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miércoles, abril 16, 2025

Murió Mario Vargas Llosa: su admiración y la relación que tuvo con Jorge Luis Borges

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Mario Vargas Llosa, que murió este domingo a los 89 años, era un admirador –profundo, estudioso- de la obra de Jorge Luis Borges y así lo resaltó en cada oportunidad. Desde sus textos, sus conferencias, sus presentaciones y aún en sus momentos estelares, por ejemplo, al recibir el Premio Nobel.

En 2020, Vargas Llosa publicó “Medio siglo con Borges”, donde recopiló sus artículos, disertaciones y notas que había resguardado. “Resucitaría a Borges para darle el Nobel que él también merecía”, expresó el escritor peruano en Estocolmo, momentos antes de ser galardonado, en 2010.

Y esa admiración va mucho más allá de cuestiones “mundanas”, como que el autor de El Aleph no quedó conforme con alguna alusión que Vargas Llosa hizo tras entrevistarlo en Buenos Aires, en 1981.

Pero Vargas Llosa tuvo su primer acercamiento cuando asistió a una conferencia de Borges en Buenos Aires. “Quedé absolutamente maravillado con la manera en la que aprendía de memoria las conferencias por su timidez. Las decía de una manera muy rigurosa y con una enorme tensión sobre sí mismo para poder hablar con la comunidad”, describió sobre ese momento iniciático.

Todavía Vargas Llosa se manifestaba “un hombre de izquierdas”, cercano al Partido Comunista, y desde allí, había reservas con Borges, en las antípodas ideológicas. “Yo lo leía a escondidas pero, poco a poco, iba sintiendo mi admiración”, recuerda.

Borges, en cambio, no llegó a acercarse a la obra de Vargas Llosa. Cuando este comenzó a publicar, el argentino ya tenía más de 60 años, padecía su ceguera y no se acercaba tanto a las novelas.

El encuentro en Buenos Aires fue el segundo, personal, entre ellos y terminaría en alguna controversia (anteriormente, Vargas Llosa lo había entrevistado en París). Pero esa controversia no fue por criterios académicos o conceptos literarios sino porque en su reportaje posterior, Vargas Llosa hizo una alusión al modesto departamento de Borges (Maipú 994, en el centro de Buenos Aires) que molestó al argentino: le pareció de mal gusto.

“Escribí un artículo en el que, gravísimo error, mencioné que en su casa había una gotera”, admitió después el peruano, quien siempre lo lamentó.

Cuando Borges leyó el texto, respondió con ironía: “Me visitó un peruano que seguramente debía trabajar en una inmobiliaria”.


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Vargas Llosa lamentó el “malentendido”. Y señaló: “Recuerdo clarísimamente que había una gotera y que nos interrumpía constantemente la conversación. Se me ocurrió en ese artículo, que era muy entrañable y de gran admiración y cariño hacia la figura de Borges, mencionar ese detalle. Entonces, él diría que por ahí había aparecido un peruano, que seguramente era vendedor de casas, y que había tratado de persuadirle sobre una casa porque la anterior tenía goteras”.

Ya consagrado, y aún más, luego de ingresar a la Academia Francesa, Vargas Llosa volvió a resaltar a Borges: “Es el escritor más universal que tenemos. Creo que fue profundamente argentino y, seguramente, nunca pensó que tendría tanta influencia en el mundo. Los latinoamericanos y los argentinos en especial deben estar orgullosos de que un hombre solo hubiera provocado una revolución semejante en el mundo entero. Probablemente sea la influencia más extraordinaria que ha tenido la lengua española”.

Pero, más allá de ese detalle “mundano”, el artículo de Vargas Llosa refleja su admiración. “Sus historias fantásticas, que suceden en La Pampa, en Buenos Aires, en China, en Londres, en cualquier lugar de la realidad o la irrealidad, muestran la misma imaginación poderosa y la misma formidable cultura que sus ensayos sobre el tiempo, el idioma de los vikingos. Pero la erudición no es nunca en Borges algo denso, académico. Es siempre algo insólito, brillante, entretenido, una aventura del espíritu de la que los lectores salimos siempre sorprendidos y enriquecidos”, describe.

“Probablemente sea la influencia más extraordinaria que ha tenido la lengua española”, dijo Vargas Llosa sobre Borges. Foto Reuters/Alejandro Acosta“Probablemente sea la influencia más extraordinaria que ha tenido la lengua española”, dijo Vargas Llosa sobre Borges. Foto Reuters/Alejandro Acosta

El diálogo entre ambos es imperdible. Recorre la modestia del gran escritor argentino, su impresionante cultura, la visión de ambos sobre los distintos géneros literarios, el origen de algunas palabras en la América colonial (caníbal, chocolate, entre ellas), los países preferidos, los idiomas (Borges ya incursionaba en el islandés…). Abordan sus dispares criterios acerca de las novelas, aunque allí Borges admite que “fue derrotado por Thackeray. En cambio, Dickens me gusta mucho”.

También hay un abordaje político y coinciden en cuestionar el “nacionalismo” sobre el cual Borges sostiene que “es un mal que corresponde a las derechas y las izquierdas”. Décadas después, en algunas de sus novelas, Vargas Llosa insistiría en su cuestionamiento al “nacionalismo”.

Y en una época controvertida –aún estábamos en dictadura, no solía hablar de estos temas- Borges afirma su pacifismo. Sostiene que “a pesar de ser nieto y bisnieto de militares y más lejanamente de conquistadores, la guerra no me interesa. Soy pacifista. Creo que toda guerra es un crimen. Además, si se admiten guerras justas, aunque sea una sola, eso abre la puerta a otras, nunca faltarán razones para justificarlas, o las inventan. De antemano, yo no me había dado cuenta de que Bertrand Russell y Gandhi y Alberdi y Romain Rolland tenían razón al oponerse a la guerra, y quizás se precise más valor ahora para oponerse a la guerra que para defenderla o participar en ella, incluso”.

Y luego define el que sería su credo político: “Yo soy un viejo anarquista spenceriano y creo que el Estado es un mal, pero por el momento es un mal necesario. Si yo fuera dictador renunciaría a mi cargo y volvería a mi modestísima literatura, porque no tengo ninguna solución que ofrecer. Yo soy una persona desconcertada, descorazonada, como todos mis paisanos”.

Vargas Llosa ingresa en un terreno personal

-¿Hay algún político contemporáneo que usted admire, que respete?

-No sé si uno puede admirar a políticos, personas que se dedican a estar de acuerdo, a sobornar, a sonreír, a hacerse retratar y, discúlpenme ustedes, a ser populares…

-¿Qué tipos humanos admira usted, Borges? Aventureros… Sí, los he admirado mucho pero ahora no sé. Tienen que ser aventureros individuales.

-¿Cuál, por ejemplo? ¿Recuerda algún aventurero que le hubiera gustado ser?

-No, a mí no me gustaría ser otra persona.

-Usted está contento con el destino de Borges.

-No, no estoy contento, pero sé que con otro destino sería otra persona. Y como dice Spinoza, «cada cosa quiere la soledad de su ser». Yo insisto en ser Borges, no sé por qué. Luego, hay un sitio para la nostalgia, para el sentido de la vida (“El lujo me parece una vulgaridad –dice Borges- y para mí el dinero solo significa la posibilidad de escribir y de viajar”).

Y Vargas Llosa también describe un “hallazgo” en el modesto departamento de Borges, más relevante que aquella gotera: una condecoración de la Orden del Sol, que le otorgó el gobierno de Perú al gran escritor argentino.

Explicó Borges: “La obtuvo mi bisabuelo, el coronel Suárez, que aunó una carga de caballería peruana en Junín. Obtuvo esa Orden y fue ascendido de capitán a coronel por Bolívar. Luego esa Orden se perdió en la guerra civil. Aunque mi familia era unitaria yo soy lejanamente pariente de Rosas —bueno, todos somos parientes en este país casi deshabitado—. Al cabo de cuatro generaciones volvió, por razones literarias, y yo fui con mi madre a Lima y ella lloró porque recordaba haber visto esa condecoración en los retratos de mi bisabuelo y ahora la tenía en las manos y era para su hijo. Estaba muy, muy emocionada”.

También contó que el primer libro de historia que leyó en su vida, a sus siete años, fue la Historia de la conquista del Perú, de Prescott.

DS

Redacción

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