Destellos de una memoria que va y viene en el tiempo, mientras la arcilla –la escritura- reconfigura a un padre sencillo y trabajador que le dio a su amado hijo varón, a través de las películas clásicas que compartían por las noches, la única formación sentimental de la que aquel inmigrante español, habituado a las faenas duras, fue capaz.
El secreto de Marcial, novela biográfica con la que Jorge Fernández Díaz obtuvo el prestigioso Premio Nadal 2025, el más relevante en España luego del Cervantes –por su historia y por los ilustres nombres premiados–, procura descifrar el enigma de un padre que lo educó con más silencios que palabras y que, como muchos inmigrantes españoles expulsados por el hambre y la posguerra, solo sabía trabajar y sacar adelante a su familia, sin ocuparse demasiado por conversar y conocer los deseos y los sueños de sus dos hijos (un hombre y una mujer).
El cine clásico, las películas de acción y aventuras compartidas con su padre, las que vieron en familia, atraviesa la novela como un hilo conductor donde se cruzan la realidad y la ficción. Se pregunta el narrador en uno de los capítulos y tras contar el argumento de uno de los films vistos con Marcial, “ahora que reescribo nuestra memoria familiar, a qué película nos quisiéramos mudar al morir. ¿En qué película quisiéramos vivir para toda la eternidad?”
Jorge Fernández Díaz, prolífico novelista pero además analista político con varios ensayos publicados, ya había conmovido con su crónica novelada Mamá, la historia de su madre Carmina, hace 23 años.
Aquel libro inolvidable contaba la historia de María Carmen Díaz, nacida “en una aldea suspendida en los verdes prados asturianos”, como escribió el autor cuando murió Carmina en 2019. Adolescente aún, Carmina llegó a Buenos Aires en 1946 en barco, empujada por su madre “en un acto de desesperación”, como el novelista ha escrito. Una madre que se desapegó de una niña para darle un futuro.

En 2002, con el eco de los cacerolazos, el corralito, los juicios en masa contra los bancos y el Estado, y la andanada de jóvenes que dejaban el país, muchos lectores de Mamá nos sentimos hondamente atravesados por aquella historia inmigrante que reconocíamos en nuestras propias familias.
Devoramos la novela en un día y lloramos como la psicoanalista del libro, que escuchaba con lágrimas a Carmina en las sesiones de terapia, lo que terminó intrigando al hijo que nos legó afortunadamente aquel libro.
Fernández Díaz vuelve a emocionarnos con el libro sobre su padre. Se advierte, cuando uno relee páginas de Mamá y estrena la mirada lectora con El secreto de Marcial, que en estas dos décadas su autor ha madurado su narrativa, toma distancia con el personaje que narra, lo explora a la vez que explora su propia vida en relación con su progenitor como un personaje en el libro, y hace explícita su búsqueda interior.

En Mamá trató de quitar las capas de la personalidad de su madre “inolvidable”, como la llama, para abocarse en El secreto de Marcial a rescatar a su “padre olvidado”.
¿Conocer los secretos de nuestros padres completa nuestra identidad? ¿Quiénes fueron nuestros padres en las palabras no dichas? ¿Qué secretos se llevaron al partir?
La vida secreta
Gabriel García Márquez dijo en 2002, al escribir sus memorias (Vivir para contarla) que había vivido tres vidas: la vida pública, la vida privada y la vida secreta. Y concluía que “la buena para escribir es la secreta”.

Tirando del hilo de esa vida no confesada que Marcial guardó para sí mismo, el autor reconstruye mucho más que la historia de su padre. Narra también el valor de la amistad, de la familia, los amores furtivos, la precariedad de la vida de aquellos inmigrantes, la guerra de Malvinas, el descubrimiento de una realidad que no era la que transmitían las películas de Hollywood que compartía con su padre.
En suma, también es la búsqueda de sí mismo en el camino que va recorriendo a tientas, y acorta la distancia que existía entre la educación que le dieron Carmina y Marcial y la realidad a la que se enfrenta cuando acomete el periodismo y la literatura.
Hay reflexiones valiosas que el narrador va extrayendo a medida que moldea la figura paterna, donde su madre nunca está ausente. Y los lectores se verán reflejados en muchas de ellas. Como cuando cuenta que “Carmina y Marcial vinculaban el sufrimiento con el crecimiento y el desarrollo, y como irreflexiva contraposición, el placer con la holgazanería y la derrota. La plácida felicidad atraía la desgracia o la ruina… para algunos es un don natural, para otros es una batalla del día a día”.
Y es así como se ha vivido en los hogares inmigrantes: el progreso exige sacrificio y para ello hay que sufrir. El éxito o la realización profesional o laboral solo admite trabajo y más trabajo. No hay espacio para la felicidad.

Pensemos que en ese modo de valorar la existencia se fundó buena parte de nuestra sociedad. Por eso, en esta Argentina patas arriba, donde el trabajo en blanco parece un aspecto excepcional de la vida, miles trasiegan en la faena laboral en negro, muchos jóvenes aspiran a ganar dinero rápido y tienen una bajísima tolerancia al fracaso, rescatar aquella generación de inmigrantes que forjó la base de una sociedad aspiracional resulta importantísimo, sobre todo porque muchos de ellos se están apagando o han muerto ya. Recordar de dónde venimos para poner en claro hacia dónde queremos ir.
Ambos libros –Mamá y El secreto de Marcial– pueden leerse por separado, pero hacerlo en continuidad abre un panorama más completo sobre aquella inmigración española que llegó a nuestro país empujada por el hambre, y que pese a construir familia y nueva vida en América, nunca dejó de añorar sus raíces.
Naguib Mahfouz, único Premio Nobel de Literatura árabe, obtenido en 1988, escribió que el hogar no es el lugar donde uno ha nacido; ·el hogar “está donde cesan todos los intentos de fuga».
Carmina y Marcial volvieron a España, cada uno a su tiempo, pero siempre regresaron. Después de todo, en su novela galardonada, Jorge Fernández Díaz nos deja claro a sus lectores que fue en Buenos Aires donde Carmina y Marcial construyeron el hogar del que más tarde no pudieron o no quisieron huir.

Anclaron en este puerto para vivir como tantos otros inmigrantes anónimos, que son los protagonistas de esta “película”, como anticipa el autor en sus dedicatorias en alusión a lo que luego nos contará: las películas que alimentaron su educación sentimental y fueron el vaso comunicante con su padre. Y así comienza su libro dedicado a la memoria de sus padres: con una frase de Humphrey Bogart en La condesa descalza:
En El secreto de Marcial, Jorge Fernández Díaz nos invita a recorrer la vida de su padre, un inmigrante español marcado por la posguerra y los silencios. Con el cine clásico como hilo conductor, la novela explora las raíces de la identidad familiar y los secretos no confesados que moldean nuestras vidas. Una obra galardonada que conecta generaciones y emociona a cada lector.
“Se equivocaban al decir que yo nunca sabía dónde acababa la película y dónde empezaba la vida. Un guión debe tener lógica y la vida misma no la tiene…La vida es un guión estúpido”.