, explica Testa. “Quilmes contrató a Leopoldo Leskovar, un ingeniero esloveno muy reconocido, que fue quien más empuje le dio a la actividad. Y varias familias inmigrantes arrancaron acá, con chacras propias”. Una de ellas, los Budinek, fueron los primeros productores de El Bolsón y su chacra, asegura, sigue activa: en marzo de 2026 celebrará su cosecha 69.

Hoy quedan apenas cinco productores familiares en El Bolsón y Lago Puelo, más Quilmes en el valle. Pero no siempre fue así. En los años noventa había casi 40 productores en todo el país y casi 700 hectáreas implantadas. En el valle también había muchos, más de 15.

“Fue devastador. Se superpusieron dos problemas, por un lado, Argentina se volvió un país caro para producir y, al mismo tiempo, en el mundo sobraba lúpulo. Los precios eran bajos, los costos altísimos. La ecuación no cerraba”.

El lúpulo patagónico busca sumar valor con un sello de identificación geográfica.

De aquellos años turbulentos solo sobrevivieron unos pocos. Hoy, entre Quilmes y los productores patagónicos, suman 215 hectáreas. La estructura es simple: dos productores en Lago Puelo, tres en El Bolsón y uno grande en el Alto Valle (Quilmes).

Testa, explica que “en Argentina tenemos un modelo de producción bastante europeo: empresas familiares de 18-20 hectáreas. Ese era el modelo argentino cuando había 30 y pico de productores. Hoy, Patagonia Lúpulos Andinos explota 90 hectáreas, lo que la hace una empresa grande incluso para estándares europeos”.

Sostiene que la Comarca Andina del Paralelo 42 es un lugar bendecido para la producción. Los suelos son muy buenos, los días largos, el viento escaso y el clima relativamente seco, durante la estación más importante noviembre a marzo) reducen enfermedades. El riego es por goteo y cada vez más eficiente. El único punto débil es la temperatura en primavera. “Cuando octubre y noviembre son cálidos, el rendimiento explota. Cuando no, la planta no se expresa igual”, admite

La presencia de Quilmes en el negocio no genera resistencias, al contrario. “Producen su propio lúpulo, pero también nos compran y son muy generosos con el conocimiento. Con Quilmes no discutimos grandes cuestiones numéricas, porque ellos también están en Patagonia, bajo la misma legislación, mismas cargas sociales, mismos fertilizantes. Quilmes pertenece al grupo cervecero más grande del mundo, AB InBev, muy por delante del segundo, que es Heineken. Así que quiere que produzcamos el mejor lúpulo posible”, cuenta.

El Congreso de Lúpulo en Bariloche reúne a especialistas de Europa, América y la región.

Un mundo chico y europeo


Hernán Testa acaba de regresar de Alemania, donde participó del Congreso Internacional de Lúpulo, realizado en Spalt, estado de Baviera. Cuando viaja, no se limita al congreso, visita productores, lo reciben, ya los conoce. Este año sumó República Checa.

“El mundo del lúpulo se explica en gran medida por tres o cuatro países: Alemania y Estados Unidos producen casi el 70% y luego viene República Checa. Eslovenia también es muy importante en la producción, a pesar de ser pequeño, más un país chico que Tucumán que tiene más de 1.000 hectáreas de lúpulo.

Argentina no es un país importante en el mundo del lúpulo, pero está en la lista, al medio de la tabla. Él fue único representante nacional en el congreso como disertante y expositor de un póster “que es la forma de participar en un congreso cuando tenés algunos datos preliminares sobre una investigación que todavía está en desarrollo”, explica.

Ellos están probando varias tecnologías agroecológicas para combatir una plaga mundial del lúpulo: la arañuela. “La arañuela nos vuelve locos a nosotros y a todos los países lupuleros. Obviamente hay productos para aplicarle, pero estamos probando algunos superamigables con el ambiente. Uno es biológico y el otro también, porque es un derivado del árbol de canela. Una sustancia que, aparentemente, funciona para controlar la arañuela. Pero a mí me gustan los ensayos a tres años para poder decir: ‘Che, esto anda’”. El producto que evalúan se llama Seican y llegó desde un laboratorio de Buenos Aires.

Testa acaba de regresar de Alemania, donde participó del Congreso Internacional de Lúpulo, realizado en Spalt, estado de Baviera.

En los viajes a esos congresos, además de conferencias, hay recorridas por chacras, networking y aprendizajes. “Conozco a especialistas de virus, plagas o enfermedades a los que después puedo consultar. Lo tomo como una inversión en conocimiento, aunque trasladarse al viejo mundo implique a veces, altos costos”, dice.


Presente: exceso global, déficit local


En Argentina, la demanda de lúpulo está insatisfecha, el país consume 1.000 toneladas de lúpulo y produce 300. Eso deja una oportunidad. Por el contrario, este año, sobre lúpulo en el mundo. Hubo tres grandes cosechas, rindes muy altos y, además, bajó el consumo mundial de cerveza en más de un 1%. Eso generó excedentes y precios bajos. Según estadísticas del 2024, el país consumía unos 2.000 millones de litros de cerveza al año: eso representaba 40 litros por habitante al año, pero en el contexto actual con el consumo más deprimido, está cerca de 30.

“Si me hacías esta entrevista el año pasado, te decía que todo lo que se produce se vende. Este año cuesta más, pero igual se coloca y todo lo nacional queda en el mercado interno, salvo exportaciones puntuales a Uruguay, Chile o Brasil, donde pesa más la marca “Patagonia” que el volumen”.

Por otra parte, Testa explica que la cerveza artesanal representa solo el 3% del volumen que se elabora, pero consume el 34% del lúpulo, frente al 66% de la cerveza industrial. La relación de uso es 10 a 1, una IPA usa mucho más lúpulo que una industrial.

El Congreso de Lúpulo en Bariloche reúne a especialistas de Europa, América y la región.

Un sello patagónico en camino


Uno de los proyectos que entusiasma a Testa es la creación de un sello de identificación geográfica para el lúpulo patagónico, como paso previo a una denominación de origen. “La palabra ‘Patagonia’ significa mucho, pero si sumamos un sello oficial, agrega valor. No va a cambiar la historia, pero es un diferencial, como un queso o un chivito con denominación de origen”, explica.

Además de viajar, Testa organiza en Argentina el Congreso de Lúpulo, que ya se transformó en un evento regional con fuerte presencia de los países limítrofes y disertantes de Europa y Norteamérica. La última edición fue en marzo, lo hicieron en el Sheraton de Bariloche, en conjunto con el International Workshop of Brewing Yeast (IWOVI) del CONICET. “Unimos esfuerzos para que los cerveceros tuvieran dos eventos en uno. Fue muy bueno, con apoyo de la provincia y del Ministerio de Producción”, cuenta. El próximo será en 2027 y ya piensan en el formato.

Entre viajes, congresos y ensayos en chacras, Hernán Testa sigue firme en su objetivo: producir más y mejor lúpulo, fortalecer la identidad patagónica y ganar experiencia en ese pequeño mundo verde y tan aromático. “Aquí seguiremos, produciendo lúpulo, tratando de tener muy buena cerveza en el país, generando conocimiento y también divisas, porque todo lo que no se importe y lo produzcamos en casa, al final es generar divisas”, concluyó el ingeniero.

Redacción

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