En la inmensidad del universo, la vida pareciera ser apenas un suspiro. Sin embargo, para quienes tenemos la suerte de vivirla y ser conscientes de lo que significa, es un maravilloso milagro sostenido fundamentalmente por el amor, ese entrañable y poderoso sentimiento que nos acompaña en los momentos más intensos y sentidos.
Recuerdo a un tío querido que había sufrido la guerra en Italia, cuándo decía: “La vida es ahora; hoy podés tenerlo todo, pero mañana quien sabe”. Y aunque nos dé miedo y nos provoque incertidumbre, la verdad es que podemos estar y sentirnos muy bien y de repente sucede algún percance o imprevisto grave; entonces “se nos viene la noche” y nos cuesta mucho entender y aceptar lo sucedido. Es justo en estas encrucijadas cuando escuchamos que “la vida debe continuar” y entonces no queda otra alternativa que “arremangarnos” y reconstruirnos lo mejor que podamos, con todas nuestras fuerzas disponibles y sin “apichonarnos”, aunque tengamos infinitas ganas de llorar y llorar.
Al fin y al cabo, el dolor forma parte de nuestras vidas tanto como la alegría. Por supuesto, hay muchísimas historias de momentos difíciles que logramos superar con un coraje de hierro y con un amor profundo. En tal sentido, les confieso que he quedado muy conmovido por un caso de “mala praxis médica” que impactó duramente sobre una familia, pero también sobre la recuperación y la actitud de todos ellos frente a tremenda adversidad.
Para la familia de Luciano Fiorelli, Valeria Reinoso, y sus tres hijos Bruno, Lucía y Angelina, casi todo cambió el 10 de octubre del 2018, cuando Valeria -quien en ese momento tenía 41 años- se sometió a un cirugía estética en el Hospital Privado y a partir de un espantoso descuido en el post-operatorio, sufrió severos daños neurológicos que le provocaron un estado vegetativo irreversible. Este caso de mala praxis se judicializó y llegó a Tribunales, con un juicio que se realizó en la Cámara Novena del Crimen en contra de dos anestesistas y una enfermera, quienes fueron finalmente absueltos. La única condena fue civil y económica. Si bien la sentencia fue apelada para que resuelva en definitiva el Superior Tribunal de Justicia, en el día a día de esta familia, la “pesadilla” continúa, tanto como el amor y las ganas de seguir luchando para ser felices.
Luciano, ¿qué nos podes contar sobre valeria y la familia que ustedes formaron?
A Valeria la conocí en 1997, en un grupo de amigos, y cuando ella tenía 20 años y estudiaba Psicología en la UNC. Había venido de Jáchal, San Juan. En ese momento yo tenía 22 años y ya trabajaba en la Volkswagen. Valeria luego cambió de carrera y se recibió de martillera pública y perito judicial. Allá por el año 2000 empezamos a convivir y un año más tarde nació Lucía, en el 2002 llegó Bruno y finalmente Angelina en el 2009. Convivimos veintiún años como pareja y muy ocupados criando a nuestros hijos. Viajábamos mucho, por supuesto también a Jáchal, algo que los chicos siguen haciendo.
¿Qué recordas de aquel día de la cirugía?
Aquel 10 de octubre del 2018, Valeria tenía una cirugía programada con el Dr. Tomás Ferrer y fuimos los cinco hasta el Hospital Privado. Antes de la operación, nos abrazamos todos y ella nos dijo: “nos vemos luego”. La intervención finalizó alrededor de las 19.30 horas y Ferrer nos aseguró que todo había salido muy bien y que estaba en la sala de recuperación y que ya había despertado de la anestesia. Entonces volvimos a casa a buscar un bolso con cosas para pasar la noche, y mientras estaba regresando al hospital me llamó Ferrer para decirme que la habían llevado a terapia intensiva porque “algo había pasado”. Me dijo que la estaban estabilizando y que aparentemente había tenido un problema respiratorio. ¡Ahí empezó la pesadilla!
¿Pero qué fue lo que pasó?
Ellos nunca nos quisieron contar lo sucedido, pero durante el juicio quedó demostrado que fue una grave negligencia y un acto totalmente irresponsable. Quienes tenían que protegerla en la sala de recuperación, la abandonaron y sufrió una hipoxia (falta de oxígeno) de alrededor de 10 minutos. Quienes tenían que cuidarla “llegaron tarde”, a pesar de que tenían toda la aparatología para prevenir situaciones como la que sufrió Valeria. Después supimos que ni siquiera en ese momento había un anestesista como correspondía. Fallaron las alarmas y de hecho, quienes primero la asistieron fueron un enfermero de apoyo y un residente. Lamentablemente ya era tarde, porque el daño cerebral ya se había producido. Sin embargo, y por falta de información, nosotros pasamos varios días con la esperanza de que ella despertara, hasta que por casualidad nos enteramos de la verdad. Recuerdo que un sábado, un médico de terapia intensiva, y a quien posiblemente no le habían avisado que no dijera nada, me contó: “esta chica difícilmente se despierte porque tiene un daño cerebral compatible con una hipoxia”. Y entonces “el mundo se me vino abajo”.
¿Te dieron alguna explicación?
Recuerdo que en aquel momento pude hablar con el Dr. Pieckestainer (actual ministro de Salud de la Provincia), quien era el Director Médico del Privado, y me dijo “el Hospital es responsable de lo ocurrido y vas a necesitar un contenedor de dinero para mantenerla el resto de su vida. Le hemos hecho un grave daño a Valeria. Te pido que vayas a la Justicia”. Lo más impresionante es que seis años después, cuando declaró como testigo en el juicio, dijo lo contrario, que todo había funcionado bien y que no sabían lo que le había pasado Valeria”. Después de la tragedia, en el Privado nunca más nos atendieron a los familiares. A nosotros recién nos quedó clara la situación cuando consultamos en el Instituto Fleni de Buenos Aires.
¿Y entonces cómo se organizaron familiarmente para sobrellevar la nueva vida?
Fue muy difícil porque estábamos espiritual y emocionalmente destruidos, convencidos de que Valeria había quedado así por una negligencia, pero además con problemas económicos que aparecieron porque ella trabajaba en su propia inmobiliaria, algo que no pudimos continuar. Encima yo, con mi trabajo de nueve horas por día y con nuestros tres hijos menores escolarizados, tuve que salir a buscar mucha ayuda con amigos, psicólogos y abogados para que nos ayudaran a salir del caos.
¿Qué pasó con el juicio por la mala praxis?
Pudimos presentar una denuncia penal a los dos meses de los hechos y luego de una investigación excelente, empezó el juicio en agosto del 2024 que fue “de película”, porque se demostró que Valeria fue víctima del abandono y la negligencia, pero el tribunal de la Cámara Novena absolvió a los tres acusados por “la duda” y a pesar del muy buen trabajo de la fiscal Battistelli. Sin embargo, el Hospital Privado fue condenado civilmente a pagar una suma importante de dinero y a cubrir los gastos del tratamiento de por vida para ella. Por supuesto no quedamos conformes con las absoluciones, y por eso seguimos luchando y ya hemos presentado una casación ante el Superior Tribunal de Justicia para que revisen la sentencia.
¿Cómo está valeria actualmente y cómo es el “día a día” de ustedes?
Ella está en nuestra casa, en una habitación especialmente acondicionada y con la asistencia que necesita. Yo soy “amo de casa” y atiendo a nuestros hijos hasta las 15 horas, cuando entro a trabajar en la Volkswagen hasta la medianoche. Me hago cargo para que ni a Valeria ni a los chicos les falte nada. En fin, a veces también con ayuda de familiares, me puse al hombro lo que tenía que hacer…y lo hago. En medio en esta situación, y después de muchos años porque no fue nada fácil, pude seguir mi vida, en una nueva relación de pareja y con familia y amigos que me ayudan a seguir adelante.
¿Cómo estas vos con lo que te ha tocado y te toca vivir?
Valeria es el amor de mi vida y es la mujer a quien más he amado, además de ser la madre de mis hijos. ¡Por ella lucharé siempre! Y tengo muy claro que su vida es terrible, pero yo no estoy capacitado para interrumpirla de ninguna manera. Siempre trataré de ayudarla a vivir con la mayor dignidad posible, sabiendo que ya no es ella la que está en esa cama. Y no tengo ninguna duda que ella habría hecho lo mismo por mí. En lo personal trato de tocar la batería con una banda de rock de amigos, de hacer artesanías en un taller que tengo y de compartir los momentos que puedo con gente querida. Tengo proyectos pero sé que en mi vida “tengo todo”, hasta lo peor que me puede pasar. A veces me pregunto: ¿Qué más querés? Sé que jamás volveré a ser feliz como antes y verla así a Valeria es una pesadilla que nunca terminará.
¿Qué encontraste más allá del amor?
Cuándo pasó lo de Valeria, envejecí 10 años de golpe y pasé de 45 a 55 en el acto. El espectacular acompañamiento de nuestros hijos y mi autodeterminación me ayudan a no aflojar. Y así seguiremos, luchando y viviendo lo mejor posible, y en lo particular convencido de que me faltan muchas cosas por hacer, a pesar que el cuerpo me está pasando facturas. Te repito, “mi lucha por Valeria está intacta” y eso es lo más importante.