Daniel, el encargado, está por dar por finalizada la temporada del Hotel de Plaza de Mulas. Un oasis surrealista en medio del Parque Aconcagua, en Mendoza, ubicado a más de 4.300 metros de altura sobre el nivel del mar. Tan out of context como el barco de Fitzcarraldo en la Amazonía peruana, esta construcción cimentada sobre piedras y rodeada por la más pura naturaleza supo alojar entusiastas del andinismo; hoy, convertida en ruinas, solo enrarece un paisaje sublime.
El 27 de febrero, Daniel y los huéspedes del hotel despertaron abruptamente por el crepitar de las maderas y las chapas y el estallido de un vidrio de un ventanal. ¿Qué está pasando?, se preguntaban todos.
Salieron lo más rápido que pudieron por miedo a que la estructura del edificio se les fuera encima y, sin saberlo, se adentraron en una situación todavía más caótica. “Estábamos en una nube de spray de nieve y se escuchaban que caían rocas y todo”, le contó Ruiz a Clarín.
Alrededor, cerros y glaciares. Frío, mucho frío. Aún así, Ruiz sacó a todos del hotel, encontró una cadena, trabó la puerta principal, cerró con llave y se fue con los huéspedes a buscar un lugar seguro. Desde ese preciso momento, el hotel no volvió a funcionar nunca más.
El proyecto no fue bueno
Lo que queda del Hotel de Plaza de Mulas está a más o menos un kilómetro de la ruta de acceso al Aconcagua. Un cadáver exquisito que, con los años, pasó de engalanar a interferir.
La información sobre él es escasa; cualquier porqué hay que tomarlo con pinzas. De allá arriba no bajan más que rumores y alguna que otra certeza.

Allá por el año ‘89, de una convocatoria mendocina de financiación para emprendimientos turísticos surgió el proyecto del hotel. Con el aval de la política y un crédito pomposo, Emprendimientos Turísticos S.A. escogió el Parque Aconcagua como base para levantar un fastuoso hotel. De ese modo, las tierras del parque provincial pasaban a manos de un privado estadounidense con intenciones de invertir.
Posiblemente no existía en la Argentina un lugar más inclemente: 4.370 metros sobre el nivel del mar, frío extremo, suelo irregular y rocoso, ausencia de caminos para recibir abastecimiento.
Ruiz, que trabajó como encargado en la temporada 2009/2010 -ya el hotel en manos de Inca Expediciones-, piensa lo que hoy pensamos todos pero que no pensó nadie en aquel momento: “Creo que (el proyecto) no estuvo, por lo menos en principio, muy bien pensado”.
¿Sabés por qué decidieron ponerlo ahí, en un lugar con condiciones tan adversas?
Daniel Ruiz: Tenía que ver con un récord; con una intención de brindar un servicio, digamos… Fuera de lo común. Que la gente pudiera ir en helicóptero, bajarse, mirar o conocer lo que era el Aconcagua, estar una o dos noches y salir de ahí. Pero creo que nunca llegó a ese esplendor.

Este medio le preguntó lo mismo a Eduardo Ibarra, el encargado y guía de montaña que precedió a Daniel y le cedió el puesto después de más de veinte años de trabajo. Su opinión no difirió de la de su colega: “Creo que el proyecto no fue muy pensado para la altura que estaba, con espacio difícil de calefaccionar”.
Cómo era el hotel de Plaza de Mulas
En el ápice de su funcionamiento, el hotel de Plaza de Mulas tenía dos pisos en funcionamiento: uno con 27 habitaciones con cama y baño con duchas; otro, más similar a un hostel, con habitaciones y baños compartidos. Después había una sala de estar calefaccionada, un bar y no mucho más.
El primer operador turístico a cargo soñaba con vender la full experience Aconcagua. El ideal de que los turistas llegaran en helicóptero, se alojaran en un lujoso hotel con la mejor vista del país, ascendieran el Aconcagua y, una vez consumado el objetivo, se fueran. No demoró demasiado en darse cuenta de que lo suyo era una utopía.
Calentar a todos los huéspedes requería de un promedio de 10 o 15 tubos por día y transportar un solo tubo hasta Plaza de Mulas era posible con un vuelo de helicóptero. Y un vuelo de helicóptero consumía 3.500 dólares. Así como este ejemplo, otros tantos. Era imposible que los números cerraran.
El legado
Fue por ese motivo que Ibarra, tras hacerse cargo del hotel, le propuso a los dueños convertirlo en un refugio más austero y con servicios de avanzada para el andinista.
Por eso, el guía es enfático al destacar la importancia de Plaza de Mulas en la historia del turismo en Argentina. “Antes no se pagaba un ingreso al Parque. Cuando la empresa llega (con el proyecto del hotel) empieza a haber una patrulla de rescate y un servicio médico. Son los inicios de dos servicios re importantes hoy en el Aconcagua”.
“Le dimos alojamiento a la patrulla de rescate de la policía (que dejó de ser una patrulla privada); tuvimos el primer teléfono público a 4.300 metros de la Argentina (obra de Telefónica. Los andinistas podían llamar con una moneda); al principio los campamentos eran muy rudimentarios y el refugio daba techo, cama, colchón, ducha”, dijo. Todas banderas de las que él, gracias a su insistencia y amor por la montaña, pudo izar.

Durante lo que duró, el hotel de Plaza de Mulas le vio la cara a un sinfín de turistas. Siempre estaba lleno. “El que llega a la Plaza de Mulas es porque va a la cumbre. La gente pasaba por ahí, y como es una cosa grande que llama la atención, la mayoría de la gente entraba y o consumía algo, alguno de los servicios, un café, algo, o chusmeaba y veía lo que era la infraestructura del hotel”, recordó Ruiz.
Tanto Ruiz como Ibarra sostienen que el hotel puede reconvertirse y volver a ser funcional. Hoy está en desuso, con las ventanas rotas y algunas chapas voladas, “pero todavía se puede recuperar”, dijo Ruiz, y agregó: “No sé legalmente en qué situación se encuentra, pero sería bueno que lo recuperen y le den algún uso adecuado a esa infraestructura”.
¿Eduardo (Ibarra), de quién fue el mal cálculo?
El proyecto no fue bueno.

En su reciente expedición a Plaza de Mulas, Clarín encontró y dio cuenta del elefante -blanco- en la habitación. Si no vea el video del encabezado. Y de nuevo: de allá arriba no bajan más que rumores y alguna que otra certeza…