Durante su intervención en la 80ª Asamblea General de la ONU, el presidente Javier Milei lanzó una dura crítica al papel actual del organismo multilateral, calificándolo como un “gobierno supranacional de burócratas internacionales” que pretenderían imponer “un modo de vivir determinado” a los ciudadanos del mundo.
Según Milei, la ONU habría abandonado su misión original, pasando “de mediar paz entre estados” a decidir no solo qué debe hacer cada país, sino qué deben hacer los individuos.
Admitió que hay “problemas globales que requieren cooperación internacional”, pero advirtió sobre “extralimitaciones” que surgen bajo agendas que, según él, exceden los límites institucionales establecidos.
También denunció que la ONU ha desarrollado una “hipertrofia de administraciones”, con múltiples organismos, agencias y programas que – dice – no resultan efectivos, mientras que “nadie rinde verdaderamente cuentas” por las deficiencias.
Para revertir ese rumbo, propuso que la ONU se “reforme” volviendo a sus bases fundacionales: priorizar la paz y seguridad, que su intervención se limite a temas que excedan las capacidades estatales, simplificar normas y auditar programas poco eficaces.