Existe un amplio consenso académico, de realistas defensivos como Kenneth Waltz a realistas ofensivos como John Mearsheimer, a neconservadores como Charles Krauthammer o a liberales como Gilford John Ikenberry; que el colapso soviético entre 1989 y 1991 dio inicio a un momento unipolar de dos décadas o poco más. Un consenso tan fuerte en el mundo académico y de la política internacional como que entre el siglo XV y 1945 el mundo fue multipolar y que entre 1945 y 1989-1991 fue bipolar. Una de las particularidades de estos años, es la ausencia de ese consenso. Para una parte sustancial de los que piensan y ejecutan política internacional, estamos entrando aceleradamente a un mundo multipolar. Para otros tantos, incluyendo mi persona, los rasgos son claramente bipolares.
Más allá de este debate que nos acompañará por mucho tiempo, pocas dudas caben que es China la que viene desplegando con más fuerza y éxito su hard y soft power en América Latina. Tanto para usarlos como fuente de masivas cantidades de materias primas como también para aguijonear y perturbar la hegemonía de Washington en la región. Sin el control del hemisferio occidental, del que Estados Unidos goza hace más de un siglo, las estrategias de proyección de fuerzas americanas hacia Asia y Europa, se complicaría al extremo. Ya no se podría llevar a cabo tan fácilmente lo hecho en 1917, 1941 y durante la Guerra Fría. China sabe aprovechar los tradicionales nichos ideológicos nacionalistas de izquierda y marxistas de diversos tipos, pero en su mayoría con Catedral en Cuba y con el respaldo político y económico de la poderosa izquierda brasileña, que llevan un siglo o más chocando y criticando el poder estadounidense en la región. Sin olvidar el ropaje ideológico del famoso Sur Global, una categoría que la propaganda china ha sabido utilizar para enmascararse como potencia que comprende los padecimientos de los Estados débiles y que supuestamente sufren el imperialismo americano.
Desde ya, China en los últimos 200 años nunca tuvo el poder para sojuzgar a América Latina. Por ello, habría que saber qué opinan de esta supuesta bonhomía de Pekín sus tradicionales vecinos en Asia Pacífico. De la India al Tíbet, pasando por Taiwán, Filipinas, Corea del Sur, etc.
Desde la llegada del kirchnerismo al poder en la Argentina, la izquierda y los actores contrarios a los EEUU y a la idea de un mundo de democracias republicanas y liberales en lo económico y en lo político, buscaron sumar a este país del Cono Sur a la cruzada anti Washington. En especial a partir del 2005 con la famosa agresividad de Néstor Kirchner contra George W. Bush en la Cumbre de Presidentes en la ciudad de Mar del Plata, más aún a poco empezar el primer gobierno de Cristina Fernández y todavía en forma más aguda en su segundo mandato, acuerdo con Irán incluido. Si bien mientras Kirchner vivió el romance geopolítico con Venezuela tenía razones básicamente crematísticas o sea los dólares bolivarianos comprando y desprendiéndose rápidamente de los bonos de deuda argentinos y ayudando a sacarse de encima la vigilancia contable financiera del FMI sobre las cuentas públicas, con Cristina Fernández adoptó formas más ideológicas y de relato. Ello se combinaba con el cultivo de una relación cercana y de admiración hacia la Rusia de Putin. Incluyendo un encuentro privado entre la ex Presidente argentina y el espía Edward Snowden, refugiado en territorio ruso. Esto se extendió sobre el traumático y frágil mandato de Alberto Fernández, con Cristina Fernández como Vicepresidente y tutora del gobierno, cuando en plena pandemia se decidió dejar en el camino una cooperación ya avanzada y articulada con un muy importante laboratorio de los EEUU para privilegiar la compra y la producción local de vacunas rusas. Producción nacional que nunca se concretó pese al documento y video con Putin en persona.
Volviendo a China, a partir del 2010 comenzó a explorar el mejor lugar de la Argentina para colocar una poderosa antena ligada a su programa científico y militar del espacio profundo y la cara oculta de la luna. Su construcción, iniciada en 2014, se terminó en 2017 y desde ese momento una veintena de científicos militares chinos hacen uso de esas instalaciones. Pero como muchas veces pasa en la volátil vida humana, las elecciones presidenciales del 2023 deparaban un enorme Cisne Negro. La llegada de un polémico y mediático libertario, con excelente formación económica, y formas y estilos que llegaron rápidamente a amplios sectores de la juventud de todos los estratos sociales: Javier Milei. Su candidatura alentada en un primer momento por el kirchnerismo y su aliado Sergio Massa para dividir el voto opositor, fue mutando a un Frankenstein político que los aplastó en la segunda vuelta electoral con una ventaja de 12 puntos y victorias en zonas históricas del clientelismo kirchnerista. Si bien desde el inicio el nuevo Presidente destacó que su prioridad sería la economía y evitar el estallido de una hiperinflación por la masiva emisión monetaria que hizo el oficialismo para intentar ganar y postergar el estallido para después del 2023, no dudó en fijar ciertas líneas claras en política exterior. La prioridad sería un fuerte acercamiento y cooperación con los EEUU e Israel así como con potencias occidentales, democráticas y capitalistas de Europa y Asia. Eso no debía implicar, dañar o alterar el comercio o flujos privados con el Brasil de “Lula” Da Silva, el Chile del endeble Gabriel Boric, la Colombia de Gustavo Petro ni el México de Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo. Mucho menos aún con China como segundo socio comercial de la Argentina y lo mismo con Rusia.
Para sorpresa de muchos, y en especial para el kirchnerismo y sus aliados internos y externos, ni el Papa Francisco ni la administración de Joe Biden dieron muestras de rechazo ni pusieron palos en la rueda a los primeros meses de Milei en el poder. El Santo Padre trató al nuevo Presidente argentino con un afecto y gestos poco vistos y la Washington demócrata lo cobijó desde Noviembre, o sea aun antes de asumir, con actitudes de apoyo inesperadas. La administración Biden venía desde el 2021 prefiriendo el ascenso al poder de líderes políticos de izquierda como Lula, Petro y Boric, que tenían como principal activo estar alejados en lo personal y en lo ideológico de Donald Trump. Es poco usual que una superpotencia global haya subordinado su geopolítica a las pujas ideológicas internas agudizadas desde el triunfo de Trump en 2016 y la dura pelea política judicial pos elecciones 2020. Todo apuntaba hacia que eso continuaría y se le haría la vida difícil a Milei. Hasta su victoria, cuando se tratara de política latinoamericana, la administración demócrata veía con buenos ojos a los mismos dirigentes que preferían China, Rusia, Venezuela y la misma Cuba. Lula dando a entender que Ucrania tenía la culpa de la guerra con Rusia por defenderse y acusando a Israel de genocidio “millones” de muertes en Gaza, Petro y Boric atacando duramente al mismo país, parecen haber llevado a Washington a repensar ciertas cosas. Dos reuniones en pocos meses del ex Jefe del Gabinete de Ministros de Milei con el Director de la CIA, la visita a Buenos Aires del Secretario de Estado, los elogios del Secretario del Tesoro de Biden y luego la presencia y apoyo al plan económico del argentino por parte del designado por Trump, una permanente llegada y eventos con importantes segundas líneas del poder americano y las visitas del mando del Comando Sur, la General Laura Richardson, son un contundente ejemplo en este sentido. Richardson tuvo no una sino dos largas reuniones y ceremonias junto al Presidente Milei, una en Tierra del Fuego y otra en Buenos Aires. En la primera se impulsó la cooperación binacional en la estabilidad en el Atlántico Sur y la cooperación en el sector Antártico. Su sucesor en la conducción del Comando Sur, el Almirante Alvin Hosley, visitaría dos veces más la Argentina entre 2024 y 2025. Hace poco más de 50 años, Henry Kissinger definía a la Argentina como una daga clavada en el Polo Sur. Sin olvidar su acceso a los pasos naturales estratégicos en Magallanes y zonas adyacentes. Más temprano que tarde China desafiará el control de los mares y pasos estratégicos a los EEUU. Milei dio por terminada cualquier posibilidad de un puerto de China en esa región, tal como impulsaba el kirchnerismo. Pocos días antes, el gobierno argentino firmaba una carta de intención para la compra de 24 aviones de combate F-16 MLU de Dinamarca, con un fuerte apoyo del Pentágono.
Asimismo, va tomando forma el interés de Buenos Aires en avanzar en la adquisición y fabricación parcial en el país de 127 vehículos de combate 8×8 Strykers. Los primeros 8 fueron adquiridos en agosto de 2025. A todo ello, cabe agregar la firme voluntad de cooperar y coordinar en un mejor y mayor control de la hidrovía que forman los ríos Paraguay y Paraná, curso estratégico donde diversos análisis ponen la lupa por considerarla la salida de cocaína boliviana hacia Europa, África y Asia. La sólida presencia de efectivos del aparato de seguridad de Cuba, Venezuela, Irán y Rusia, en territorio boliviano, le dan a esta agenda argentino estadounidense una urgencia clara y presente. En el mismo sentido parece ir Israel, que va tomando conciencia de la magnitud de la amenaza.
En otras palabras, Milei en política exterior está apostando tan fuerte como en el campo económico. Sus rivales y enemigos internos y externos saben que su discurso y acción representa un serio desafío ideológico y geopolítico. De ahí la urgencia para debilitarlo lo antes posible y poder mostrar que su persona y sus ideas no fueron más que una brisa que pronto se olvidará por su fracaso. Aprovechado los duros meses de ajuste que se aplicaron en la primera mitad del 2024 y las elecciones legislativas y municipales de 2025, para intentar hacer una versión argentina del Octubre 2019 en Chile. Los enemigos de Milei tienen claro qué hacer y que hay que hacerlo pronto. Los próximos meses dirán si sus aliados, especialmente los EEUU y también Israel, están dispuestos a apostar tan fuerte para ayudarlo a estabilizar la economía y la situación socio política argentina. Como se escuchó en algún pasillo del poder de Buenos Aires, con el mero hecho que Washington le saque la visa a los que de manera consciente o inconsciente impulsan la desestabilización del mandatario argentino, parte de la amenaza estaría neutralizada. Como se suele decir, detrás de toda broma irónica hay algo de verdad. De más está recordar que esa receta no sería de mayor efectividad con los actores que apoyan desde exterior la agudización de los problemas para Milei. En ese frente, las acciones a desarrollar por los EEUU, Israel y otros aliados quedarán seguramente bajo secreto de Estado por mucho tiempo. Nos enteraremos pronto si Washington tiene el mismo empeño en respaldar a Milei que sus enemigos de terminar con la experiencia liberal y pro occidental iniciada en diciembre de 2023 en Argentina. El fracaso del presidente argentino sería un sismo que iría más allá de las fronteras de su propio país. El desinterés de Washington en ayudar a la Argentina en los aciagos meses de 2001 y 2002, se pagaron con dos décadas de kirchnerismo aliado en lo internacional a los rivales más importantes del poder americano. Se suele decir que la historia no se repite, pero rima. Esperemos que alguna versión 2.0 del gran George Kennan haya escrito o esté escribiendo en estos meses un largo telegrama que oriente con visiones realistas la muy necesaria “grand strategy” de Washington hacia la región.
Publicado en el Miami Strategic Intelligence Institute (MSI²).