El nuevo jefe virtual de gabinete abrió otra ventanilla de atención al público para construir su nueva función. En sus oficinas privadas de Palermo Chico, sobre la avenida Salguero, Digo Santilli dialogó discretamente con un grupo de los “normales” del Congreso, que pueden ser decisivos para su nueva tarea. Recibió el viernes, bien a contrafrente y lejos de las miradas indiscretas, a un grupo del entendimiento multibloque que está llamado a ser una de las bisagras de la nueva legislatura: Miguel Pichetto, Nicolás Massot y Emilio Monzó (Encuentro Federal) y Álvaro González, integrante del PRO, pero disidente en la táctica del partido de subirse a la agenda de La Libertad Avanza.
Este grupo representa a los racionales del medio, esa especie de centrão (como dicen en el Congreso de Brasil) por donde pasa todo y deciden más de lo que parece. El jefe formal de gabinete es Manuel Adorni, pero este gobierno ensaya el mismo formato de los gobiernos peronistas hasta 2023: designa a un titular de cartera, pero las funciones la ejercen otros. Es el caso de Lule Menem, decisor mayor en el Gobierno, que actúa undercover bajo la hermana Karina. O el monotributista Caputo que se atribuye funciones de spin doctor -estratego mayor- por sobre otros ministros. Esto lo inventó Eduardo Duhalde, quien le confió la política social a su mujer Chiche Duhalde como asesora de la presidencia. Decidía por sobre la ministra de Desarrollo Social Chichi Doga, que firmaba. Lo mismo hacía entre 2002 y 2003 Hugo Toledo. Administraba las obras públicas, como asesor presidencial, por sobre los ministros de Infraestructura.
Por qué todos festejan
La nueva legislatura motiva los festejos de los dos polos. El oficialismo celebra haberle ganado al peronismo en la sumatoria nacional de votos y haberles mojado la oreja en Buenos Aires, aunque sea por unas décimas de punto. El peronismo festeja que mantiene 99 diputados y la primera minoría en las dos cámaras. Pero todos reconocen con sinceridad que para el Gobierno ese éxito se traduce en un cambio de camisetas del PRO o la UCR y otros estilistas del transfuguismo. No son tropa propia y con el mismo desapego con el que se ponen la camiseta morada de LLA, se la pueden sacar cuando empiece a apretar el calor. Son una tropa provisoria, casi unos mercenarios que mientras reciban la soldada apoyarán al gobierno, pero tienen la muñeca libre para soltarle la mano en cuanto cambie el viento.
Mientras tanto, el peronismo resiste para que no les ocurra lo de 2016. En el primer año del gobierno de Cambiemos el peronismo entró en un ciclo cismático. Llegó a tener dos bloques en el Senado y tres en Diputados. Esas divisiones permitieron que los primeros años de la gestión de Mauricio Macri se beneficiasen con logros notables, como el acuerdo con los acreedores externos, la sanción de decenas de leyes, los consensos fiscales y una reforma previsional que se la recuerda hasta hoy como ventajosa para los jubilados.
Con este panorama se entiende que Santilli haya citado en el primer lote de reuniones a los diputados del grupo de los normales. Lo que este sector haga decidirá la suerte de los proyectos que dice necesitar el Gobierno para cumplir con su promesa de la revolución. No ayuda a la unidad que Máximo haya dicho “Axel fue y es una herramienta de Cristina como muchos de nosotros”. Tampoco que desafíe a ser reelegido como presidente del PJ Buenos Aires.
Laboral: reforma, pero no tanto
Milei les dijo a los diputados amigos que ya había cumplido con el 98% de sus promesas electorales y ahorita solo le faltan algunas minucias que llama “reformas de segunda generación” – ¿entrarán en ese 2% la dolarización o la abolición del Banco Central? Los visitantes del viernes escucharon la misma minuta que ese día les leyó Santilli a Raúl Jalil y a Nacho Torres: presupuesto, reformas fiscal, previsional y laboral, insistiéndoles que no se debe hablar de reforma laboral sino de modernización laboral.
Cumple con la consigna que les explicó durante la semana Milei a sus visitantes: es modernización porque no nos vamos a meter con los trabajadores formales. Vamos a legislar para los nuevos trabajadores que se incorporen al mercado formal. Esta jibarización de la expectativa de los empresarios traerá ronchas. En el lenguaje sindical quiere decir que no tendrán mucha suerte los proyectos de eliminar la ultraactividad de los convenios, los acuerdos por empresa y no por rama o actividad, ni la eliminación de los aportes solidarios a los sindicatos.
Eso no era lo pactado, se quejarán las centrales empresarias, y lo festejarán los dirigentes sindicales. Estos saben que la reforma laboral fue el karma de todos los gobiernos. Fracasó Alfonsín, De la Rúa cayó por una denuncia por ese debate en el Senado, Néstor Kirchner y Cristina fracasaron en los intentos de flexibilizar el mercado laboral. Cuando intentaron que el Congreso avanzase en la declaración de actividades esenciales en caso de huelgas, el bloque del peronismo que controlaba Héctor Recalde les puso la tapa.
Tampoco avanzaron las reformas que había pactado Macri con los sindicalistas en el mejor momento de Jorge Triaca en el ministerio. La reforma que quedó en pie durante la primera legislatura de Milei despendejó -diría Pichetto- los proyectos que venían en la Ley de bases y en el DNU 70. Rigió la sentencia que convalidó Toto Caputo y sus referentes en la Secretaría de Trabajo, que yace agazapada en el ministerio de Capital Humano: la reforma laboral será lo que digan Pichetto y la CGT. Esa sentencia seguirá en pie en esta nueva aventura legislativa.
Las condiciones de «los normales»
El cuarteto escuchó las demandas de apoyo al presupuesto 2026 y a esas reformas que hasta ahora son un título -nadie ha visto la letra ni gruesa ni fina de las iniciativas-. Los invitados le respondieron que Encuentro ha elaborado un proyecto que mantiene el equilibrio fiscal y exige que se incluyan artículos hoy ausentes: el contenido de las tres leyes sancionadas por la mayoría del Congreso, vetadas e insistidas (universidades, discapacidad y Garrahan), la exención de IVA a los medios de comunicación y la inclusión de los fondos que la Nación se comprometió a pagar a la Ciudad de Buenos Aires, según un acuerdo firmado en la Suprema Corte de Justicia.
Santilli les insistió que esperan que el Presupuesto se trate con la nueva legislatura. Eso se lo había dicho ya Martín Menem a los bloques. Estos le plantearon la necesidad de que antes del final de esta legislatura, se apruebe en las dos cámaras la integración del Colegio de Auditores de la Auditoría General de la Nación. Santilli les explicó que eso está demorado porque La Libertad Avanza quiere poner auditores propios. La prueba de amor y poder por parte de Santilli será conseguir que el oficialismo ceda en esa insistencia y admita el acuerdo que tienen los partidos de la oposición en las dos cámaras.
Entre tuneleros se entienden
Este encuentro con los normales sale al cruce de la tarea que llevan adelante diputados del PRO disidentes como Álvaro González, otros del PRO y de la UCR para darle envergadura al bloque bisagra que aspira a gravitar entre las dos primeras minorías.
El capital principal de Santilli es que se lleva bien con todas las tribus. La prueba la dio el martes cuando logró que el oficialismo se quedase con el dictamen de mayoría del Presupuesto en la Comisión de Presupuesto y Hacienda.
Festejó ese triunfo el miércoles por la noche junto a los diputados del PRO que reunió Cristian Ritondo en el quincho del 3er piso de la sede partidaria de Balcarce. Todos saben que la mitad de esa victoria se la debe al peronismo de Unión por la Patria que logró empatar en votos para que desempatase el presidente de la comisión. UP eludió apoyar el proyecto alternativo de Encuentro Federal. Si eso hubiera ocurrido, la oposición se quedaba con el dictamen de mayoría y le aguaba la fiesta a Olivos.
Colaboraron el bloque de Encuentro -renuente en buscar el apoyo de UP, una foto que nadie quiere hoy en la oposición–, y también el PRO y la UCR que firmaron el dictamen de mayoría en disidencia. Con todos esos condimentos la oposición también se cobró una victoria, porque en realidad el Gobierno y Santilli no querían que la comisión tuviera número, ni para sesionar ni para dictaminar. Todos saben que con el número actual o con el de la nueva legislatura, el Gobierno necesita el apoyo de otros bloques para tener Presupuesto. Pero entre tuneleros se entienden.
Semáforo rojo para cuatro puntos no negociables
Ese entendimiento se expresa en un informe reservado sobre el proyecto de Presupuesto que elaboraron legisladores y expertos de los bloques de la oposición negociadora. Tiene 31 páginas y se preparó en la oficina del senador radical por el Chaco, Víctor Zimmermann. El informe está encabezado por un coqueto semáforo que enumera los artículos que aceptan sin discutir, un número equivalente de artículos señalados en amarillo que es lo que quieren discutir, y otros cuatro en rojo, que son rechazados de plano. Estos artículos se refieren a la eliminación de los pisos de financiamiento garantizados por leyes de la nación para la educación (art. 30° del proyecto); el flujo financiero de los Fondos Fiduciarios a las provincias que reciben el castigo por la eliminación de estas cajas (art. 58°); sobre el traspaso de los fideicomisos de las centrales Belgrano y Timbues a las provincias (art. 69°); y la manera de repartir el subsidio de la energía en zonas frías del sur y zonas templadas del Norte. Estos cuatro puntos son rechazados por los bloques amigables.
La minuta exhaustiva sobre el presupuesto fue analizada con diputados del radicalismo, como Lisandro Nieri, Nicolás Massot (de Encuentro Federal) y Alberto García de Luca, asesor de los gobernadores Maxi Pullaro y Nacho Torres. Es la tabla de mareas para el debate del Presupuesto. El debate avanza al punto de que Ezequiel Atauche (presidente de Presupuesto y Hacienda por los morados del Congreso) y Carlos Heller (referente de UP en esta materia) tienen copia para alentar la discusión.
Las peñas contraatacan
Esta transición habilitó la tarea de varias peñas partidarias para acomodar el rol de la oposición en la nueva legislatura. El peronismo abrió en la sede de Matheu un grupo de trabajo que integran el presidente interino José Mayans, un grupo de vicepresidentes -Lucía Corpacci, Ricardo Pignanelli, Mariel Fernández (intendenta de Moreno)- y los jefes de bloque, el propio Mayans del Senado y Germán Martínez de Diputados.
Este grupo sesionó tres veces en la semana que pasó. Prepara una consulta con dirigentes de todo el país para blindar la unidad de los bloques y escuchar temas para incluir en una andanada de propuestas que le quite la iniciativa al Gobierno en la nueva agenda. Están escuchando a nuevos legisladores como Jorge Capitanich, que viene por la minoría del Chaco y presentó una lista de 100 iniciativas políticas y de economía para reunir una artillería que saque del medio pedidos de rutina del gobierno. El Ejecutivo lanza consignas, pero habla de reformas ya conocidas sin mostrar las letras y pide un Presupuesto sobre cuya necesidad debe aún dar pruebas.
A este cenáculo debe llevar Juan Manuel Olmos el proyecto de reglamentación de la Auditoría General de la Nación. Dijo durante la semana que ya lo tiene listo, pero que lo debe discutir con los bloques del peronismo. Seguramente buscará alguna conciliación con el proyecto que reformuló, por orden de Olivos, Martín Menem. Propone aumentar el número de auditores por cada cámara, pero reduciendo los mandatos, que hoy son de ocho años.
Radicales, bisagra en el Senado
También el radicalismo comienza a mover la rueda. Viene de un cataclismo electoral en donde la marca UCR ha quedado distraída por alianzas locales o el encastillamiento de los dirigentes en sus necesidades de distrito. El exministro Jesús Rodríguez, que coordina uno de los principales think tanks del partido, la Fundación Alem, distribuye en estos días un documento de 10 páginas con el título “Agenda de debate para construir una alternativa en 2027”.
El documento hace un diagnóstico que prevé problemas al plan de gobierno por agotamiento de las medidas. Destaca la oportunidad para que el partido sea el eje de una conversación sobre la base de “conjunto de ideas básicas sobre las frustraciones del país y las aspiraciones de sus ciudadanos, un programa que proponga respuestas a todos esos desafíos, una organización política que lo lleve adelante y una coalición social que lo sostenga”. Afirma que entre los dos polos en tensión (peronismo y oficialismo) “se encuentra un archipiélago de fuerzas que ofreció poca competitividad a un electorado cuyas preferencias no son tan diversas. Esa fragmentación es, en cambio, el resultado de la incapacidad de la dirigencia para construir acuerdos”.
Enumera una agenda de temas a debatir que sintetiza las propuestas de apertura al mundo, sostenibilidad de la economía, reparto del producto y republicanismo. Esta propuesta tiene que ver con la elección del nuevo presidente del Comité Nacional UCR en diciembre próximo, y llama a un debate para construir una mayoría que oxigene al partido después de las experiencias entrópicas de Martín Lousteau y Rodrigo de Loredo que sacaron al radicalismo de la competencia nacional.
El documento señala que el radicalismo debe nacionalizar el diagnóstico y las soluciones y moderar el ensimismamiento en distritos donde gobierna. “Esa alternativa -concluye- queda a cargo del arco moderado y progresista del sistema político. Requiere del protagonismo, por lo tanto, de la Unión Cívica Radical, que debe asumir ese reto, y tiene que gestarse con diligencia y lucidez para que pueda surgir con fuerza hacia el próximo turno constitucional”. Hablando en plata es un llamado a la consolidación de una fuerza que llegó a tener 110 diputados cuando Mario Negri conducía el interbloque de Juntos por el Cambio (2015-2019) y se ha reducido a mínimos históricos. En el Senado tendrá 10 legisladores en la nueva legislatura, que también serán una bisagra entre un oficialismo que puede llegar a los 20 frente a un peronismo que baja de 34 a 28 senadores.





