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sábado, junio 7, 2025

Migración, periferias y papado. ¿Qué camino tomará León XIV?

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Al margen de la discusión sobre el poder real o simbólico del Vaticano como Institución política o cultural, parece innegable que el Papa Francisco se pronunció durante su papado sobre determinadas realidades sociales y políticas (genocidio en Gaza, cambio climático, desigualdad y pobreza) de manera más clara y directa que muchos de sus recientes predecesores. Entre esos temas, la opción por la periferia y los que están en ella, y en situaciones de vulnerabilidad, de manera más o menos transitoria, señaló a los migrantes, el trato que reciben y las políticas de control actuales. Francisco, hijo de migrantes italianos en Argentina, construyó una teología y política del “encuentro con los vulnerables”.

Sus alusiones y referencias excedieron la calificación para enjuiciar las políticas hacia los migrantes, indicando por ejemplo que la “legítima regulación de la migración nunca debe socavar la dignidad esencia de la persona”, condenando la indiferencia y desprecio que sufren los migrantes en sus procesos migratorios y una vez en los países de destino. A estas palabras y discursos sumó gestos de gran carga simbólica. Su primer viaje fuera de Roma fue a la isla italiana de Lampedusa en 2013, tras el naufragio de una lancha neumática procedente de Túnez, con decenas de muertos. En 2016, visitó la isla griega de Lesbos y el campamento de Moira, en el que vivían en condiciones lamentables cerca de 3.000 solicitantes de asilo procedentes de Siria. En su regreso a Roma, 12 refugiados sirios, entre los que había seis menores de edad, lo acompañaron en el avión papal. En 2024, se hizo eco de naufragios en Canarias y lamentó públicamente la tragedia ocurrida en El Hierro en septiembre de ese año, en la que muertos y desaparecidos sumaron 60 personas.

Más recientemente, con la llegada de Donald Trump y su nueva administración, Francisco habló abiertamente de las deportaciones masivas como acciones que lastiman la dignidad humana. En este contexto, contraatacó esas políticas promoviendo el nombramiento de obispos y cardenales defensores de migrantes en Estados Unidos. Cabe recordar aquí que también la reverenda Mariann Budde incomodó visiblemente a Trump en su primer servicio en la Catedral Nacional de Washington, cuando le pidió “piedad” con inmigrantes y miembros de la comunidad LGTBI+ y le recordó que la mayoría de los migrantes no son delincuentes.

La elección del Papa León XIV abre interrogantes en este tema: ¿mantendrá esta opción por los migrantes? Esta pregunta que está sobre la mesa abre la discusión sobre si el Papa León XIV continuará denunciando las consecuencias de las medidas políticas imperantes, que cosifican y denigran a los migrantes y sus derechos. Algunos elementos de su biografía ofrecen algunas pistas. En primer lugar, su cercanía con Perú y sus vínculos con zonas humildes, así como su conexión con ese sur global expulsor de migrantes, unido a su sensibilidad hacia las personas desplazadas, marginadas y refugiadas, parecen anticipar que su posición estará alineada con su predecesor.

Por su nacionalidad estadounidense cabe esperar que las situaciones y políticas migratorias y de asilo de este país centren incluso más su atención y discursos. En ese sentido, en los primeros días de su Pontificado, ya se ha revisado su cuenta de X (antes Twitter) para encontrar diversos retuits que, bien directamente critican la política de Trump en materia de migración, o que apelan a valores y principios cristianos contrarios a las consecuencias de ésta. En un retuit del 14 de abril, se unió a las críticas por la deportación del inmigrante indocumentado de Maryland, Kilmar Abrego García, padre de tres hijos. En otro afirmaba. que J.D. Vance se equivoca si cree que “Jesús nos pide que clasifiquemos nuestro amor por los demás”. Pero, en el pasado, también apoyó a los beneficiarios del programa DACA, aquellos inmigrantes indocumentados que llegaron a EEUU siendo niños, y criticó la política de la primera Administración Trump cuando alejó a los niños de sus padres y los encerró en jaulas.

La opción del Vaticano por los migrantes, bajo el liderazgo de Francisco y posiblemente con León XIV, no puede analizarse únicamente en clave religiosa o humanitaria, sino que podría afirmarse que representa una forma de diplomacia moral transnacional que desafía algunos de los pilares de la geopolítica contemporánea: la securitización de las fronteras, la instrumentalización del miedo al «otro» y la externalización de las responsabilidades migratorias hacia terceros países. Pero también, una diplomacia y un discurso que dé sustento a la diplomacia del sur global en sus demandas migratorias hacia el norte.

En un momento en el que actores como la Unión Europea, EE.UU. e incluso gobiernos latinoamericanos endurecen sus políticas migratorias, el Vaticano ha actuado como un recordatorio incómodo de los compromisos éticos y jurídicos internacionales, incluyendo la Convención de Ginebra, los Pactos Globales sobre Migración y el principio de no devolución.

Además, su discurso colisiona con narrativas que vinculan migración con amenaza identitaria o riesgo para la seguridad. En contextos electorales polarizados, como en Europa y EE.UU., donde la migración es utilizada como arma política, esta postura constituye una intervención discursiva contrahegemónica que intenta desplazar el eje del debate desde la “gestión del riesgo” hacia la “defensa de la dignidad humana”, enarbolado por las organizaciones de la sociedad civil y algunas organizaciones internacionales.

Ese discurso contra hegemónico puede parecer simbólico, pero las palabras y gestos del Vaticano tienen efectos reales en la opinión pública, en las iglesias locales y en la agenda internacional. En tiempos de crisis humanitarias crecientes, con guerras, cambio climático y desigualdad como factores impulsores del desplazamiento forzado, su insistencia en una ética global de la acogida confronta directamente la lógica de cierre de fronteras y nacionalismos excluyentes.

La pregunta no es sólo si el nuevo pontífice seguirá la línea de Francisco, sino si el mundo político está dispuesto a escuchar una voz que recuerda que, en el corazón de la política migratoria, no debería estar el control, sino las personas: los migrantes y solicitantes de asilo.

Nota publicada anteriormente en realinstitutoelcano.org

Redacción

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