La virulencia y el trágico balance de la DANA que ha asolado Valencia y otras zonas de España han cambiado la vida de miles de personas. La catástrofe marcará, seguramente, un antes y un después en nuestra percepción de los efectos del cambio climático. De repente, nuestra sociedad se ha despertado y se ha dado de bruces con la realidad. Como ha quedado claro, el calentamiento global no será algo con consecuencias solo para las próximas generaciones, sino que su impacto forma parte ya de nuestro día a día. Es más urgente que nunca pasar a la acción.
Los episodios meteorológicos extremos de intensidad inusitada, que hasta ahora sólo estábamos acostumbrados a ver por televisión en zonas remotas de la India o China, van a ser cada día más frecuente en la cuenca del Mediterráneo, la segunda región del mundo más afectada por el cambio climático, después del Ártico. Las temperaturas de la cuenca mediterránea aumentan un 20% más rápido que la media mundial, lo que agrava y hace más frecuentes las sequías y las inundaciones, que se suceden en ciclos cada vez más cortos. Todo ello potencia las migraciones y desencadena cambios en todas las áreas de actividad.
Barcelona tiene una posición privilegiada como ‘hub’ de conocimiento científico
El calentamiento global, no debemos olvidarlo, es un fenómeno antropocéntrico, es decir que ha sido causado por la actividad del hombre y revertirlo o mitigarlo no es posible sólo a través de la tecnología o la ciencia, sino que requiere un replanteamiento del modelo económico y social que lo ha causado. Los recursos naturales son finitos, pero el talento y la creatividad del ser humano no tienen límite y ello debe darnos motivos para la esperanza.
Es evidente que nos encontramos ante un problema en todo el planeta que requiere una solución global. No obstante, el antiguo Marenostrum, cuna de civilizaciones y vehículo de sabiduría y conocimiento, puede aportar una visión basada en la cooperación y la colaboración, especialmente en el campo de la ciencia.
Barcelona tiene una posición privilegiada como ‘hub’ de conocimiento científico y climático en el Mediterráneo y como paradigma de la colaboración público-privada, con una sensibilidad especial hacia las pequeñas y medianas empresas (pymes), que constituyen el tejido económico principal de una región con 500 millones de habitantes. La Ciudad Condal es la sede de PRIMA (Partnership for Research and Innovation in the Mediterranean Area), un modelo único de diplomacia científica y cooperación entre la Unión Europea (UE) y 20 países del área. Con un presupuesto plurianual de 700 millones de euros, desde 2018 y hasta la fecha ha financiado un total de 238 proyectos internacionales –con aproximadamente 10 equipos científicos multiculturales en cada uno– que muestran resultados tangibles en el desarrollo socioeconómico, la igualdad de género, el retorno a la dieta mediterránea y acciones transversales en la región. La idea es preparar las respuestas del futuro ante la crisis climática gracias a una amplia comunidad científica que trabaja en colaboración.
Es la hora de la ciencia, como base fundamental para la toma de decisiones públicas y privadas, pero también es el momento de analizar el impacto socio-económico global del mayor reto que tiene por delante la humanidad. Técnica y humanidades deben volver a ir de la mano. Como en la Antigua Grecia, cuyos principios han cincelado la cultura mediterránea y los valores occidentales.