Un día se despertó sin conocer a quienes tenía alrededor, sin terminar de entender quién era ella y dónde estaba. Carolina Benassi pudo haber muerto y se salvó, pero el herpes que le afectó el cerebro borró todos sus recuerdos y en un momento pareció que le iba a imposibilitar generar nuevos.
A fuerza de rehabilitación, acompañamiento familiar y muchas ganas, la joven pudo lentamente volver a empezar, recuperar las capacidades cognitivas y salir adelante pese a que no recuerda casi nada de todo lo sucedido hasta el 2019. Tiene 27 años, pero también tiene 4.
Había comenzado a estudiar psicología, luego se inclinó por la comunicación social y las relaciones de trabajo. Sin embargo, un viaje a México provocó que interrumpiera sus proyectos en la facultad para ir a probar suerte en territorio azteca.
Cuando cumplió los 23 decidió darle un cambio a su rutina. El deseo de vivir cerca de una playa paradisíaca y probar en el modelaje impulsaron la idea. Su estadía en el extranjero fue de seis meses, y lo puede contar gracias al relato de sus seres queridos porque ella lo olvidó por completo.
Hoy sueña con entrar en la casa de Gran Hermano y en diálogo con Teleshow revela su inédita experiencia, responde a quienes no le creen y sobre todo agradece tener una nueva oportunidad.
—¿Qué fue lo que te pasó? No venías con una enfermedad de base y tampoco sufriste un accidente…
—Después de lo que pasó, empecé a investigar un poco más porque no es algo normal; pero nadie me dio una respuesta concreta. Tuve una encefalitis herpética, que es el herpes que sale en el cerebro.
—¿Estabas en México o acá?
—Estaba acá. Me había vuelto para estar un mes y medio de vacaciones acá. Un par de días antes de irme me empecé a sentir mal, con dolor de cabeza y dijeron que tenía sinusitis. Ahí se empezó a generar el herpes y a inflamarse mi cabeza de a poco. Y dos días antes de viajar perdí la conciencia y me internaron.
—¿Cuánto tiempo estuviste inconsciente?
—No me acuerdo de absolutamente nada de cuando estuve internada. Al principio no reconocía a nadie. Creo que debo haber estado inconsciente la primera semana, y después empecé a entender lo que me estaba pasando. Estuve viendo videos, que en realidad nunca había querido ver, pero me preguntaban cosas que todavía no sabía. Me pedían que hiciera un esfuerzo para tratar de relacionar con fotos, pero no reconocía a nadie.
—¿Vos sabías que eras Carolina?
—Creo que sí. Nunca pregunté eso. Calculo sabía quién era yo, pero sin saber mi edad. No escuchaba o no entendía a las personas que me hablaban. Tuve que aprender de nuevo quién era mi mamá o quién era mi hermano. Mi mamá me dijo que a la persona que siempre reconocí, era a mi papá. Se ve que alguna marca más fuerte había dejado en mí.
—¿Te podías haber muerto durante esa semana que estuviste inconsciente?
—Sí. En el primer día, si no me hubiesen dado las medicaciones y todo lo que me inyectaron para que frenara la inflamación, me podría haber muerto. Por el herpes se me empezó a inflamar el cerebro y si eso hubiese continuado, me podría haber muerto.
—¿Las secuelas pudieron haber sido diferentes?
—Tuvo que ver con dónde estaba ubicado. O sea: si el herpes hubiese salido en otra parte del cerebro, capaz no me podía mover. Salió en la parte del hipocampo que afectó a todo lo relacionado a la memoria de los hechos.
—¿Qué pasó con el habla? ¿Tuviste que volver a aprender?
—No, siempre supe hablar. Me gusta mucho hablar y saber expresarme bien, cómo conjugar los verbos. Cuando alguien habla y dice algo mal, como algún verbo mal conjugado, lo corrijo. Hablar en inglés tampoco lo olvidé. Y todas las canciones que conozco siguen estando. Pero ahora me cuesta retener los nombres.
—¿Quiénes eran tus afectos en ese momento de tu vida, aunque vos no los reconocías?
—Estaba mi mamá, mi hermano, mi papá y todo mi círculo de amigos.
—¿Había un novio?
—En ese momento estaba con alguien que no era tanto como una pareja y me acordaba de esa persona; pero quedó ahí. Se ve que había una marca que había quedado ahí.
—¿En ese momento estaba la perspectiva de que pudieras recuperar la memoria?
—Al principio se intentó con todos los tratamientos de la rehabilitación. Después de haber estado internada, dijeron que lo mejor era internarme en una clínica psiquiátrica porque estaba la posibilidad de que no siguiera avanzando. Y al no mejorar, lo más viable es que me hicieran un seguimiento más estricto. Ahí fue cuando mi mamá se negó, porque veía que iba mejorando de a poco.
—¿Vos no podías generar en ese momento nuevos recuerdos?
—Claro, no recordaba lo que había sucedido el día anterior. Y hasta el 2020 tampoco me acuerdo. Esto pasó en julio del 2019 y recién empiezo a tener recuerdos de cosas puntuales en marzo del 2020. Me ayudó la pandemia, porque al estar encerrada y no estar viviendo cosas en el día a día, estuve más tranquila. Pude ir generando nuevos recuerdos, pero desde que me dieron el alta hasta principios del 2020 no me acuerdo de nada.
—¿Tampoco la recordabas en el día a día? ¿Todas las mañanas había que volver a empezar?
—No, a mi familia y mis amistades los iba recordando. Fueron los primeros dos meses que me costaba.
—¿Cómo es volver a querer a tu mamá?
—No sé, creo que la relación es mejor. O más fuerte. Siento que me enseñó a valorar otras cosas. No sé si antes tenía la complicidad que tengo hoy con ella. Las personas me dicen que mi mamá se desvivió por mí. Estaba todo el día conmigo. Siempre acompañándome, como sigue pasando hoy en día. Me hizo quererla nuevamente.
—¿Estuviste bajoneada en algún momento?
—Sí, en muchos momentos. Hoy trato de tomarlo como algo bueno, como que me ayudó a cambiar y a ver las cosas de diferente manera, pero no recordar a mucha gente me ponía muy mal. Me dolía que me dijeran “para qué te voy a decir esto, si no te vas a acordar de nada”. Tal vez nadie entendía lo que viví. También hubo mucha gente que sufrió mucho por tener que acompañarme, pero la que peor la pasó fui yo. La que se quedó sin su vida de antes, soy yo.
—¿Con qué te encontrás cuando intentás ir para atrás?
—Con nada. Un blanco absoluto. Varias personas me escribieron estos días diciéndome que nos conocíamos de tal lugar; pero como no me acuerdo, termino creyendo porque tenemos amigos en común. Si intento buscar, no hay nada. Siempre supe que esos recuerdos no iban a volver. Tuve que aprender nuevamente a retener las cosas. Con la terapia cognitiva, por ejemplo, me fueron explicando técnicas para retener. En algún momento capaz intenté recuperar el pasado, pero ya me resigné porque pasaron varios años.
—Cuando tu caso se hizo público te escribió mucha gente, ¿cómo reaccionaste con los que no te creían?
—Por un lado, me pongo en el lugar del otro y pienso que parece bastante irreal; pero me parece exagerado que digan que estoy inventando todo esto para entrar a Gran Hermano. Me río de eso. Ojalá fuera para entrar. Pero por otro lado, también me da bronca porque conozco la enfermedad. Es una encefalitis herpética. Cuando vi que había mucha gente publicando que era mentira, me puse como loca a contestar que no era mentira. Después me arrepentí y borré todo, aunque a algunas personas les expliqué que lo googlearan. Ojalá fuera mentira, pero tengo el respaldo de todos mis médicos y toda la gente que me conoce.
—¿Te sentís preparada para entrar a un lugar como Gran Hermano? ¿No te da miedo tanta exposición?
—Sí, me siento preparada. No me da ningún temor, porque siento que tengo un carácter muy fuerte para afrontarlo. Sé que debe ser difícil estar ahí adentro y que todo el mundo opine de vos, pero creo que las peores cosas ya las pasé. No hay nada peor que pueda pasar. Y me siento capaz de poder enfrentarlo.
—¿Hablaste con los médicos para conocer su opinión sobre la situación del encierro en la casa?
—Lo había hablado en su momento con mi neuróloga y me dijo que probara. “Si es algo que tenés ganas de hacer, hacelo”, me dijo. Y a mí el encierro no me pone mal. En la pandemia mi mamá le envió un mensaje a todos mis amigos para que no me hablaran, porque no podía salir. En ese momento estuve encerrada como tres meses y me la aguanté.
—Hoy tenés 27, pero también tenés 4 ¿Se festejan los 28 o los 5?
—Sí, hubo un renacer (risas). Festejo los 28, aunque van a ser cinco años desde que me puedo acordar de las cosas. Si bien no me acuerdo de todo lo que pasó antes, existió. Y les creo a las personas que me lo cuentan. Construyo mi pasado en base a lo que me cuentan.
—¿Te cuentan lo feo también?
—Sí, obvio. No sufro tanto como si me acordara, pero me pone mal. Las cosas que ahora veo mal, antes me parecían que estaban bien; entonces agradezco no ser lo que era. Es una segunda oportunidad.
—¿La decisión de contarte los momentos tristes de tu vida tuvo relación con preguntas que hacías o fue una decisión de tu familia?
—Muchos tomaron la decisión de no contarme cosas que me hicieron pasarla mal, pero cuando pregunto quiero que me cuenten la verdad. Alguna que otra vez alguien me ha marcado algo que lo hizo enojar para que no se repita. Hoy soy la que pregunta o elige. Muchos me dijeron que tenían los videos de cuando estaba internada y no los quería ver. No quería volver a vivir eso, por más que no lo recuerde. Pero en estos días pedí que me los mostraran. Me siento más cómoda viéndolos sola, porque cuesta asimilarlo.
—¿La internación fue el momento más difícil de tu vida?
—Sí. Fue lo peor. Y cuando falleció mi papá a principios del 2021. Se me pone la piel de gallina, porque me estaba recuperando y atravesé ese dolor. Siempre tuve una relación muy especial con él. Chocábamos mucho. Tenía 78 años cuando murió. Era un tipo muy grande y muy jodido. No era como mi mamá, que es buena, tierna y tranquila. Mi papá era un tipo bastante complicado. No era malo, pero estaba chapado a la antigua. Él tenía una relación mucho más cercana con mi hermano y a mí me cagaba a pedos. Me tenía más corta.
—¿Estaban juntos tu mamá y tu papá o estaban separados?
—Estaban separados, pero viviendo juntos.
—¿Era violento con vos tu papá?
—Me gritaba. Me levantaba la voz. Físicamente, no. Era jodido, pero también tenía sus cosas buenas…
—De hecho, fue uno de los primeros que recordaste…
—Algo de él me marcó. Era la persona que yo reconocía. A mi mamá le decía que no era mi mamá; la quería mucho, pero no era mi mamá. En cambio, a mi papá sí lo reconocí.
—¿Volviste a México alguna vez?
—No, todo el recuerdo que tengo es por fotos.
—¿Te mostraron muchas fotos en este tiempo?
—Tengo todas las fotos de México. Todos los recuerdos están en Instagram.
—¿Puede volver el herpes?
—Me han dicho que las probabilidades que tengo de que vuelva son las mismas probabilidades que tiene cualquiera. Es como si no hubiese pasado. No es como un cáncer que aparece y la persona tiene más probabilidades de que le vuelva a aparecer. Me hicieron resonancias y quedó la cicatriz en el cerebro, pero no por eso puede volver a pasar.
—¿Estás de novia?
—Sí, estoy de novia y es lo mejor que hay. Formamos un vínculo que me encanta. Me acepta con todas las cosas que me pasaron. Me ayuda, me acompaña, me incentiva… Siento que es muy importante después de todo lo que me pasó.
—A construir recuerdos.
–A construir recuerdos.