“Yo no quería peinar a cualquiera. Vengo de una época en la que se inauguró la televisión. Peiné a Mirtha Legrand en 40 kilates y lo último grande que hice fue con Susana Giménez en Piel de judas. Mi trabajo fue principalmente en teatro, televisión y en mi peluquería”. En su relato, Miguel Romano da una pincelada de la farándula argentina. Por sus manos pasaron los cabellos de estrellas nacionales e internacionales que marcaron un antes y un después en sus actividades.
Pero este camino legendario que realizó profesionalmente, tuvo un punto de quiebre con una de sus icónicas figuras: Susana, la gran diva de los teléfonos, con quien se peleó fuertemente hace unos años y hasta hoy tiene un ácido recuerdo del fin de esa relación. Tal es así que hasta evade el hecho de hablar de la gran amistad que los unió durante décadas.

-¿Hay figuras hoy?
-No. La única que es divina es Moria. La amo. El día que falleció mi mujer estuvo todo el tiempo a mi lado. No se movió. Ella me consolaba. Fue un amor cómo se comportó. La llevo en mi corazón porque en ese momento necesitaba agarrarme de alguien, y la tuve a ella.
-¿Se puede decir que con Moria te une una amistad?
-Sí. Ella estuvo muy presente cuando pasó lo de mi esposa. Una de las anécdotas que tengo con su familia es cuando fui a peinar a Sofía Gala para sus 15 años. Le pregunté cómo quería el peinado y me dijo que hiciera lo que quiera porque yo era un grande. La dejé hermosa… Mirá de que época te hablo. Hoy ya es una adulta con un hijo, y acá sigo yo.

-¿Y quienes te marcaron positivamente?
-Quiero mucho a Nacha Guevara y a Graciela Borges. Le agradezco a Amalita Fortabat, a la señora Herrera de Noble y a Inés de la Fuente. A Fortabat le rezaré toda la vida porque viaje por el mundo con su avión privado. Era tremendo. En ese tiempo casi vivía con ella porque quería una exclusividad: ya ni podía trabajar. Un día me llamó porque se enteró de que estaba armándome una quinta y me preguntó qué me faltaba. Le dije que me faltaba mucho porque recién comenzaba. “Vaya y elija la pileta más linda que encuentre”, fue su frase. Así pude armarme una casa maravillosa. Me regalo cuadros invaluables de artistas como Benito Quinquela Martín. Después de vivir con Amalita y con Herrera de Noble, no nada que lo supere. Ernestina se compraba de a cuarenta películas; me daba los cheques en blanco para que los llene. Son gente que Dios me mandó. Por eso tengo lo que tengo. Las de ahora son unas ratas al lado de esta gente.


-¿Primeras damas?
-Los presidentes siempre me llamaban. La última fue Cristina Fernández, un empleado mío vivió para ella. Pero yo no quise saber nada. Fue muy correcta conmigo.
-Me hablaste poco de Susana.
-No quiero hablar de ella. Está viviendo en Uruguay, no voy a ir allá a peinarla. Me mandó a descansar y estoy descansando. Nada más. Eso es lo que me dijo. La peiné durante 54 años. Una vida. Cuando nos despedimos me dio unos pesos (lanza una risa irónica) y me mandó a descansar en la casa hermosa que tengo. Dejémoslo acá.
El día que Miguel Romano peinó a Freddie Mercury
“Fue una locura peinar a Freddie. Mi hija Paola estaba en Estados Unidos conmigo. Le dije que venía él y se puso a llorar. Le corté el pelo. Tenía una melena llena de rulos. Le dije, en español, “tu cara es más bonita que tu pelo”. Murió con el corte que le hice yo”, recuerda en diálogo con Revista GENTE.

-¿Cómo llegó a vos?
-Preguntaron quién era el mejor peinador de Argentina y me llamaron. La producción me contactó. Constantemente había una traductora al lado mío.
-¿Y qué otras experiencias se te vienen a la mente?
-Que Tita Merello y Niní Marshall venían a peinarse a un local que yo tenía en Villa Urquiza. Poco meses antes de morir, Niní vino a dejarme todas sus pelucas. Las dos iban juntas a esa peluquería, lejos de la zona más comercial de Buenos Aires. Todo un logro, mucho antes de que lleguen Moria o Susana.
Fotos: Alejandro Carra y RS
Retoque digital: Darío Alvarellos