El presidente de Argentina, Javier Milei, ha obrado un milagro: unir en su contra a los 24 gobernadores del país, un grupo poderoso que hasta ahora se había mostrado más proclive a apoyarle en el Congreso, donde la ultraderecha está en clara minoría, que a enfrentarse a él. Entre los jefes provinciales hay caudillos peronistas con décadas en el poder, kirchneristas, antiperonistas y jefes de movimientos locales. Ninguno del partido de Milei. La Casa Rosada los había tenido a raya prometiéndoles fondos para sus territorios y, a los más “dialoguistas”, alianzas electorales con La Libertad Avanza de cara las legislativas de octubre.
En distinta medida, los gobernadores dependen del dinero que el Ejecutivo federal recauda en su nombre y luego reparte. Pero en su afán por conseguir superávit fiscal, Milei se ha quedado con esos fondos provinciales, una estrategia de estrangulamiento financiero que completó con la paralización total de la obra pública nacional. Tampoco fue generoso en la política: convencido de que su partido “arrasará” en las elecciones, lleva meses imponiéndoles candidatos propios. Todo estalló la semana pasada. Cansados de las promesas incumplidas, los gobernadores aprobaron con el voto de sus senadores una batería de leyes que aumentan el gasto público. Milei respondió como de costumbre: con insultos a diestro y siniestro. Los acusó “a todos”, aliados y rivales, de ser “degenerados fiscales” y de pretender destruir su Gobierno. Su ejército de trolls, financiados con dinero público, activó una campaña en redes en la que llamaba a “sacar los tanques a la calle” para “dinamitar el Congreso con los diputados y senadores dentro”.
Víctima involuntaria ha sido la vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien ejerce también como presidenta del Senado. Milei la tildó de traidora por no evitar la sesión, consumando una ruptura del binomio presidencial que se cocinaba casi desde el inicio de la gestión ultraderechista, hace 18 meses. Villarruel acompaña a Milei desde su época de diputado libertario. De familia militar, es una negacionista de los crímenes de la dictadura y antiabortista. Esperaba convertirse en ministra de Defensa, pero Milei tenía otros planes. El enfrentamiento entre ambos es ahora total. La vicepresidenta acusó al presidente de ser un inmaduro que vive sometido a su hermana y secretaria de la presidencia, Karina Milei. Y si se trata de ahorrar gastos, le dijo, que lo haga en la SIDE, la agencia de espionaje, la única dependencia estatal que se ha salvado de la motosierra.
La rebelión de los gobernadores y la pelea con Villarruel ponen en evidencia el agotamiento de la estrategia de confrontación de Milei. El presidente argentino ha demostrado una gran capacidad de destrucción de lo establecido —ese era el mandato que recibió en las urnas— pero pocas habilidades para construir algo nuevo. La ultraderecha, y no es un dato menor, seguirá en minoría en el Parlamento aunque obtenga un excelente resultado en octubre porque parte de un suelo muy bajo de diputados y senadores propios. Cerca ya del ecuador de su mandato, Milei debe demostrar aún que además de un provocador exitoso es también un buen político.