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domingo, julio 20, 2025

Martín Caparros, un hombre hecho de literatura

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Llega vestido de negro, con su bigote imperial de siempre, ahora canoso. Detrás, un gesto aún indescifrable. Posa manso para las fotos. Se deja hacer, salvo cuando advierte que ahí no entra su silla de ruedas. No es un momento incómodo. Su situación motorizada la lleva con paciencia, pero no resignación. Pregunta cosas, “¿quién está ahora en el diario?”, “¿cómo quedó la redacción?”, y quiere escuchar respuestas. Tiene una galletita con chips de chocolate en la mano y avisa que sería bueno que no saliera en las imágenes. La esconde detrás de un vaso de café que le trajeron hace un ratito y sigue la propuesta del clic. Frente a la ventana. Con fondo oscuro. Delante de la pared blanca. Da charla, “que no ande el grabador es la pesadilla del periodista”, y se le va la mirada en un recuerdo puntual.

Postales del homenaje a @martin_caparros de ayer. Momentos inolvidables. ❤️ Algunas fotos son de @revistaanfibia otras mías y una robada al IG de @LauCuk pic.twitter.com/SnZ4gs5tk8

— Claudia Piñeiro 💚 🧡 (@claudiapineiro) July 11, 2025

El reportaje nunca comienza formalmente, fluye desde la conversación casual, a la que se entrega amable, interesado, sin apuro. No está urgido de promocionar un libro o un evento. Cuenta anécdotas, como la vez que salió de hacer una entrevista, cuando era muy joven, y descubrió que se había enganchado la cinta del grabador. “Tuve que sentarme a ver qué me acordaba y transcribir de memoria”, se ríe ahora, a la distancia. ¿Es realmente Martín Caparros, el corrosivo cronista que no deja pasar ni una, tanto en la literatura que hace en ficción y no-ficción, como en las redes, cuando responde, pelea y pica a sus adversarios? Sí, es. Pero hay algo diferente en él.

Está en Buenos Aires de visita casi amorosa. Vino a pedido de sus amigos, que le organizaron un espectáculo el jueves 10 de julio en el teatro Alvear. “Estaban celosos porque lo hicimos en España, en el Ateneo de Madrid, con la gente que está allá. Esta es la réplica o versión porteña”, explica con vanidad casi infantil. Clarín se cuenta entre las empresas que acompañaron esta visita.

A Antes que nada, su libro de memorias que publicó en 2024, lo comenzó a escribir al enterarse que tiene Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). No planeaba publicarlo, cuenta. “Me dijeron que me voy a morir”: así empieza. Y desde ahí, con precisión y desmesura, pone su pulso de la mejor crónica al servicio de otra cosa, que es contar su vida o, también y además, para entender de qué manera muere.

Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.
Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.

Fue un ejercicio personal, dice, que le permitió escribir de ese modo. Es igual de agudo y genial que siempre, un maestro narrativo, con anécdotas variopintas, siempre vistas con su agudeza brillante, pero ahora, con esto, además abre un portal distinto. Invita, de algún modo, a quien lee, a una urgencia sobre el ahora; hace, colateralmente, un llamado a estar presentes en el hoy.

Al final sí salió al mundo. Claro. La literatura es un acto que termina en la lectura de los otros. Y Caparrós está hecho de literatura. Esa noche en el teatro Alvear estuvieron en el homenaje, escritores, periodistas y familiares, mucha de su gente querida, en una puesta emocionante. Cada invitado leyó un fragmento previamente seleccionado de ese libro íntimo y público, en el que se cruzan la vida y la enfermedad, pero también los recuerdos, lo imaginado, el presente y una idea de porvenir.

Cuando entró en su silla de ruedas eléctrica, impulsado a motor, simbólico y real, recibió un aplauso de pie. “Me trajeron engañado. Me dijeron que no iba a tener que hablar”, dijo, y agradeció al “comando de amigos” que armaron el evento.

Una de las primeras en salir de bambalinas fue la médica psicoanalista y referente histórica del movimiento por el aborto legal en Argentina Martha Rosenberg, su madre, que le dijo “Mopi”, el apodo con el que llaman a Caparrós desde la infancia. Esa anécdota, el motivo y origen, se explicó en lo que leyó su hermano Gonzalo. A ella le tocó compartir unos párrafos en donde su hijo hipotetiza sobre el momento de su concepción. Eso fue nuevo, no replicó lo hecho en Madrid. Y fue un paso de comedia cómplice y familiar, que recibió una ovación emocionada y emocionante del público.

El escritor y periodista Martín Caparrós rodeado por amigos sobre el escenario del Teatro Alvear. Foto: Martín Bonetto.El escritor y periodista Martín Caparrós rodeado por amigos sobre el escenario del Teatro Alvear. Foto: Martín Bonetto.

Sentados en mesas tipo bar, en el devenir del encuentro llamado Caparrós y amigos, fueron tomando las palabras del autor Claudia Piñeyro, Matilde Sánchez, Cristian Alarcón, Leila Guerriero, Maria O’Donnell, Daniel Guebel y Graciela Speranza, entre otras personalidades de la cultura. Miguel Rep, dibujaba en vivo y se proyectaban las ilustraciones en pantallas. Fue con entrada gratuita y la platea estuvo repleta. De cronistas jóvenes, de colegas, de lectores, de discípulos.

Dos días antes, el martes a la tarde, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA le daba un diploma de Doctor Honoris Causa en una ceremonia encabezada por el rector Ricardo Gelpi, el decano Ricardo Manetti, la vicedecana Graciela Morgade y Guebel, amigo del autor de Ñamérica, que estuvo a cargo de la laudatio y entre otras cosas dijo: “Martín es nuestro Balzac”.

El homenajeado bromeó un poco –“mi abuelo tan querido, médico, siempre fue el doctor Caparrós; mi padre tan añorado, médico, siempre fue el doctor Caparrós. Yo no; yo era, si acaso, hasta ahora, el Pelado Caparrós o el tarado de Caparrós o algún epíteto semejante”– y también se permitió mostrar un costado más sensible. “Me impresiona y me emociona esta distinción dentro de uno de los pocos lugares a los que creo pertenecer”, aseguró.

Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.

Más temprano ese día, a la mañana, llegaba a la charla con Clarín en el hotel céntrico donde se hospedó, dejaba la galletita detrás del café y estaba ¿contento? Pura calma, cierta permeabilidad. Los ojos brillantes. Actitud y gesto que tiene en cada aparición pública de esta visita a la Argentina.

Pero no deja de ser el Caparrós de siempre. “Me duele volver a un país donde quince millones de personas eligieron a un gritón desquiciado, un ventajero, el seguidor de un perro muerto, un sujeto tan desagradable y tan primario, para que los mandara”, dijo en la UBA y luego publicó el texto en la revista Anfibia. Ahora muestra los dientes. Podría ser una sonrisa o todo lo contrario. “Mi personaje de antes se podía ver altanero, algo cínico. Pero hace ya 12 o 13 años que no”, reflexiona y entonces sí, como alguien que sabe estar del otro lado, se brinda a la dinámica que pide un reportaje.

–¿Y cuál es tu personaje actual?

–No sé. De características extrañas. En silla de ruedas. Y con cierto optimismo.

El escritor y periodista Martín Caparrós sobre el escenario del Teatro Alvear. Foto: Martín Bonetto.El escritor y periodista Martín Caparrós sobre el escenario del Teatro Alvear. Foto: Martín Bonetto.

–¿Por qué optimismo?

–Porque estudié historia. Y la historia me enseñó que en el largo plazo vivimos cada vez mejor. Los humanos tenemos una cualidad infinita que es el progreso. Hace 200 años había personas que eran dueñas de otras personas y un 90 o 95 por ciento de analfabetismo en el mundo, entre otras barbaridades. Si comparamos eso con la forma en que vivimos hoy, y eso que ahora es todo una mierda, igual esta mierda es mucho mejor. Y así será sucesivamente.

La historia me enseñó que en el largo plazo vivimos cada vez mejor.

–¿Entonces creés que esta situación del país y del mundo va a pasar pronto?

–Ahí está el problema. La perspectiva del tiempo está alejada. Obviamente tiene que ver con que los tiempos históricos son cortos en la historia, pero no en el estar acá, en el ahora.

No para, sigue sigue

Caparrós también vino a la Argentina a presentar La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro), un experimento juguetón compuesto en dupla con Rep en ilustraciones. El texto es un largo poema que replica, satíricamente, la forma y el tono del libro gauchesco nacional. “Y así era José, les digo,/ Rafael Hernández y más:/ Pueyrredón, así nomás,/ de familia tan famosa/ por quedarse con las cosas/ y campos de los demás”, escribe, al compás de la vigüela.

El escritor Martín Caparrós recibió el Honoris Causa de la UBA de manos del rector de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Gelpi, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Manetti y la vicedecana, Graciela Morgade. Foto: gentileza FFyL.El escritor Martín Caparrós recibió el Honoris Causa de la UBA de manos del rector de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Gelpi, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Manetti y la vicedecana, Graciela Morgade. Foto: gentileza FFyL.

También, en este libro que es parte de la Biblioteca Martín Caparrós de Random House, aparecen destellos de algo que podría ser aún más que el ejercicio lúdico de ponerse en la piel del personaje para narrar a su autor. Por momentos, es posible ver cierta confesión autobiográfica del escritor. “Mi libertad va naciendo/ con cada verso que escribo:/ con ellos vivo y revivo/y me siento a renacer,/ que nadie escapa de ser/ lo que le marcó el destino”, aparece en un fragmento. Ahora, él toma un sorbo de ese café medio abandonado y advierte: “A la gente como nosotros, que nos gusta jugar con palabritas, estas cosas nos divierten”.

–¿Por eso decidiste escribirlo así, en lugar hacerlo más formal, como tus novelas Echeverría o Sarmiento?

–La verdad es que me puse a leer sobre Hernández, a ver qué me sugería, y me pareció aburridísimo hacer una novela. Así que lo dejé. Pero un día me apareció la pregunta: ¿Y si escribiera con los versos de Martín Fierro? Me gusta mucho jugar con versos y si tengo algún mérito es cierto oído para la música de las palabras, digamos. Entonces apareció otra pregunta: ¿Y si Fierro contara la verdadera vida de su autor en sus versos? Y ahí me puse a escribir.

–¿De dónde salieron esas preguntas?

–Es muy curioso, cómo figura, Hernández. Nadie sabe mucho de él, y lo poco que sabemos es por contagio de Martín Fierro. O sea, lo imaginamos semejante a Martín Fierro cuando fue todo lo contrario. Era de una de esas familias que echaron a los gauchos para quedarse con la pampa. Me pareció interesante, gracioso, entonces, que el gaucho nos cuente, con cariño y rencor, a su autor.

El escritor Martín Caparrós recibió el Honoris Causa de la UBA. Foto: Martín Bonetto.El escritor Martín Caparrós recibió el Honoris Causa de la UBA. Foto: Martín Bonetto.

–¿Qué te gusta de hacer rimas?

–Por un lado, que se hacen con una serie de elementos que en general no se usan para entretenerse. Divertirse es una palabra que me resulta difícil, pero bueno, digamos mejor divertirse. Y por otro lado, tienen reglas muy estrictas. Es un juego. Todos los juegos que existen son un conjunto de reglas. Y me divierte, además de que me es sencillo, ver cómo puedo usar y forzar, estirar, esas reglas. Esa es la parte más interesante.

–En ese mismo tono hacés canciones, ¿no?

–Si. Es un vicio, jaja. Hago canciones con inteligencia artificial. Lo primero es hacer un poema malo y después buscarle la música que pueda combinar, digamos. Me la paso bomba. O sea, paso varias horas ahí pegado.

Si yo le metiera un prompt al Chat GPT para que escriba mi columna del domingo sería un boludo

–Por fuera de esa experiencia de juego, ¿qué pensás de la inteligencia artificial?

–Me parece válido usarla para aquellas cosas que uno no podría hacer. Yo no me dedico a hacer canciones y no podría grabarlas. Entonces, en ese sentido, me parece increíble. Lo que no me parece es usarla para hacer cosas que sí puedo hacer. O sea, si yo le metiera un prompt al Chat GPT para que escriba mi columna del domingo sería un boludo. Estaría desperdiciando mi espacio de pensar, engañándome a mí y los lectores. Creo que el límite es ese.

Martín Caparrós, Mopi, el doctor Caparros, no para. También, además, acaba de salir a principios de julio Sindiós, un ensayo narrativo en el que reflexiona sobre el papel de las grandes religiones, un libro breve repleto de ideas que invita a pensar en el camino que llevó a las personas a creer en poderes invisibles. O, como avisa en un fragmento la contratapa: “Una evaluación de sus efectos y resultados, un repudio de su fuerza de opresión, una breve proclama de la esperanza de un mundo sin divinidades”.

Y hay más. En octubre es el lanzamiento global de BUE, un libro del que el autor y su editorial prefieren no anticipar nada, pero del que hay una pequeña pista en el título: “Como la abreviación de Buenos Aires”, se le escapa a alguien que luego, pronto, se calla.

–¿Qué vas a hacer ahora, cuando terminemos de charlar?

–Me gustaría mucho comer finalmente esa galletita que quedó escondida atrás del vaso de café y, mirá, tiene varios chips de chocolate.

Martín Caparrós básico

  • Nació en Buenos Aires en 1957 y se licenció en historia en París.
Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.Martín Caparrós en Buenos Aires. Foto: Fernando de la Orden.
  • Dirigió revistas de libros y de cocina, recorrió medio mundo, tradujo a Voltaire, Shakespeare y Quevedo, recibió el Premio Planeta Latinoamérica, el premio Rey de España y la beca Guggenheim.
  • Publicó entre muchos otros libros las novelas A quien corresponda, Los Living (Premio Herralde de Novela 2011), Comí y Echeverría; las crónicas de Una luna y los ensayos El Hambre y Ñamérica.
  • Fue jurado en el Premio Clarín Novela en dos ediciones y el año pasado publicó los seis títulos sobre casos policiales que componen la serie Los tangos de Rivarola, con Ñ y Penguin Random House.
  • Sus libros más recientes son Antes que Nada, La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro) y Sindiós: ¿Para qué sirve creer en lo increíble?.

Redacción

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