El 6 de marzo el colectivo de familiares Guerreras Buscadoras de Jalisco anunció haber encontrado un Centro de Exterminio perteneciente al Cartel Jalisco Nueva Generación en una propiedad, el Rancho Izaguirre, donde se encontraron numerosos hornos con restos óseos humanos en 6 hornos cavados en la tierra, así como objetos personales de las víctimas: prendas de vestir, más de 400 pares de zapatos, cuadernos y elementos que serán evidencia sobre cómo el crimen organizado ejecuta sus métodos de desaparición. El sitio se encuentra a 60kms de Guadalajara. Por Lucía Fernández para ANRed.
En una parcela amurallada en medio de campos de caña y a pocos kilómetros de la población más cercana, se erigía el Rancho Izaguirre, a cuyo dueño el Cartel Jalisco Nueva Generación había asesinado para apropiarse del lote y realizar allí sus operaciones, las cuales habrían comenzado en el año 2012. La complicidad con las autoridades locales sería difícil de probar falsa, se asume evidente.
Según testimonios de sobrevivientes, se estima que más de 1500 personas podrían haber sido asesinadas en este Centro de Exterminio, que a su vez funcionaba como centro de entrenamiento y reclutamiento para las nuevas incorporaciones del crimen organizado. Las personas llegaban buscando empleo bajo falsas promesas y quedaban sometidas en el rancho a torturas e inhumanas vejaciones.
En el Centro de Exterminio encontraron que eran ex militares colombianos los que dirigían los entrenamientos y el funcionamiento general del establecimiento. Los jóvenes eran obligados a combatir entre ellos para sobrevivir y pasar a siguientes fases del entrenamiento.
Los detalles son escabrosos. Los niveles de sadismo y tortura que evidencian este hallazgo han vuelto a poner en boca de la opinión pública la cuestión de la violencia y las desapariciones en México, cuya cifra oficial hoy alcanza las 122.000 denuncias. Aparte, a cifra de asesinatos desde el 2006 se eleva a los 400.000. Y todo pareciera ser tan sólo la punta del iceberg.
En 2014, cuando sucedió la masacre de los 43 de Ayotzinapa, la cifra se encontraba en 30.000 desapariciones denunciadas, luego del fuerte incremento de la violencia que habían provocado las políticas de militarización y el incremento del narcotráfico. Se estima que la cantidad real de desapariciones multiplica la cifra de las denuncias realizadas, dado el contexto de terror que viven lxs familiares que denuncian.
Pero pese al terror, con el incremento de las desapariciones también incrementaron los grupos de familiares y sobre todo de Madres Buscadoras que, frente a la inacción y/o complicidad del Estado, se han echado a los campos a desenterrar con sus propias manos miles de fosas clandestinas. México es un gran cementerio humano, y cientos de mujeres están hoy rasgando la tierra para exhumar los restos, poder identificarlos y devolverlos a sus familias.
Es la primera vez que se encuentre tanta evidencia sobre cómo se realizan las operaciones de entrenamiento y exterminio, lo cual también permite estimar la dimensión de lo que estaba sucediendo en el lugar y en muchas otras partes de México. Las Madres Buscadoras se han convertido en el emblema de la búsqueda de desaparecidxs, realiazando un trabajo heroico frente a lo peor del peligro y del dolor: la de encontrar fosas clandestinas y recuperar(muchas cosas).