En una cena organizada por la Fundación Faro, Javier Milei volvió a sorprender con declaraciones incendiarias y una interpretación de la realidad que parece cada vez más alejada del día a día de los argentinos. Rodeado de empresarios afines, funcionarios de su gabinete y figuras de la extrema derecha, el mandatario defendió los polémicos vetos que firmó recientemente contra leyes que buscaban mejorar la situación de jubilados, personas con discapacidad y beneficiarios de moratorias previsionales.
Milei intentó justificar sus decisiones al afirmar que “las jubilaciones hoy están arriba de los 320 dólares” y que “hay salarios de 1100 dólares”. Pero lejos de encontrar empatía, sus palabras generaron indignación. “Dicen ‘ay, no se llega a fin de mes’, pero eso es un discurso para ponerse sensiblero. Si fuera cierto, la calle estaría llena de cadáveres”, lanzó sin filtro, en una frase que retrata con crudeza su desconexión de la realidad social.
El acto se realizó en el Yacht Club de Puerto Madero, en un clima íntimo y con luces tenues. Allí, Milei apuntó contra sus opositores con una violencia verbal alarmante: los llamó “zombis infectados por parásitos mentales”, y cargó duramente contra el gobernador bonaerense Axel Kicillof, a quien calificó de “enano soviético” e “inútil esférico”.
No conforme con los insultos, el presidente adelantó que enviará un grupo de “24 reformistas” a recorrer las provincias para revisar impuestos y detectar “ñoquis”. El operativo será coordinado por Felipe Núñez, asesor del Ministerio de Economía. Se trata de una avanzada que busca debilitar la estructura estatal en los territorios, bajo el argumento de “eficientizar el Estado”.
Milei también dejó en claro su preocupación por el escenario electoral bonaerense, donde las encuestas no le sonríen. Aseguró que el 7 de septiembre marcará “el piso” para su espacio, y volvió a usar una metáfora macabra: “Hay que ponerle el último clavo al cajón del kirchnerismo”.
Durante su discurso, reiteró que el ajuste fiscal de su gobierno es “el más grande de la historia de la humanidad” y sostuvo que “sacar el país adelante llevará entre 30 y 40 años”. Según él, el “ajuste de guerra” es una necesidad, incluso si eso implica ignorar los derechos sociales. “Violar la restricción presupuestaria no es de desalmado”, afirmó. “Peor es financiarlo con deuda o con emisión”.
En el evento, también tomaron la palabra figuras de la derecha económica y cultural. Uno de los momentos más polémicos fue cuando Miguel Boggiano, asesor presidencial, sostuvo que “da vergüenza en Argentina decir que uno quiere ganar dinero” y alentó sin pudor a “no tener vergüenza de echar gente”.
Mientras tanto, la Fundación Faro, dirigida por Agustín Laje, presentó a sus nuevos voceros y celebró una “investigación” donde concluyeron que las personas de izquierda tienen peores hábitos que las de derecha, midiendo ítems como “higiene”, “laboriosidad” o “orden en el hogar”.
Así, entre metáforas violentas, teorías conspirativas y promesas de un futuro lejano, Milei volvió a exhibir una visión de país donde la empatía no tiene lugar y el sufrimiento social es negado con ironía. Para el presidente, la crisis es apenas un “discurso sensiblero” y los derechos, un obstáculo para su cruzada ideológica.