Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello
Hay ciudades que laten distinto. Su ritmo no viene del tránsito ni del murmullo de los cafés, sino de algo más profundo: una memoria que vibra bajo la superficie, un eco que recuerda que antes del asfalto hubo tambor. Montevideo es una de ellas. Entre sus calles antiguas, entre las sombras de la Ciudad Vieja y los ecos del puerto, la historia afrodescendiente se levanta, silenciosa y poderosa, como un corazón que nunca dejó de latir.
Ese latido hoy tiene nombre y forma: Latido Afro, un proyecto que rescata la huella viva de la comunidad afrouruguaya a través de la memoria, la arquitectura, la música y el arte. Es un itinerario, sí, pero también una experiencia sensorial, una invitación a recorrer la ciudad desde otra mirada: la de quienes la hicieron danzando.
Latido Afro es un mapa emocional de Montevideo. Propone un recorrido por espacios emblemáticos donde la cultura afrodescendiente echó raíces, resignificando esquinas, patios y conventillos que fueron el corazón del candombe. Cada punto del trayecto revela un fragmento de historia, pero también una promesa de futuro: la de un país que aprende a reconocerse en la diversidad que lo compone.
La propuesta combina investigación patrimonial, tecnología y arte urbano. A través de un paseo interactivo, los visitantes pueden descubrir lugares cargados de historia —antiguas sedes de comparsas, murales, espacios culturales y casas colectivas—, escuchando las voces y los ritmos que marcaron la identidad del Uruguay. No es una visita guiada tradicional: es una inmersión. Las calles de la Ciudad Vieja y del Barrio Sur se transforman en un museo a cielo abierto donde los muros hablan, las esquinas cantan y el suelo parece recordar cada compás.
Un territorio con alma
El recorrido nace en el corazón del Barrio Sur, donde la historia del pueblo afrodescendiente en Uruguay se entrelaza con el crecimiento de la ciudad. Allí, en esas calles que conservan la textura del tiempo, el candombe se convirtió en lenguaje y refugio. Las llamadas —esas procesiones de tambores que aún hoy atraviesan la ciudad en carnaval— nacieron aquí, entre patios estrechos y fachadas humildes que vibraban al ritmo de los tambores chico, repique y piano.
Cada punto del recorrido de Latido Afro revela una capa más de esa historia: los antiguos conventillos, los clubes sociales, las comparsas y los talleres donde los tambores se fabricaban y afinaban como instrumentos sagrados. Pero más allá de su valor documental, la experiencia logra algo único: devolverle cuerpo y emoción a una historia que durante años fue marginada.
Caminar por estos barrios es atravesar una geografía simbólica. Las casas coloridas, las veredas angostas y los aromas que se mezclan con la brisa del río evocan un Montevideo que aún respira identidad. Cada mural cuenta una historia: mujeres que resistieron desde la danza, hombres que construyeron cultura desde el tambor, niños que heredaron una tradición y la reinventan.
El latido del Medio Mundo
Entre todos los puntos de este mapa vivo, hay uno que concentra buena parte de la memoria afro-uruguaya: el Conventillo Medio Mundo. Fue mucho más que una vivienda colectiva. Durante gran parte del siglo XX, este edificio del Barrio Sur fue un epicentro cultural y social donde la comunidad negra de Montevideo construyó identidad y pertenencia.
Sus patios eran escenario de fiestas, ensayos de comparsas y reuniones comunitarias. Allí sonaban los tambores que dieron origen al candombe moderno, allí nacieron canciones que hoy son himnos, y allí se gestaron movimientos sociales que marcaron la historia del país. El Medio Mundo fue un hogar y un símbolo.
En 1978, la dictadura militar uruguaya ordenó su demolición. Pero los muros no desaparecieron del todo: quedaron grabados en la memoria colectiva, convertidos en símbolo de resistencia y dignidad. Hoy, gracias a proyectos como Latido Afro, ese espíritu vuelve a materializarse. A pocos metros del sitio original, una reconstrucción simbólica del conventillo permite revivir la experiencia de aquel espacio compartido, con testimonios, fotografías y arte contemporáneo que devuelven al presente la fuerza de aquella comunidad.
Recorrerlo es más que un acto de turismo cultural: es un gesto de respeto. El visitante se encuentra con un relato hecho de rostros, sonidos y recuerdos que dialogan con la arquitectura y con el silencio. El Medio Mundo ya no existe en su forma material, pero su alma vibra en cada tambor que suena en el Barrio Sur.
Cuareim 1080: la comparsa eterna
Otro de los puntos cardinales de este recorrido es Cuareim 1080, nombre que designa una dirección y, al mismo tiempo, una leyenda. Allí surgió una de las comparsas más emblemáticas de Montevideo: Comparsa Cuareim 1080, heredera de aquella comunidad del Medio Mundo y portadora de una tradición que trasciende generaciones.
Más que un grupo artístico, Cuareim 1080 es una forma de mantener viva la memoria colectiva. Sus integrantes, hombres y mujeres de todas las edades, desfilan cada carnaval por las calles del Barrio Sur, recordando con cada toque de tambor a quienes alguna vez resistieron el desarraigo. El sonido de los tambores es su lenguaje, su oración, su manera de decir: “Seguimos aquí”.
Quien presencia una llamada en Montevideo entiende de inmediato que no se trata solo de una celebración. Es un acto de identidad, un homenaje en movimiento. Los tambores no solo marcan el compás: también cuentan una historia. La de un pueblo que encontró en el ritmo su modo de afirmarse, de sanar, de permanecer.
Un patrimonio que respira
Latido Afro logra algo que pocos proyectos culturales alcanzan: convertir la memoria en experiencia viva. Al recorrer sus estaciones, el visitante no se siente espectador, sino parte de una trama que sigue tejiéndose. Montevideo se revela como un mosaico de voces, de tiempos y de sonidos que conviven en armonía.
El patrimonio recuperado no está hecho solo de edificios o nombres ilustres, sino de emociones. Es un patrimonio que respira, que se escucha, que se siente. En cada esquina del Barrio Sur o Palermo hay una historia que todavía palpita.
Al final del recorrido, el visitante comprende que esta no es una experiencia turística más: es una invitación a mirar la ciudad con respeto y curiosidad. Montevideo, a través del Latido Afro, nos enseña que la cultura no se conserva en vitrinas, sino en la piel de quienes la viven.
Y así, entre tambores, murales y memorias, la ciudad vuelve a latir. Su ritmo, ancestral y contemporáneo a la vez, recuerda que el pasado no ha pasado, que sigue ahí, marcando el compás del presente. Montevideo, en su modestia luminosa, conserva ese pulso inconfundible: el latido afro que da sentido a su historia.
Por Montevideo te movés fácil: Uber es un recurso simple y conocido, los Taxis 1919 Celeritas te programan cualquier tramo, Transfer Traslados y Turismo Receptivo te pueden hacer un punta a punta de tu recorrido.
Para la ruta Buenos Aires–Montevideo, Buquebús opera con 25 frecuencias semanales, manteniendo salidas diarias y múltiples horarios por jornada.
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