El arte urbano de la luz vive un auge sin precedentes. Su impacto visual es inmediato, muchas veces arrollador, convirtiéndose en una de las expresiones artísticas que mejor integran la tecnología y la experimentación sensorial. Permite redescubrir los espacios urbanos, transformándolos en escenarios de nuevas narrativas y reinterpretaciones. Sin embargo, su naturaleza es efímera. No perdura en el tiempo, ni deja rastro tangible. Emociona, y se va. Ningún vídeo o fotografía puede capturar por completo la intensidad de su presencia en vivo. Salvo alguna excepción.
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