El Presidente Javier Milei volvió a dar muestras de su visión política desconectada de la coyuntura argentina, esta vez en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. Frente a un auditorio semivacío, el mandatario ensayó un discurso en el que criticó al organismo internacional por “extralimitarse en sus funciones” y propuso como alternativa el modelo de “Estado mínimo” que, según él, ya aplica en la Argentina con la motosierra del ajuste.
Un discurso ideológico, no presidencial
“Así como la Argentina ha iniciado un proceso de optimización del Estado eliminando estructuras redundantes y devolviendo recursos a los contribuyentes, entendemos que la ONU necesita un camino similar”, afirmó Milei, repitiendo casi de memoria los discursos con los que defiende su política interna. Mientras la inflación acumulada devora los ingresos y los índices sociales empeoran, el mandatario se dedicó a exportar su manual del ajuste como si se tratara de un modelo exitoso.
En su exposición, el Presidente planteó que la ONU debe regirse por cuatro principios: mandato esencial, subsidiariedad, diligencia institucional y simplificación normativa. Bajo esa fachada académica, se escondió otra vez el mismo repertorio: menos Estado, menos regulaciones y más espacio para el mercado.
Pero el auditorio internacional no reaccionó con entusiasmo. La falta de convocatoria de su exposición, contrastó con la grandilocuencia de un discurso pensado más para sus aplaudidores oficiales que para interlocutores globales.
Entre el dogma y la desconexión con la realidad
El tono doctrinario del Presidente mostró, una vez más, la distancia entre sus preocupaciones y las necesidades de la Argentina. No hubo mención a la crisis social que golpea a los barrios populares, ni al retroceso de la industria ni a la caída del consumo. Tampoco apareció en su discurso la creciente conflictividad laboral y sindical, ni el malestar que atraviesa a sectores productivos estratégicos.
En cambio, Milei prefirió insistir con la idea de que el mundo está “estancado en la comodidad del presente”, y que solo abrazando la incomodidad, es decir el ajuste, se podrá construir un futuro de prosperidad. La ironía está en que millones de argentinos ya padecen las consecuencias de esa supuesta “incomodidad”, con jubilaciones que pierden poder adquisitivo, trabajadores empobrecidos y servicios públicos desmantelados.
El mandatario se presenta como un faro de la libertad, pero sus recetas implican, en los hechos, una pérdida de derechos y un deterioro de las condiciones de vida. Su paso por la ONU fue otro intento de instalar que la motosierra es un modelo a exportar, aunque la realidad muestra que es una herramienta de demolición social.
Así, mientras Milei se exhibía en Nueva York, en la Argentina se multiplicaban los cuestionamientos a su plan económico y a su nuevo acuerdo el Tesoro de Estados Unidos. Con un discurso rígido, dogmático y ajeno a la realidad, el Presidente volvió a demostrar que gobierna desde un pedestal ideológico, lejos de los problemas de quienes deberían ser su principal preocupación: los argentinos.