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jueves, noviembre 13, 2025

Manifiesto COP30: un rediseño de la economía global desde América Latina

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Desde 2006, el Movimiento B ha generado evidencias de que es posible pensar y hacer negocios de forma distinta. Los avances han sido importantes y reconocemos que son insuficientes frente a los desafíos exponenciales que vivimos, tanto climáticos como sociales. Aunque hemos logrado contribuir en la construcción de una nueva cultura empresarial, necesitamos promover cambios estructurales en las reglas del juego.

De acuerdo con el Banco Mundial, existen más de 125 millones de negocios en el mundo. ¿Cómo apoyar para que se comporten como empresas con el propósito de responsabilizarse con sus partes interesadas y adquirir el compromiso de medir, gestionar y transparentar su impacto? Precisamente, para responder a este desafío, han surgido marcos legales que redefinen el rol de las empresas en la sociedad. En 2010, la provincia de Maryland, EE UU, fue la primera en aprobar la ley Benefit Corporation. Hoy, más de 50 jurisdicciones distintas han pasado la propuesta legislativa y 30.000 empresas han adoptado esta figura legal en 44 estados de ese país. A nivel global, otros ocho países han aprobado una normativa similar, siendo cinco de ellos de América Latina: Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y Panamá.

Ya comenzó la Conferencia del Clima más importante de la historia. La COP30 debe firmar un nuevo momento: un cambio de la era negociaciones para la era de la implementación. América Latina tiene la oportunidad histórica de contribuir en la transformación de esta economía global. Desde Belém do Pará en Brasil, el Manifiesto COP30 -desarrollado por el Movimiento B- propone la interdependencia como una nueva inteligencia económica y una estrategia de resiliencia. El futuro de las empresas ya no se basa en el extractivismo, sino en la obligación legal de cuidar al planeta y a las comunidades: una arquitectura de cambio que puede unir prosperidad, justicia y regeneración.

El modelo lineal y extractivo que dominó el último siglo ha llevado al planeta y a la sociedad a un punto de quiebre. Hoy, siete de los nueve límites planetarios han sido sobrepasados, mientras la desigualdad continúa avanzando: el 1% más rico ha captado casi dos tercios de la nueva riqueza generada desde el año 2020. Es un sistema de gobernanza incapaz de equilibrar crecimiento con bienestar.

Es en este contexto de crisis económica y ambiental donde el Manifiesto COP30 surge como una hoja de ruta concreta. Basado en evidencia, demuestra que la escalabilidad de las prácticas de las Empresas B -organizaciones que impulsan al Movimiento B y que cumplen con los más altos estándares de desempeño social y ambiental- puede reducir el calentamiento global en 0,5 °C para 2100, prevenir 600.000 muertes por calor extremo y reducir el riesgo de extinción de miles de especies.

La clave de este rediseño es la gobernanza de los grupos de interés, que obliga a considerar formalmente a trabajadores, comunidades y naturaleza en la toma de decisiones. De esta manera, las empresas pueden incorporar el propósito en el deber fiduciario de los directivos para trazar metas basadas en la ciencia y prosperar sin destruir.

Esta arquitectura de cambio se basa en tres pilares: una transición justa anclada en la dignidad humana, la debida diligencia en toda la cadena de valor y el tránsito del extractivismo al ecodiseño y la circularidad. Las políticas públicas deben penalizar la destrucción del capital natural y social, a la vez que incentivan la creación de valor sostenible.

América Latina, que alberga más del 40% de la biodiversidad mundial, guarda una sabiduría ancestral fundamental sobre la interdependencia entre humanidad y naturaleza. Desde Belém, estamos buscando que la Amazonia se convierta en el laboratorio de este nuevo paradigma para mostrar que competitividad y equidad social son objetivos complementarios.

El Manifiesto sostiene que esta interdependencia es la nueva inteligencia económica. Ninguna empresa puede prosperar en una sociedad fracturada o en un planeta enfermo. Cuidar a las personas y al entorno no es una concesión ética, sino una estrategia de resiliencia y la mejor preparación para el futuro.

América Latina tiene hoy la oportunidad única de liderar un rediseño económico global, uniendo prosperidad, justicia y regeneración. El futuro de la economía no jugará su partido decisivo sólo en las cumbres, sino en la coherencia de las decisiones que tomen a diario las empresas y los ciudadanos.

Redacción

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