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lunes, marzo 31, 2025

Menopausia, el fin del último tabú

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La palabra tabú proviene de “tapu”, que es un término de la isla Tonga, en la Polinesia, y significa “prohibido” o “inviolable”. Alrededor de 1770 salió de ese lugar porque el explorador británico James Cook, el mismo que aparece nombrado en “Los viejos vinagres” de Sumo, llegó a esa isla, la escuchó, la anotó en su cuaderno, y luego la publicó en su libro A Voyage to the Pacific Ocean. Un nuevo concepto llegaba a estas tierras. A partir de ahí, unos años después, la palabra y su significado llegaron a masificarse gracias al médico neurólogo y padre del psicoanálisis Sigmund Freud al sacar su libro Tótem y tabú (1912).

Mónica Yemayel es autora de  Mujeres que ya no sangran (Tusquets); Daniela Rafael, de Pasar de nuevo por el corazón; e Inés Garland, de Diario de una mudanza (Alfaguara). Fotos. archivo Clarín.
Mónica Yemayel es autora de Mujeres que ya no sangran (Tusquets); Daniela Rafael, de Pasar de nuevo por el corazón; e Inés Garland, de Diario de una mudanza (Alfaguara). Fotos. archivo Clarín.

Ahí plantea que el tabú es un trastorno obsesivo-compulsivo que es caracterizado por prohibiciones, sobre todo por prohibiciones de contacto, y que es la expresión de un conflicto entre deseo y prohibición: “donde hay una prohibición es porque hay un deseo”, dice.

En la literatura argentina, yendo a lo nuestro, el último tabú –aquello de lo que no se hablaba, pero se deseaba indagar– era la menopausia. Sin embargo, eso se acaba de quebrar porque aparecieron tres obras que, desde distintos ángulos: la poesía, el diario y la crónica, miran de frente a la menopausia: Pasar de nuevo por el corazón de Daniela Rafael, Diario de una mudanza (Alfaguara) de Inés Garland y Mujeres que ya no sangran (Tusquets) de Mónica Yemayel.

Relacionada a la vejez

Ahora bien, ¿la menopausia era realmente un tabú? Dice la escritora y especialista en psicogerontología Acheli Panza: “Era un tema tabú hasta hace unos años porque estaba muy relacionada a la vejez. Y la vejez, sobre todo en la mujer, está mal visto. Eso cambió por efecto del feminismo. Se modificó el concepto de la edad de la mujer. Hace 20 años se consideraba que a los 50 años entrabas a la adultez mayor, entrabas a la vejez, hoy la edad promedio de vida de una mujer en Latinoamérica es de 80-85 años. Es decir: una mujer a los 50 todavía tiene 30 o 35 años de vida por delante, a los 50 no está entrando en la vejez. Sin embargo, los efectos biológicos de la menopausia los vive. Y no solamente la mujer, también los varones trans”.

¿Qué es la menopausia estrictamente y cómo transita una mujer?, le consulto. Opina la doctora Panza: “Depende de cada mujer, hay tantas formas como personas existen. A partir del momento que la mujer tiene su último ciclo menstrual y pasan doce meses se la considera menopaúsica. Y ahí hay un montón de mitos: que te agarra calor, insomnio, depresión. Es cierto que biológicamente te modifica el cuerpo como se modifica el cuerpo de cualquiera a medida que pasa el tiempo”.

Escribe la narradora y poeta santiagueña Daniela Rafael: “La menopausia solo es/un signo./El signo, una señal que un animal comprende”. Es parte de su poderoso poemario Pasar de nuevo por el corazón en donde se mete con la menopausia para encontrarle sentido poético.

Cuenta desde Santiago del Estero lo que detonó este libro: “Fue el hartazgo de la desinformación, la ignorancia, la ocultación, el disimulo, y situaciones patéticas. Todo me llevó a un solo camino: escribir. Ya existía en mí una necesidad de contar sobre esta etapa que sentía debía soportar en silencio, a escondidas para no ser tildada de vieja. Pasar de nuevo por el corazón, no fue concebido como un libro de poesía desde su inicio, sólo me guio la urgencia de decir cosas y la forma se impuso, la poesía me permitió decir algo de mi etapa en la menopausia y otros momentos o hitos en mi cuerpo”.

Escribe en el poema “Diez consejos”: “Acude a tu ginecólogo/Practica ejericicio moderado/Cuida tu suelo pélvico/Controla tu alimentación/Regula la sal de tus comidas/Reduce al máximo el consumo de alcohol y café/Huye del tabaco/Mima tu piel/No te automediques/Quiérete mucho”.

Del tabú a la tendencia

Dice Rafael: “Hay un secretismo producto del estigma social, más el desconocimiento, la ignorancia respecto a esta etapa de la mujer, pero desde hace un tiempo este tema ha pasado a ser una tendencia. Ahora se encuentran no solo libros sino mucha información en redes, como si se hubiera puesto de moda “la vejez femenina”.

La psicóloga y escritora Acheli Panza diferencia entre femeidad y feminismo y cómo fue primordial para pensar la menopausia en la actualidad: “La mujer, para la femeneidad, tiene que ser joven, linda y el feminismo viene a cuestionar eso. La femeneidad dice que la mujer tiene que ser femenina, tener la comida hecha, limpiar la casa, estar dispuesta al sexo para el hombre. El feminismo viene a cuestionarlo y sostiene la pregunta: ¿qué es una mujer?«.

Para la especialista, el feminismo no permite que la respuesta venga a obturar la pregunta, la sostiene: «Eso es importante porque empieza a cuestionar todas las respuestas que están dadas por la femeneidad. Desde ese lugar, la menopausia deja de ser un tabú, porque no es una mujer que deja de lado la posibilidad de ser madre si quizás nunca quiso ser madre, y a lo mejor empieza a experimentar su sexualidad, a lo mejor abandona la idea de tener pareja, pasan estas cosas. Se empiezan a habilitar opciones. Me doy cuenta que se habla entre pares sobre la menopausia y eso no ocurría antes, se la desmitifica. En esos diálogos entre pares caen mitos respecto de la menopausia. Eso ocurre gracias al feminismo”.

La cronista Mónica Yamayer escribió una obra exhaustiva y en primera persona llamada Mujeres que ya no sangran. Cuenta lo siguiente sobre la influencia de las clases sociales en el tema: “Las mujeres que tienen el privilegio de vivir en una gran ciudad, estar informadas, vivir sin sobresaltos, la menopausia se tiende a ocultar porque está fuertemente identificada con el inicio de la vejez, algo que asusta, que se lleva como vergonzante. En general, sus señales tienden a ocultarse y las consecuencias físicas y emocionales se transitan en soledad; se complica el diálogo con parejas, hijos, el entorno laboral, incluso con amigas».

Pero hay otras realidades. Sigue: «En las capas más vulnerables de la sociedad, la menopausia no se menciona porque directamente no se sabe nada de todo lo que puede ocurrir en ese tiempo largo que es el climaterio –que incluye la premenopausia y la posmenopausia– y que puede durar años. Las mujeres asocian los síntomas con los “achaques” propios de la edad. Y todo esto tiene consecuencias tremendas para la salud y el bienestar. Sí, por ignorancia o por vergüenza, es un tema que no aparece en las conversaciones, que no está en agenda de la salud pública, que está incluso bastante relegado de la agenda de los movimientos feministas”.

Mujeres que ya no sangran es una investigación muy valiosa por la inmersión que logra en su objeto de estudio: piensa desde adentro y desde afuera un tema en el que todavía hay mucho por descubrir: “Busqué no caer en ningún momento en la autoconmiseración ni en el consuelo. Dudar todo el tiempo de los discursos con los que me topaba. Los de la medicina tradicional, de la medicina alternativa, de quienes creen que es la mejor etapa de la vida, de quienes dicen que es la peor. Dudar, incluso, o especialmente, de los míos», apunta la autora.

Achicar brechas

Y agrega: «Hay también un intento de pensar en achicar brechas con las generaciones más jóvenes, que se acerquen al tema, que lo hagan también propio. Las estadísticas sobre la menopausia precoz crecen todos los años sorprendiendo a muchas mujeres en los cuarenta, cuarenta y pico. No creo que estén, que estemos preparadas para eso. Faltan campañas de información y de prevención para proteger la salud física y emocional en su etapa posreproductiva. Los síntomas no se solucionan con un ansiolítico o un antidepresivo. Y las terapias de sustitución hormonal deben ser minuciosamente analizadas en cada caso”.

Hay que volver a la pregunta: ¿De qué hablamos cuando hablamos de menopausia? Responde la doctora Panza: “No hay una sola manera de definirla para la psicología. Cada una atraviesa esa etapa de forma diferente. Y, además, porqué deberíamos definirla, es lo que cada una atraviesa”.

En Diario de una mudanza, la tallerista, traductora y narradora Inés Garland se introduce en la menopausia con una naturalidad encantadora y lo encara con soltura y belleza, la belleza de la escritura exploratoria.

Ines Garland. Foto: Gerardo Dell'Oro.Ines Garland. Foto: Gerardo Dell’Oro.

Cuenta ahora mismo: “Tengo el hábito de tomar notas, de escribir en cuadernos cosas sueltas, lo que me pasa, lo que leo, lo que veo, lo que me conmueve. Cosas que me cuentan, impresiones, “pinturas” de gente que me cruzo por ahí. En la época del climaterio, anoté una cantidad de impresiones porque también es mi manera de lidiar con la realidad y porque a veces no sé lo que está pasando y lo descubro escribiendo. En algún momento me di cuenta de que tenía mucho material sobre el tema. Cuando me empiezo a concentrar en algo con idea de armar un proyecto, toda suerte de colaboraciones surgen de manera sincrónica. Y cada colaboración va dándole volumen y empuje al proyecto de escritura. Yo solo tengo que estar atenta”.

Para Garland, la menopausia apareció sola como tema de su último libro: “A mí nadie me había hablado demasiado del tema y mis médicos no habían atado cabos frente al sinfín de síntomas sueltos que, ahora sé, responden a la etapa de la perimenopausia y el climaterio. En el libro aparecen los diálogos con otros escritos. Hablo de Flash Count Diary, de Darcy Steinke, de textos de Úrsula Le Guin, poemas de Sharon Olds, fragmentos de Vivian Gornick, de John Berger».

Entusiasmo muy generoso

La argentina cuenta que le escribió a Steinke para contarle que la iba a citar; «Y mostró un entusiasmo muy generoso –rememora–. El libro de ella habla de la menopausia y la post menopausia. En la segunda parte ella sigue a una manada de ballenas y describe como, entre ellas, las matriarcas se vuelven las líderes, mientras que entre los humanos, las mujeres muchas veces se sienten descartables o invisibles y así se las trata culturalmente. Hasta ahora”.

El libro de Garland avanza en capas de sentido de cómo se vive la menopausia en todo sentido, pero lo atractivo del libro es la voz que construye frente a una nueva realidad física que siempre termina construyendo una nueva manera de pensar.

Dice: “No me parece que los libros tengan una finalidad. Algunos llegan en el momento justo en que eran necesarios por algún motivo. Escribo lo que puedo, trato de ser lo más honesta y generosa posible con el material, me entrego a lo que tiene que decirse a través de mi escritura y corrijo hasta el agotamiento. Después que sea lo que tenga que ser. Ahora sí reconozco que era un tema tabú, como tantos otros que tienen que ver con el cuerpo y el mundo emocional de las mujeres. Me sorprendió la llegada del libro. Ahora soy yo la que se siente agradecida”.

Para concluir, escuchemos a la escritora y psicóloga Acheli Panza: “En la menopausia hay de todo: mujeres que la pasan muy bien, que la pasan mal y que la pasan regular. ¿Por qué? Porque la menopausia viene asociada con un cambio de roles de la mujer. Antes estaba asociada al nido vacío y a la crisis femenina. Y ahora el nido vacío es una oportunidad: la mujer se queda sola y vive experiencias que antes no vivía porque tenía que dedicarse a su función laboral y ser madre. Es una gran oportunidad que se empiece a hablar de la menopausia no desde un lugar biológico sino subjetivo«.

La especialista cita, cómo no, a Freud, al que define como «feminista sin proponérselo». Elige este concepto: ‘“La mujer es todo aquello que no puede ser capturado’. Es decir: todo aquello que no puede ser capturado por los mandatos, y es desobediente, todo eso es la mujer. Por eso, Freud empieza a tratar a las histéricas que tenían sintomatología biológica, no podían caminar, por ejemplo, y lo primero que dice es:‘ Yo les creo’. ¿Por qué? Porque eran consideradas locas y la locura es un no lugar. Se creía que, por tener esos síntomas, las mujeres no hacían lo que les correspondía: estar dispuestas para los tipos, limpiar, etc. Y Freud dice: ‘La mujer es todo aquello que no puede ser capturado’. A partir de ese momento la cosa cambia”.

Redacción

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