Carlos Gabetta (Rosario, 1943) recordaba que su debut en los medios enlazaba aspectos familiares con vocacionales: en el estribo de una infancia de lecturas y juegos, los contactos laborales de su padre, que había sido linotipista, le abrieron las puertas del oficio de periodista: “En enero de 1962 debuté en el diario Crónica, con un editorial para un suplemento sobre la temporada turística en Córdoba. Y así hasta hoy”, recordaba. Entre la nota y ese hoy se sucedieron páginas impresas, emisiones radiales, la militancia política, el exilio y una carrera envidiable. Gabetta falleció hoy y hasta el final creyó en su oficio: “Cuando un medio cualquiera hace bien su trabajo, contribuye al progreso de la sociedad en que actúa”, decía.
Gabetta no llegó a la política sino que la política lo acunó desde el inicio en su Rosario natal: su padre, Alberto Gabetta, fue primero trabajador gráfico y luego concejal por el Partido Socialista Argentino en los años 70. “Mi padre tenía una gran y variada biblioteca y lo único que me regalaba eran libros –recordó hace unos años en una entrevista con El Litoral–. La familia pasaba los fines de semana en la Casa del Pueblo del PS, donde se enseñaba a leer y escribir a analfabetos, se leía y discutían numerosos temas. Leí Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, a los 9 o 10 años”.
Mientras sus hermanos se decidían por la música y la pedagogía, el joven Carlos Gabetta recorría aquellas redacciones vibrantes en las que la música permanente era el golpeteo de las teclas de las máquinas de escribir y los timbres chirriantes de los teléfonos de línea. Entre 1965 y 1974 escribió en las revistas agropecuarias La Tierra y Agro Nuestro, de la Federación Agraria Argentina (FAA), en los diarios La Tribuna, Crónica y Hoy, en Panorama y el periódico Acción. Y aunque lo suyo era la palabra, la música también lo convocaba: en radio, condujo el programa “La música y la gente”.
Para 1975, el país se desangraba entre antentados terroristas y operativos parapoliciales combinados por amenazas y listas negras que empujaban al exilio a artistas, políticos e intelectuales. Ese año, Gabetta publicó su primer libro que reunía dos ensayos: La contaminación ambiental. La sociedad y las drogas (Ediciones Acción). Para entonces, ya había elegido sus batallas: era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y, como tal, se desempeñó como corresponsal del diario El Mundo en Rosario durante su breve etapa bajo control partidario.

La dimensión del horror
El periodista no necesitó demasiado tiempo para comprender la dimensión del horror una vez perpetrado el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Cuando su pareja, la profesora universitaria y también cronista Maria Elena Amadío, fue secuestrada y desaparecida, Gabetta se exilió en Francia.
Desde allá, usó las herramientas del oficio para sumarse al movimiento cívico que denunciaba ante el mundo el genocidio que se desplegaba por el sur de América. Junto con otros argentinos en el exilio como Julio Cortázar y Osvaldo Soriano integró entre 1979 y 1980 el comité directivo del periódico Sin Censura cuya misión era desnudar las violaciones a los derechos humanos en los países latinoamericanos.
Lo recordaba así: “En 1979, en París, con Julio Cortázar, Osvaldo Soriano, Hipólito Solari Yrigoyen, Oscar Martínez Zemborain, Matilde Herrera y Gino Lofredo, creamos el mensual Sin Censura, destinado a distribuirse entre ciudadanos de todos los países latinoamericanos bajo dictaduras. En su Comité Internacional de Patrocinio figuraban, entre varios otros, Gabriel García Márquez, Lord Averbury, Carlos Andrés Pérez y Hortensia Bussi de Allende. Colaboraban además Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Régis Debray y varios más. Yo fungía como jefe de redacción; se editaba en París y se imprimía y distribuía por correo desde Washington, en sobres con membretes de empresas estadounidenses, para no despertar sospechas de los agentes de la dictadura”.
Gabetta conocía el oficio de periodista desde las entrañas, por eso nunca creyó en la quimera de la objetividad: “Nadie trabaja en el periodismo sin expresar, de algún modo, su ideología. El simple hecho de elegir un hecho por sobre otro para su difusión implica un trasfondo ideológico. Aceptar trabajar en un medio también supone aceptar su orientación política e ideológica. Es por eso que creo que esa ilusión no existe. Podemos y debemos ser objetivos, pero eso no implica que, de algún modo, juzguemos. La objetividad no implica necesariamente imparcialidad”.
Tras la dictadura, el periodista regresó al país y se sumó a las redacciones emblemáticas de los años 80: primero, fue colaborador de la revista Humor. Y luego, fue el primer jefe de Redacción y luego Director del innovador semanario político El Periodista de Buenos Aires, impulsado por Soriano y Andrés Cascioli, responsable de Ediciones de la Urraca.
Mucho para decir
En El Periodista latía lo mejor del periodismo profesional, que recuperaba la libertad de expresión y tenía mucho para decir. Eran de la partida Oscar González (secretario de redacción), Luis Sicilia (jefe de sección Política), Carlos Ábalo (Economía), Mabel Itzcovich (Política internacional), Rodolfo Rabanal (Cultura y espectáculos), Carlos Ares (Informes especiales) y Francisco N. Juárez (Transformaciones), y los redactores Rogelio García Lupo, Álvaro Abós, Osvaldo Bayer, Horacio Verbitsky, Mario Benedetti, Antonio Dal Masetto, Eduardo Galeano, María Seoane, Tomás Eloy Martínez, María Esther Gilio, Vicente Muleiro, Gregorio Selser y David Viñas, entre muchos otros.
En esa redacción, muchos jóvenes dieron sus primeros pasos: sus nombres, Marcelo Zlotogwiazda, Rolando Graña, Jorge Lanata, Claudio Lozano, Jorge Fernández Díaz, Claudia Acuña, Luis Majul y Ezequiel Fernández Moores.
El regreso a la Argentina no interrumpió, de todos modos, los vínculos profesionales de Gabetta con los medios internacionales. Siempre a dos orillas, fue corresponsal de Radio France Internationale desde la Argentina, fue columnista (hasta 1992) del diario español El País, en Madrid dirigió la revista CuatroSemanas (en España) y la edición Le Monde diplomatique. Y aquí se sumó a la revista Tres puntos, fundó y dirigió la edición latinoamericana de Le Monde diplomatique (1999-2011), hasta 2023 fue columnista de Perfil y participó en Radio Canadá, Radio Suisse-Romande, y Radio France Internationale, entre otros.
Fue autor de los libros Enemigos: dos protagonistas reflexionan sobre la violencia en los años ’70 (junto al militar Rodolfo Richter), ¿Tiene porvenir el socialismo? (que compiló junto a Mario Bunge); La encrucijada argentina: República o país mafioso, La debacle de Argentina. Una Argentina que muere y otra que bosteza, Qué hacemos con este país, Todos somos subversivos y Argentine: le diable dans le soleil.
Hace pocos años le preguntaron qué era ser periodista hoy. “Encontrar la manera de contrarrestar esa tendencia al predominio de la fake news o de la buena información que acaba desvirtuada por los infinitos comentarios, bromas, información contraria no verificada, etc. Internet es un prodigio tecnológico, pero para que resulte verdaderamente útil, política, socialmente hablando, es necesario concientizar a su público”, respondió.
Con gran dolor despedimos a Carlos Gabetta.
Sus aportes sembraron lucidez y claridad permanente sobre la realidad y la construcción democrática en nuestro país. Nos acompañó como director de @LaVanguardiaArg y fue un militante incansable hasta sus últimos días ¡Hasta siempre!✊🌹 pic.twitter.com/fQF9OAxGib— Partido Socialista (@ps_argentina) March 6, 2025
Creía que los periódicos impresos iban a desaparecer al igual que las radios y los canales de TV. Creía que también los libros estaban condenados. Y creía que el periodismo era un oficio que, “bien hecho, equilibra el poder de quienes ocupan las instituciones; difunde y critica su accionar y les impide o dificulta cualquier tipo de exceso o ilegalidad”.