Hace rato que no sabíamos demasiado de ella. Y en parte es por el discreto estilo de vida que Mica Breque (36) eligió vivir. Sin embargo, meses atrás, un estreno mundial la colocó entre los más prestigiosos nombres de Hollywood y en un film británico que está inspirado en las memorias de Tom Michell, un profesor británico que llega a una escuela argentina en 1976 y cuya trama se aborda de forma paralela la violencia de la dictadura.
Es un martes cualquiera a las 10AM y apuramos un cafecito de especialidad que vinimos postergando desde hace mucho. Conocerla tanto y que nos haya confiado su historia durante muchos años siempre nos da licencias y, a la vez, nos hace partícipes de una suerte de acuerdo tácito en que guardamos detalles de la privacidad de forma natural. Esta vez la entrevista no fue planeada. Íbamos a aprovechar un esperado reencuentro para ponernos al día. Además, la idea de ese café tenía otro propósito, que sirviera de respiro a las eternas horas diarias en las que Mica está cuidando a su adorada abuela.
En un viaje exprés para despedirse su abuela materna y en medio del desolador extravío de los recuerdos, finalmente una cosa llevó a la otra y convertimos el encuentro en una charla registrada. Mica viene de estrenar The Penguin Lessons, la película dirigida por Peter Cattaneo (Full Monty, Military Wives) donde comparte elenco con Steve Coogan y Jonathan Pryce. Instalada desde hace años en Madrid y casada con el pianista y concertista James Rhodes (50), la actriz argentina vive un momento de expansión profesional que combina la madurez artística con la calma emocional de quien encontró su lugar en el mundo, y lo comparte con GENTE.

–Contale a la gente cómo fue el proceso de casting para el rol de The Penguin Lessons, que habías dado por perdido y conseguiste tres meses después.
–Fue un proceso más largo de lo que esperaba. Recuerdo que me llegó un correo para hacer un selftape justo antes de despegar hacia Buenos Aires desde Madrid. Esto había sido un viernes y el fin de semana lo tenía repleto de asados y comidas familiares que, si llegaba a cancelar, iba a generar una incomprensión familiar enorme. Así y todo conseguí grabarlo con dos amigas que me ayudaron (es verdad que cancelé ir a ver a River porque no llegaba con los tiempos, perdón papá), pero por lo menos fue para algo que valió la pena. En el proceso me fui enterando que iban cambiando la edad del personaje, incluso llegué a ayudar a una amiga actriz argentina que también vive en Madrid para hacer el mismo casting y no lo podía creer. Por aclarar, si no me tocaba a mí… ¡por lo menos que le toque a una amiga! Pero finalmente, y después de varios callbacks ya de vuelta en Madrid, me llegó una llamada de mi representante diciendo que el rol era mío.

Pingüinos, cámara y acción
En The Penguin Lessons, Mica comparte escena con varios pingüinos reales, una experiencia que mezcla ternura y surrealismo. La conexión con ellos en el set fue más que clave. En la historia, un cínico profesor que al comienzo se muestra reticente al cuidar a uno de ellos, bautizado Juan Salvador, lo adopta tras rescatarlo de un derrame de petróleo.
–¿Qué sentiste la primera vez que te dijeron que ibas a compartir escena con pingüinos reales?
–Fue una sorpresa preciosa y completamente inesperada. De alguna manera asumí que íbamos a trabajar con FX, robots o alguna variante por el estilo. Y eso sí que fue así, pero para un par de escenas específicas. El resto se trató de trabajo con los pingüinos. Filmamos con varios de ellos y recibimos coaching para saber sostenerlos, lavarlos y que ellos nos conozcan mejor a nosotros. Todo siempre fue supervisado por sus cuidadores… Una experiencia que nunca voy a olvidar.

–¿Esa interacción con los pingüinos te dejó algún aprendizaje en particular?
–Me enseñaron algo que supongo que enseñan todos los animales (y también los niños): que hay que adaptarse a ellos y que si el plan es que el pingüino camine hacia una dirección específica en una toma, sucederá sólo si él quiere. Y eso es maravilloso. Me enseñaron a estar más presente que nunca y adaptarme aún más. Y me atrevo a decir que también a todo el equipo.
Cómo fue contar una historia real sobre la esperanza y compartir set con gigantes de la actuación
–The Penguin Lessons utiliza la dictadura argentina como telón de fondo para la transformación personal de un profesor de inglés en un colegio de varones. ¿Qué te hizo conectar con esta historia y con tu personaje en particular?
–The Penguin Lessons es una historia real, la de Tom Michell, a quien tuve la suerte de conocer tanto durante el rodaje como en la première de Londres. Se trata de un profesor británico que en 1976 rescata a un pingüino de un derrame de petróleo en Uruguay. Con lo primero que conecté fue con la forma en la que una experiencia completamente inesperada puede ablandar a cualquier persona que viene cargando muchísimo dolor y, por ello, tiene el corazón cerrado a los demás. Es una historia sobre la esperanza, la comunicación y demuestra que cuando realmente nos escuchamos los unos a los otros, nos convertimos en mejores seres humanos. Mi personaje, Carina, me llevó a explorar el tema de aventurarse y tomar decisiones desde el corazón. Es algo con lo que me identifico muchísimo.
–¿Por qué te impactó tanto trabajar con Steve Coogan y bajo la dirección de Peter Cattaneo. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Una maravilla. Es que que son dos gigantes… Conmigo Steve Coogan estuvo genial. Un excelente compañero. Disfruté muchísimo cada segundo porque aprendí mucho de él, como no podía ser de otra forma. Y con Peter Cattaneo la experiencia resultó realmente inmejorable. Para ser clara, es un tipazo. Su manera precisa de dirigir me encanta. Al mismo tiempo, tanto él como Steve estuvieron siempre abiertos a propuestas y la pasamos genial. Estoy muy agradecida a los dos.

–¿Qué te sorprendió del modo en que trabajan los ingleses frente a los rodajes más latinos o europeos?
–En el equipo éramos una mezcla de españoles, argentinos y británicos. Pude notar las diferencias culturales en cosas como que nadie sabía cómo saludar al otro. Los argentinos vamos con un solo beso, los españoles con dos y los británicos se dan un apretón de manos como mucho. Eso fue divertido. Y en el momento de trabajar hubo una sintonía estupenda. Me divertí muchísimo con el humor irónico constante y, por suerte, no tuve ningún problema de comunicación con el idioma porque soy bilingüe. Creo que más no se puede pedir.
–Si tuvieras que elegir un solo fotograma mental del rodaje, ¿cuál sería?
–Sin dudas sería una escena que llevamos adelante con Steve Coogan en la que bañábamos al pingüino que habíamos rescatado. Rodar eso fue bastante surrealista y estuvimos todos completamente presentes, maleables y a disposición del pingüino, cuyo nombre, no lo dije antes, es Buba. Fue hermoso, divertido, muy técnico, improvisado por momentos también, y por todo esto, naturalmente, inolvidable.

De lo que extraña de Buenos Aires, a las historias de mujeres que sueña interpretar y el «adiós» a su abuela materna
–Vivís en Madrid hace ya un tiempo. ¿Cómo fue ese proceso de armar una nueva vida allá sin perder tu esencia porteña?
–Antes de mudarme yo ya llevaba varios años de ir y venir muy seguido; fue un proceso bastante progresivo para mí. Cuando me quedé definitivamente, ya tenía amigos, ya conocía perfectamente la ciudad y ya estaba muy involucrada en el Estudio de Juan Carlos Corazza (maestro de actores argentino). Fue un proceso bastante orgánico. Creo que la esencia siempre estará dentro nuestro, aunque, por supuesto, me adapto al vocabulario que corresponde en Madrid para ser entendida cuando quiero decir algo. Pero para todos mis amigos soy su amiga “la argentina”, y eso siempre va a ser así siempre. Imposible de modificar.

–¿Qué es lo que más extrañás de Argentina, aunque Madrid esté lleno de argentinos?
–De hecho, cuando camino por la calle el acento argentino (al menos en la zona donde vivo yo) es el que más predomina. Y me parece alucinante. Lo que extraño de Argentina son mis amigos, mi familia, a veces un poquito del caos, la idiosincrasia, nuestras expresiones (y no tenerlas que explicar) y una buena fugazzetta y fainá. No digo la carne porque todos los argentinos allá están poniendo parrillas y la verdad es que la rompen. Están dando un servicio a la comunidad argentina que es de aplaudir.
–¿Cómo lográs sostener una frecuencia tan relajada en una industria tremendamente demandante como la del cine internacional?
–Todas las personas tenemos una manera de bajar a tierra. Yo tengo varias y las practico constantemente… Y energía de sobra para abocarme al trabajo: es algo que amo hacer y no supone un esfuerzo en absoluto.

–Después de esta película, que ya gira por cines de medio mundo, ¿qué tipo de historias te dan ganas de contar o protagonizar?
–Quiero contar historias de mujeres inspiradoras. En este viaje que hice a Buenos Aires vine a despedirme de mi abuela materna, una situación más que difícil para mí. De algún modo que no sé explicar, incluso en sus últimos momentos, me está dando una enorme lección de vida. Ella tuvo una vida tremenda, como muchos de nuestros abuelos y padres inmigrantes que llegaron a raíz de guerras y violencia extrema. La fortaleza con la que vivió su vida, sus deseos que se vieron truncados una y otra vez, aún así salió adelante… Son tantas las cosas que me enseñó, y en estos momentos me sigue enseñando más que nunca. Quiero contar historias de mujeres valientes, incluso a lo mejor un poco cuestionadas (eso suele ser interesante), pero que lo arriesgaron todo por un objetivo más grande que ellas mismas.

Epílogo: un libro, cartas de amor y un «sí, quiero» en la pandemia
La calma de Mica también es, en parte, a su pleno presente con su esposo y compañero James Rhodes. Ambos parecen equilibrarse de modo casi alquímico. Se dan libertad, espacio, contención. Y juntos sueñan también con sublimar su propósito de hacer del mundo un lugar mejor aunque, por el momento, no incluya el plan de tener hijos. El llamado aún no los convoca. Y ella no es de las que responde a las expectativas ajenas.
–Tu pareja con James siempre transmite una complicidad muy fuerte. ¿En qué proyectos creativos se cruzan hoy y cómo se inspiran mutuamente?
–Con James no sé si nos cruzamos con proyectos creativos, pero sí que siempre estamos el uno para el otro. Él me inspira de maneras que no sabía siquiera que existían. Es un artista impresionante, un monstruo en el mejor sentido. Tiene una sensibilidad y empatía gigantes. Todo eso me inspira todos los días y me hace ser mejor persona.
–Lo conociste gracias a dar con su valiente libro, casi por casualidad, en una librería.
–Sí. Lo que ocurrió es que al terminar de leerlo, me salió un nivel de gratitud tan tan grande por lo que él había escrito, que tuve el coraje de comentarle una foto en redes para darle las gracias (como el resto de los otros mensajes que podían leerse en los comentarios). No me aguanté no escribirle nada y no quería mandarle un mensaje por privado porque lo sentí como intrusivo y no quise hacer eso. Un día me empezó a seguir, empezamos a hablar, nos enviamos cartas durante cuatro meses y después de todo eso, por fin nos conocimos en Madrid personalmente. Hasta ese momento sólo fue un romance epistolar, no habíamos siquiera hablado por teléfono o por videollamada.

–La otra vez me contabas que, a menos que sea algo excepcional, preferís no acompañar a tu esposo en la gira. ¿Cómo funciona eso de separar los mundos para el disfrute y la paz en el hogar?
–Son costumbres y cada pareja funciona distinto. De esta manera encontramos un equilibrio que es ideal para nosotros. James se sube a un escenario solo, con su piano y toca más de cien mil notas en un concierto, sin partitura y mucho menos teleprompter. Necesita un nivel de concentración muy alto, tiene sus rituales y yo estoy orgullosa de él. Eso no quita que de vez en cuando voy a verlo, claro.
–James trabaja con la música como vehículo de sanación y vos con la actuación, que también implica exponer el alma. ¿Se retroalimentan esas formas de arte en casa?
–Estoy segura de que sí. Creo que es inevitable. A mí me fascina el mundo no sólo de la actuación como expresión artística, sino también como una manera de profundizar constantemente en el comportamiento humano. Y si tengo que preparar o ensayar algo y de fondo está sonando Ginastera en el piano tocado por James, entro a otra dimensión y es un disfrute enorme.

La historia de amor de Mica Breque y James Rhodes
Su historia comenzó de la manera más inesperada: con un mensaje directo en Instagram. Fascinada por Instrumental. Memorias de música, medicina y locura, el libro en el que Rhodes desnuda su resiliente historia de abusos, adicciones y renacimiento a través de la música, la actriz, modelo y ex pareja de Andrés Calamaro decidió escribirle para felicitarlo. Aquel simple gesto se convirtió en un punto de inflexión que cambiaría el destino de ambos. “Voy a Madrid para que vivamos juntos. Si ya vives con desconocidos…”, le dijo él cuando la relación comenzaba a tomar forma y ella aún compartía piso con roomies, según reveló GENTE tiempo atrás.

La conexión fue inmediata y auténtica. A dos meses de su ruptura con Calamaro -con quien había compartido siete años y hasta una boda secreta en Las Vegas-, Mica se abría a un nuevo capítulo vital. En 2017, GENTE publicó la primera foto juntos, incluso antes de que ellos la compartieran en sus redes: una imagen que confirmaba lo que muchos intuían, el nacimiento de un amor fuera de los focos, pero con una complicidad evidente. Desde entonces, la actriz argentina y el pianista inglés comenzaron a construir su historia en base a respeto, humor y un profundo entendimiento emocional.

El confinamiento en Sardón de Duero, España, terminó de consolidar el vínculo. Fue allí donde, tras dos años de convivencia, Rhodes sorprendió a Micaela con una propuesta de matrimonio digna de película. “¡No me lo esperaba, se arrodilló ante mí!”, contó ella a este medio, emocionada. “Consumó ese ritual y fue un momento maravilloso, emotivo y que quedará en nuestra memoria por siempre”. El 3 de agosto de 2020 y en plena pandemia, la chica soñadora de Remedios de Escalada selló el momento con un anuncio en redes, con foto de anillo de brillantes incluido: «Hay días que jamás olvidaré. Estos son unos de ellos. Forever yours (Siempre tuya)”.

El compromiso fue apenas un paso más en una relación marcada por la sensibilidad artística y la capacidad de ambos de reinventarse. Un año después, en 2021, Mica y James sellaron su historia de amor con una ceremonia íntima en España, lejos de los flashes, pero con la misma autenticidad que los unió desde aquel primer mensaje. Hoy viven entre partituras, letras y proyectos compartidos, demostrando que, a veces, los grandes amores llegan cuando uno menos los espera, pero exactamente cuando tienen que llegar. Y a veces gracias a un libro que ojeamos un día cualquiera en una librería.
–Antes de despedirnos, una última. Si tu vida fuera una película, ¿cómo se llamaría el capítulo que estás viviendo ahora?
–Coherente conmigo. Igualmente no lo sé… los que saben poner títulos son ustedes.
Fotos: James Rhodes, @Jeosm y gentileza M.B.