Hoy se cumplen dos meses de una lucha incansable de las hermanas, padres y amigos de Ramiro, exigiendo justicia. Esta vez marcharon desde la Fuente Pucará de la costanera viedmense, pasando por todo edificio del poder judicial provincial y del poder político que pudieron. Entre las consignas convocantes plantean: «justicia por Ramiro Dina, muerto en custodia”. A lo que apuntan es a las graves responsabilidades del estado en la muerte de su hermano.
La marcha pasó por el Concejo Deliberante local, porque ante la propuesta de una mínima investigación del caso propuesta por una concejal al Ejecutivo local, el Intendente Marcos Castro con su bloque oficialista Juntos Somos Río Negro decidieron cajonearlo. Es parte de la línea que tiene el poder político local, que es la misma que el gobernador Weretilneck. Ya los propios familiares y amigos de Ramiro habían elevado a la intendencia la mínima exigencia de que se aparten a los policías implicados.
Como cuentan las hermanas de Ramiro, a pesar de que está detallado quienes fueron los agentes de la Policía de Río Negro implicados en su detención y posterior muerte, siguen patrullando con toda impunidad el barrio Guido donde está la Comisaría 30. Entre las movilizaciones que realizaron durante estos dos meses, una de ellas fue hacia el propio barrio. Allí muchos vecinos y vecinas escucharon ese 9 de febrero los gritos y fueron testigos directos del arribo de la ambulancia a la Comisaría, durante la tarde de ese día. Incluso existe un video donde puede verse a Ramiro en el piso de la vereda mientras arribaba el vehículo médico. Las hermanas de Ramiro, Leonella y Guillermina, lo explican claramente: la Policía sigue actuando día tras día en el barrio, amedrentando a cualquier posible testigo.
En esta movilización, así como en cada una de las que emprendieron en estos 60 días, la familia de Ramiro expresó su mayor deseo: exigen justicia por Ramiro, pero también que no le pase a ningún pibe más. Y también hacen un llamado a la solidaridad: como la investigación no avanza, apelan a todo el barrio Guido, donde allí están los testigos directos de todos los atropellos que cometieron sobre la vida de Ramiro. Solicitan que se acerquen, que den su testimonio. Mientras la causa duerme en Fiscalía y con los agentes policiales patrullando con impunidad, son los propio familiares quienes tienen que moverse para que la investigación avance.
Las inconsistencias del relato oficial sobre los hechos
El relato oficial, elaborado por la policía en los medios de comunicación en esas primeras semanas de febrero fue sufriendo varias modificaciones desde el día de la tragedia. En los primeros informes se hablaba de un robo cometido por Ramiro Dina cerca del kilómetro 9 de la Ruta Provincial 1, en Viedma. Según la policía, vecinos habrían alertado sobre el delito, lo que motivó la intervención policial. Sin embargo, conforme avanzó el reclamo de la familia se empezó a mencionar que Ramiro no estaba involucrado en un robo, sino que habría intentado huir al percatarse de la presencia de los oficiales. Este cambio de versión genera un primer punto de contradicción: si inicialmente se lo vinculó con un robo, ¿por qué luego se habla solo de resistencia a la autoridad? ¿Resistirse de qué sino hubo robo?
A medida que el caso tomaba notoriedad, más detalles fueron sumándose al relato oficial. Se indicó que Ramiro había estado alterado, posiblemente bajo los efectos de “alguna sustancia”; y asociando dicha “alteración” a supuestos altercados en el partido de fútbol que estaba viendo Ramiro junto a sus amigos del club. Pero hasta la propia liga barrial declaró que en ese partido no hubo ningún tipo de disturbios. Así, otra de las clásicas declaraciones estigmatizantes del aparato policial, sin respaldo de ninguna prueba, se cayó rápidamente.
La familia de Ramiro ha insistido en que él se encontraba en buen estado físico y no había mostrado comportamientos agresivos o anormales antes de su arresto. Y que cuando lamentablemente tuvieron que reconocer el cuerpo en la morgue, estaba todo golpeado. Señálese que la causa de la muerte según los primeros informes fue por un posible edema pulmonar, aunque aún esté pendiente el informe final. El fiscal José Chirinos, quien lleva adelante la investigación, aún a dos meses de los hechos, no ha aclarado nada de todo esto.
Cómo la familia reconstruye los hechos
El relato de la familia Dina ofrece una versión diametralmente opuesta a la oficial. Según Leonella, hermana de Ramiro, él no estaba alterado en ningún momento y no había mostrado signos de agresividad durante el partido de fútbol que se disputaba en la cancha de la Ruta 1. De hecho, los testimonios de varios vecinos que estuvieron presentes en el evento coinciden en que Ramiro no tuvo ningún conflicto en el lugar y no estuvo involucrado en ningún disturbio.
La familia Dina sostiene como hipótesis más firme que Ramiro fue golpeado brutalmente durante su detención y que los abusos continuaron en la comisaría. Según su versión, cuando fue bajado del patrullero y llevado a la dependencia, ya estaba visiblemente golpeado. Aseguran que, cuando los agentes lo llevaron a la comisaría, testigos escucharon gritos pidiendo que lo dejaran de golpear. Este relato es clave, ya que contrasta con la narrativa policial.
La denuncia de maltrato por parte de la familia Dina ha sido apoyada por diversos testimonios anónimos, que aseguran haber escuchado los gritos de Ramiro pidiendo auxilio. Sin embargo, estos relatos aún no han sido corroborados formalmente en la investigación. Lo que es indiscutible es que, en el proceso de detención y traslado, Dina sufrió una serie de lesiones que, según algunos testigos, no existían antes de la intervención policial.
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En este contexto, el caso de Ramiro Dina no solo es un clamor de una familia rota por el dolor, sino también un reflejo de las tensiones sociales entre la policía y la comunidad de los barrios. El caso de Ramiro tiene similitudes con el que sucediera semanas antes en Villa Regina con Nacho Cerutti, lo que demuestra que la violencia institucional de la Policía de Río Negro es pan de cada día. A dos meses del inicio de esta lucha, lo que sí queda claro es que el estado es responsable.