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miércoles, septiembre 10, 2025

Milei podría aprender de su derrota en Buenos Aires

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El resultado peor de lo esperado del partido de Javier Milei en las elecciones locales del domingo abre otro capítulo turbulento en la siempre volátil política argentina. Las decisiones que le esperan al líder libertario no son fáciles, pero un cambio de rumbo oportuno podría encarrilar de nuevo su presidencia hacia su trayectoria revolucionaria.

La Libertad Avanza, de Milei, quedó por detrás del peronismo por casi 14 puntos porcentuales en la provincia de Buenos Aires, lejos del “empate técnico” que el presidente había augurado la semana pasada. Los precios de los activos argentinos cayeron comprensiblemente con los resultados del lunes, lo que puso en duda la viabilidad de su plan económico.

Es cierto que no debemos dar demasiada importancia a unas elecciones provinciales, sobre todo teniendo en cuenta el famoso carácter voluble del electorado argentino.

Como han señalado otros comentaristas, la provincia de Buenos Aires no es un buen indicador de las preferencias nacionales, y La Libertad Avanza ganó escaños en el congreso provincial a pesar de sus decepcionantes resultados. Las elecciones de mitad de mandato del 26 de octubre siguen siendo la verdadera prueba.

Pero el propio Milei convirtió estas elecciones en un referéndum sobre su gobierno. En lugar de hacer campaña sobre los numerosos problemas a los que se enfrenta el distrito más grande de Argentina tras cuatro décadas de dominio peronista, planteó la votación como un veredicto sobre su presidencia.

Los inversores le tomaron la palabra. El resultado es un desastre innegable para el gobierno, que ahora se enfrenta a siete largas semanas hasta las elecciones de mitad de mandato en medio de la inestabilidad financiera y la debilidad política.

En esencia, Milei malinterpretó la dinámica que lo llevó al poder. El profundo desdén de los votantes argentinos por los políticos tradicionales puede haberlo impulsado a la presidencia a finales de 2023, pero el desprecio y la grandilocuencia no son una estrategia de gobierno. El éxito en el cargo requiere no solo luchar, sino también saber cuándo negociar con actores poderosos como gobernadores y legisladores, especialmente dada la débil base parlamentaria de su partido.

El presidente que el año pasado firmó un prometedor pacto de modernización del Estado con 18 de los 24 gobernadores del país ni siquiera ha logrado reunirse con ellos este año en medio de amargas disputas presupuestarias.

Envalentonado por el sólido resultado electoral en la ciudad de Buenos Aires en mayo, Milei sobreestimó su posición: el meor plan económico no puede sobrevivir sin respaldo político, especialmente si el crecimiento se estanca. Esta importante advertencia, que se produce en unas elecciones provinciales y no en las elecciones de mitad de mandato del mes que viene, aún es reversible. Pero tendrá que reforzar su base de gobierno, rodearse de políticos experimentados y responder con eficacia al retorno de la volatilidad económica.

Milei necesita volver a ampliar su coalición, revertir la fragmentación partidaria y cultivar aliados, a los que dejó de lado en favor de candidatos inexpertos y estrategas electorales aficionados.

En el Congreso, donde todavía tiene una representación mínima e incluso ha perdido a algunos legisladores de su propio grupo, necesita trabajar con aquellos que coinciden con su agenda de reducir la inflación y modernizar la economía, en lugar de exponer al gobierno a costosas derrotas legislativas. Hay una mayoría que, incluso por razones de supervivencia, todavía quiere que este experimento salga bien, a pesar de la larga lista de nuevos enemigos de Milei.

Por muy glamorosos que sean los viajes al extranjero para una estrella del firmamento libertario mundial como Milei, le iría mejor recorriendo Argentina de arriba abajo en lugar de estar viajando todo el tiempo a Washington, Roma y Jerusalén. Los votos de sus admiradores internacionales no sirven de mucho.

Por encima de todo, debe dejar de atacar a sus seguidores naturales. La tan necesaria estabilización dio lugar a una impresionante reducción de la tasa de inflación, que pasó de casi el 300 por ciento al comienzo de su mandato a menos del 37 por ciento el mes pasado.

Pero el ajuste fiscal no es una victoria real si no se traduce en mejores condiciones de vida para los argentinos, y el primer presidente economista del país debería saberlo. En nombre del superávit fiscal, Milei se enfrentó erróneamente a símbolos locales populares, desde la universidad pública argentina hasta los jubilados e incluso estrellas pop.

Arremetió contra críticas constructivas, alienando a amigos y aliados. Su negativa en mayo a dar la mano al alcalde de Buenos Aires e incluso a su propia vicepresidenta, a la que acusa de traición, muestra a un mandatario más interesado en ajustar cuentas personales que en ganar tracción política.

La fragilidad resultante quedó al descubierto cuando estalló un escándalo de corrupción el mes pasado: nadie, salvo su círculo más cercano, se apresuró a defender al gobierno, que sufrió semanas de ataques implacables por parte de la oposición y los medios de comunicación. El líder egocéntrico al que le gusta compararse con un león se convirtió de repente en un gatito asediado.

La buena noticia es que Milei pareció reconocer estos errores en su discurso de concesión del domingo por la noche: “VAmos a corregir todos nuestros errores”, dijo, aceptando la derrota y prometiendo mantener sus políticas de libre mercado. Debería empezar a explicar con precisión lo que ocurrió en estas acusaciones de corrupción.

La mala noticia es que las elecciones del domingo también elevaron al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, como probable candidato presidencial del peronismo en 2027. Como asesor clave de Cristina Fernández de Kirchner y ministro de Economía entre 2013 y 2015, Kicillof es responsable de algunas graves políticas económicas erróneas, desde el fallido acuerdo de expropiación de YPF hasta la manipulación de las estadísticas oficiales.

Para los inversores que estén pensando en apostar por Argentina, el ascenso de Kicillof es un claro recordatorio de que el país aún no ha abandonado el populismo económico que casi lo llevó a la hiperinflación en 2023. Milei también puede convertir esto en una ventaja: la oposición sigue siendo el mismo grupo que presidió ese desastre. Pero para sacar provecho de ello, primero debe cambiar él mismo.

Consciente de los problemas, Milei dijo el mes pasado que dejará de lanzar insultos a sus oponentes y tratará de promover un mejor debate de ideas. En el camino para reconstruir su presidencia, ese es un buen primer paso.

Redacción

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