La última semana el mundo entero estuvo pendiente de lo que pasaba dentro de la Capilla Sixtina, donde los cardenales eligieron al nuevo papa. En tiempos donde los formalismos y las religiones parecería que pierden fuerza, el cónclave logró mantener expectante a todo el planeta. Su ceremonial tuvo un magnetismo, para creyentes y no creyentes, más allá de lo religioso.
Los ritos han estado presentes desde la antigüedad y continúan en nuestra vida cotidiana: cumpleaños, funerales, el carnaval o la jura de la bandera. A algunos se les adjudica connotaciones religiosas, pero sus efectos van mucho mas allá.
“Símbolo” viene del griego symbolon que significa “lo que nos une”. Es una contraseña entre gente que hace un pacto, donde uno rompe un pedazo de arcilla, se queda con una mitad y entrega la otra mitad al otro. Cuando las partes se reúnen, confirman el acuerdo.
En “El banquete” de Platón, el hombre era originalmente un ser esférico con dos rostros y cuatro piernas. Como era demasiado arrogante, Zeus lo partió en dos mitades para debilitarlo. Desde entonces el hombre es un “symbolon” que añora su otra mitad, una totalidad que lo sane y lo salve. En griego antiguo symbállein significa “juntar”, por eso los rituales son también una forma de reunir a los hombres y lograr una alianza, una totalidad, una comunidad.
El sociólogo francés Émile Durk-heim investigó la fuerza emocional de los grupos y concluyó que cuanto mayor es el nivel de los rituales del grupo, más fuerte es este. Son causa y consecuencia de nuestra identidad colectiva y del sentimiento de pertenencia.
Además de creencias religosas, muchos ritos tienen la función de preparar el cerebro y predisponerlo para la tarea que se va a abordar. En particular en aquellos de paso, que marcan transiciones vitales, nos ayudan a asimilar esas etapas de cambio.
Fiestas de 15, graduaciones, casamientos, funerales. Nick Hobson, psicólogo canadiense que estudió los mecanismos psicológicos de los rituales, afirma que estos nos ayudan a modular nuestras emociones, a enfocarnos en el objetivo además de regular la conexión con otras personas.
En su novela “Ciudadela”, Antoine de Saint-Exupéry describe los rituales como técnicas temporales de instalación en un hogar. Transforman el “estar en el mundo” en un “estar en casa”. Así como la cortesía posibilita el trato agradable entre personas, los rituales permiten un relacionamiento pulcro y respetuoso con las etapas de la vida.
El filósofo coreano Byung-Chul Han en su libro “La desaparición de los rituales” alerta sobre la pérdida de los ritos en la actualidad. Son acciones simbólicas que generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad, dice el filósofo. Como forma peculiar de repetición, el rito ortorga permanencia. El mundo sufre hoy una fuerte carestía de lo simbólico, perdiendo aquellas imágenes y metáforas generadoras de sentido y fundadoras de comunidad que dan estabilidad a la vida. Lo simbólico está hoy desapareciendo.
Quizás por eso el cónclave generó tanto magnetismo. Quizás por eso, más allá de lo religioso, el cónclave vino a recordarnos la importancia de los ritos, de los símbolos y el papel que juegan en nuestra vida individual y colectiva.
¿Encontraste un error?
Reportar