Tampoco los asistentes encuadrados se sintieron seguros. Las diferentes columnas estaban rodeadas con especial celo por los militantes que suelen evitar el ingreso de desconocidos en su perímetro. Además, sus líderes no dejaban de orientar sobre de la necesidad de llegar a la plaza «caminando por la vereda» y de evitar cualquier gesto que pudiera ser interpretado como una provocación por las policías bravas.
Estas se movían en las calles aledañas. En un momento, una pequeña patrulla perdida de efectivos que caminó por Avenida de Mayo entre los manifestantes –toda una rareza– fue increpado al grito de «¡asesinos!».
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Una ciudad militarizada por Patricia Bullrich
Llegar a la Plaza de los Dos Congresos implicó atravesar una serie abrumadora de obstáculos.
Requisas en combis de trabajadores que viajaban del conurbano bonaerense a la capital. Revisión de mochilas por portación de cara en nodos de transporte clave. Rehabilitación del 0800-BUCHON para denuncias anónimas. Avisos de «represión» –dicho así: murió la metáfora– en pantallas y por altavoces orwellianos en estaciones de trenes y en terminales como Constitución, Retiro u Once.
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Además, la noticia de que La Sombra, Santiago Caputo, metió mano en el diseño de un operativo propio de una guerra, en el que además dio participación a sus subordinados de la SIDE. ¿Licuó también a la ministra de Seguridad al intervenir sus (in)competencias?
Ya en el sitio de la protesta, inhibidores de señal, veda de drones y una amenaza proferida, megáfono en mano, por un uniformado frente al Congreso, según la cual «todo acto de violencia será denunciado por sedición y atentado contra el orden constitucional«. Las redes sociales ampliaron el alcance de esos rebuznos.
Asimismo, vallas, vallas y más vallas colocadas alrededor del edificio del Congreso, pero, aun más relevante, en torno a la plaza, de un modo que la convertía en un cajón peligroso en caso de incidentes. Y muchas presencias raras, detectadas una vez más por celulares de ciudadanos y cámaras de TV.
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Vallas, vallas y más vallas en la Argentina de Javier Milei.
«Yo vengo porque tengo miedo de venir, y si tenemos miedo es porque algo anda mal«, me dijo un hombre que acudió, por la libre, con un amigo y con el hijo de este.
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Testimonios en la marcha en defensa de los jubilados y en rechazo al gobierno de Milei
«Me tocó abrazar a una jubilada mientras no podía ver por el gas»
«Me preocupa la patria»
«Vine porque tenía miedo. Si tenemos miedo, algo anda mal»
— LETRA P (@Letra_P) March 19, 2025
«¿Cómo es tu nombre?», «¿de qué medio sos?». Muchos asistentes me miraban con desconfianza y dudaban de hablar conmigo cuando me acercaba para pedirles un testimonio para las redes de Letra P o para formarme opinión a la hora de escribir esta crónica. Había miedo. El Gobierno de extrema derecha ha sido enormemente eficaz al inocular dosis crecientes de ese veneno para la democracia.
Una vez más: ¿no pretende demasiado de la gente la dirigencia política, sindical y social que tuitea, juega a las escondidas y aparece cada tanto?
En comparación con las «marchas de la soledad» de miércoles precedentes, esta vez los jubilados fueron arropados por una multitud que llegó en su mayor proporción encolumnada. Partidos de izquierda –que siempre están–, algunos sindicatos, grupos políticos, movimientos sociales, organizaciones barriales… Mucho aparato se movilizó, pero con freno de mano. La expectativa de una manifestación verdaderamente histórica fue hábilmente agitada por el Gobierno para hablar luego de una convocatoria más modesta y de un éxito de su desmesurada demostración de fuerza.
Protesta en el Congreso
La izquierda siempre está. Este miércoles, la protesta de los jubilados sumó a otras organizaciones políticas y sindicales.
Jubilados al Congreso: ¿por qué fueron quienes fueron?
La miseria de las jubilaciones, el final programado de la moratoria previsional y el ahorro fiscal consiguiente fueron, se supone, el motivo de la convocatoria.
¿Alguien recuerda que el veto de Milei, sostenido por diputados borocoteados que pasaron de «ratas» a «héroes», fue el padre de esta convulsión? Esa traición, sin embargo, es sólo uno de los daños de la mileinomía y la realidad de las quejas refleja esa polifonía.
Sin embargo, pesaron mucho sobre esas conciencias las imágenes de adultos mayores golpeados y gaseados en semanas anteriores, el drama de Pablo Grillo y las mentiras dolosas de la ministra Bullrich.
Protesta en el Congreso
Organizaciones sindicales sumaron volumen a la protesta de los jubilados en el Congreso.
Decenas y decenas de conversaciones con manifestantes comprobaron la motivación de «apoyar a los viejos», pero también el deseo de «defender la democracia», de hacerle frente a «la represión», de rechazar el ajuste, de empujar un «paro general» y muchas cosas más.
Banderas de agrupaciones de docentes universitarios, de ATE y de médicos del hospital Bonaparte, entre tantas otras, dieron cuenta de la profundidad del corte que provocó en la carne de millones de argentinos la motosierra de Milei, Toto Caputo y Federico Sturzenegger.
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La abundancia de quejas y proclamas no es precisamente una fortaleza de la protesta callejera. La política, es evidente, está ausente y no atina a darle cauce al descontento.
El FMI, ausente
Entre las personas que se prestaban a dar su testimonio –grabado en video o, en muchos casos, con cámara apagada–, llamó la atención la escasez de referencias a lo que se trataba en ese mismo momento dentro del Congreso: el acuerdo fantasma con el Fondo Monetario Internacional(FMI).
El pacto, una sentencia que pesará por generaciones y cuyo monto y condiciones ni siquiera se conocen, quedó supuestamente blindado por una mayoría oficialista ajustadísima que rompió toda noción de división republicana de poderes al votar un decreto de necesidad y urgencia (DNU) de ilegalidad flagrante. No es este el tema de esta crónica; Letra P publicó un editorial elocuente al respecto, firmado por Juan Rezzano, nuestro jefe de Redacción.
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Pese a esa enormidad, solamente los cuadros más formados y los militantes de izquierda mencionaban al Fondo. Es como si las vallas hubiesen sido el símbolo de una desconexión terminal entre las decisiones de los poderes Ejecutivo y Legislativo y la dificultad que encuentra una parte grande de la ciudadanía para conseguir que el poder le preste alguna atención.
El Congreso, este miércoles una isla cuyas playas estaban repletas de uniformados y rodeada por un mar de disconformes, votó, cual escribanía, lo que se dictó desde una Casa Rosada que también estuvo vallada por las dudas.
En un sentido, la Argentina ya es Perú. Lo dijo Toto Caputo, se presume que a modo de elogio: en ese país «cambian de presidente, no digo cada cinco minutos, pero sí cada año y eso no afecta la macro».