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jueves, febrero 6, 2025

«Nadie daba dos pesos por nosotros»: la particular historia de amor de Silvia Kutika y Luis Luque narrada en primera persona

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Enviada especial a Mar del Plata

A sus 66 años, Silvia Kutika mantiene una alegría y energía envidiable. Minutos antes de dar función en el teatro marplatense Radio City Roxy Melany, donde cada lunes y martes sale a escena con El cuarto de Verónica, posa encantada en medio de la escenografía.

En las butacas que poco después estarán llenas de espectadores, la actriz habla sobre la permanencia en cartelera de esta obra que ya lleva tres años consecutivos y que también se puede ver en la ciudad de Buenos Aires los miércoles en el Teatro Paseo La Plaza. Reflexiona sobre el éxito y cuestiona ese concepto y las motivaciones por las que sigue llevando adelante esta interpretación.

Tambié, habla sin filtros sobre su relación con Luis Luque que lleva más de 35 años. «La mitad de nuestras vidas«, dice en voz alta con alegría y casi sin poder creer el paso del tiempo. Si bien asume que, como todos, no todo es color de rosas, con el correr de los años lograron una estabilidad formidable.

Sin dudar, Silvia relata cómo vive la llegada de Faustino, su único nieto, y cómo se transformó el vínculo con su hijo Santino luego de convertirse en papá por primera vez. «Fue shockeante», confiesa con brutal sinceridad.

La actriz habla con revista GENTE en Mar del Plata sobre su presente laboral y familiar.

Silvia Kutika habla del desafío de hacer una obra diferente

—Están hace 3 años seguidos con esta obra, ¿cómo vivís este reconocimiento del público?

—Es confirmar que a la gente le gusta. También Mar del Plata se caracteriza por tener una gran diversidad de obras. A lo mejor lo más fuerte siempre suele ser la comedia y nos demostró que tenemos un público que también les gusta algo distinto.

—¿Cómo catalogarías a El cuarto de Verónica?

—Es de suspenso y misterio. Es un thriller psicológico. Algunos piensan que es de terror y que van a haber fantasmas y que da miedo. Es como horrible la situación que se produce, pero no hay sangre ni nada de eso. Se llega a un momento muy crítico entre los cuatro personajes. 

—¿Por qué creés que tiene tanta aceptación una obra de esta categoría?

—Porque es diferente y es una propuesta distinta. Hay mucha gente que disfruta del misterio. Es un nicho que cada vez está más en auge. Hay películas de terror más elaboradas. Con la obra vemos que los jóvenes se están volcando mucho al suspenso. 

Silvia Kutika se encuentra al frente de El cuarto de Verónica, una obra de teatro que ya va por su tercer año consecutivo en cartelera.

—En general los actores que hace comedia dicen que lo que más le gusta es escuchar la risa de la gente desde el escenario, ¿qué es lo que te gusta de generar este suspenso en los espectadores?

—La obra tiene algo de humor. Estamos esperando ese momento para ver si la gente responde. Después es un doble engaño porque arranca la parte de la opresión. A mí me encanta escuchar el silencio en la gente. Muchas veces también sentimos el suspiro del miedo que es brutal. Ahí te das cuenta que entraron. También algunos empiezan a decir: «Ay, no…». Es fantástico.

—¿Estar tres años en cartelera significa que es un éxito?

—Qué raro eso del éxito, ¿no? Yo creo que tres años seguidos en cartelera significa que tuvimos mucho el apoyo de la gente y que se disfruta. Sabíamos que teníamos un producto de mucha calidad. El éxito es que la gente vea la obra y salga conmovida. Yo creo que es importante que al salir del teatro la persona se sienta transformada. Hay una historia de base, pero abre diferentes interpretaciones. Se van de la función y siguen el debate. Hay gente que viene a ver la obra 3 o 4 veces.

—¿Por qué pasa eso?

—Porque se súper engancharon y hay cosas que quieren resolver. En la repetición comienzan a ver las pistas y los guiños entre los personajes. Es muy disfrutable ver esos engaños que pasan en escena.

—Tenés una gran trayectoria actoral y asumo que debe ser un placer que la gente te elija 4 veces seguidas

—Con mucha emoción. Que te vengan a ver… No importa si son 50 o 60 personas. Es un montón de gente que pagó la entrada, se movió y decidió venir. Agradezco al grupo hermoso con el que nos llevamos bien. No nos achanchamos haciendo la obra. Siempre repasamos las escenas y vamos buscando corregir.

«Es importante que al salir del teatro la persona se sienta transformada», reflexiona Kutika.

—¿Cómo se encuentran esas cosas a pulir después de tanto tiempo en escena?

—Entre nosotros vamos diciéndonos lo que sentimos en momentos y espacios. No hay enojos ni reproches porque se dice y se hace desde el respeto a la obra y la gente que viene. Nunca es de taquito. Nosotros le damos con todo y queremos salir a romperla todas las noches. 

—¿Antes de salir a función seguís teniendo esos nervios previos?

—¡Siempre! Es una gran adrenalina. Lo hice muchas veces, pero siempre puede fallar. No es racional. Hacer una función es tirarse a una pileta en la que no sabés si hay agua. Es una locura y todos los días lo mismo. Puede pasar que una luz falla o que un compañero se olvida de algún pie en el diálogo. Es una continua tensión. Es el presente. No podés pensar en otra cosa. 

«Hacer una función es tirarse a una pileta en la que no sabés si hay agua», reflexiona.

Cómo es el día a día con Luis Luque, su amor hace 35 años

—¿Cuál es tu motivación cuando te sumás a nuevos proyectos?

—Tiene que ser algo que me cueste muchísimo y me de mucho miedo. Es lo que me pasó con El cuarto de Verónica. Me lo propusieron, me encantó y no sabía cómo se podía llevar algo así al escenario. Es un desafío no quedarse en lo cómodo. Después me quiero partir la cabeza porque llego a casa llorando y Pipo me dice «No, Silvia… Vos sabés que esto es así. Vas a poder». Me da palmaditas en el hombro y me dice: «Podés porque ya lo estás haciendo». Es genial.

—El también es actor y sabe exactamente de lo que estás hablando…

—Sí, pero no se puede sumar a mi terror. Él me tiene que decir: «Ya va a pasar. Lo estás haciendo».

Silvia cuenta el gran apoyo que recibe a diario de su pareja, Luis Luque.

—¿Cuando llegás a tu casa y lo ves a Luis es cuando bajás de la adrenalina?

—¡Sí! Pobre… Le lleno la cabeza con todo lo que me pasó en el ensayo… Él está con una paciencia y me escucha… (Risas).

—¿Se produce esta escena a la inversa?

—A él también le pasa lo mismo… Luis tiene un gran autoexigencia y es terrible. Yo los días que hago función ya a la tarde tengo la cabeza en el teatro y no puedo hacer más cosas normales. Él está todo el día como raro… Lo ves con la mirada perdida metiéndose en el personaje. Yo me quedo parada y quieta. Faltan tres horas para irme y estoy parada en la casa con la cartera. Él ahí me dice: «¿Qué estás haciendo ahí? Andate» (risas). 

—¿Qué pasa entre ustedes cuando los dos están en simultáneo con proyectos?

—Ahí es divertido. Nos reímos mucho porque nos vemos y es lo que le está pasando a uno mismo. Nos tenemos que dar calma mutuamente. 

—Más allá de estos momentos de apoyo laboral, ¿en qué situaciones se encuentran para disfrutar algo a nivel pareja?

—Cosas simples como sacar a pasear a la perra, que vengan nuestro nieto o nuestro hijo. Hacemos comiditas, nos encontramos con amigos. Somos re simples y eso es lo que nos saca del laburo. Con este trabajo casi nunca paramos porque estás siempre con la cabeza creando, pero esos son nuestros cables a tierra.

«Somos re simples», confiesa sobre su vínculo con el actor.

Silvia Kutika revela cómo es su rol de abuela y el gran cambio que le generó la llegada de su nieto

—¿Cómo te sienta el rol de abuela?

—¡Me encanta! También te digo que estoy aprendiendo, eh. Tiene dos años y medio y nos estamos conociendo. Es muy extraño porque ves un ser chiquito que ya tiene su carácter. Él es amoroso, pero cuando se encula es tremendo (Risas). A veces se enoja, te mira desde el suelo y te desafía.

—Y ahí no te sale ser abuela exigente…

—¡No! No me podría salir. A Fausti le explico las cosas y charlamos. Cada tanto voy a cuidarlo, cubro a mi hijo y no puedo decirle que no. No lo pongo en duda. Es muy divertido. A él le gusta mucho la música. Mi hijo es muy de lo sonoro y Pipo tenía una banda. Creo que de ahí salió esta pasión. Le hemos regalado instrumentos de todo tipo. También le gusta el dibujo. 

—¿Cómo es ver a tu hijo en el rol de padre?

—Es una locura realmente. Yo lo cuidé y ahora él cuida a otra persona. Es muy difícil de explicar. Es lo que más me tocó al principio del abuelazgo. Cambió el rol de mi hijo. Me shockeó. De todos modos, me pone muy orgullosa porque es un papá amoroso. Mi nuera Vicky también es genial. Yo los veo criando y se divierten. Son tres niños jugando. Es increíble.

Silvia habla de su relación con su nieto Fausti.

—Asumo que ves eso y te morís de amor

—Uno se plantea esas cosas. Yo me planteo todo el tiempo la maternidad. Creo que hice un montón de cosas mal y que fallé en tal o cual cosa. Cuando veo esa familia que están construyendo y lo inteligentes que son me relajo porque veo que algo quedó y está bueno.

—¿Cómo es Luis en el rol de abuelo?

—Pipo tiene una cosa muy sabia que me encanta y es más relajado. A mí me da más ansiedad. Pipo es más relax y lo espera a que Fausti elija sentarse al lado de él. Está estudiando los tiempos y se van acercando de a poco. Yo soy mucho más atolondrada.

Las claves de su amor de más de 3 décadas con Luis Luque

—Con Luis conforman una pareja memorable y están hace 35 años, ¿cómo revisitas esta historia?

—Llevamos 35 años… ¡Es un montón! Es casi la mitad de nuestra vida. Al principio cuando empezamos a salir nadie daba dos pesos por nosotros.

—¿Por qué creés que pasaba eso?

—Porque él tiene una forma hacia el afuera que parece chinche y de mal carácter. Yo parezco una mina formal y correcta… Por eso decían que no íbamos a durar ni 5 segundos. Con Pipo siempre nos reímos porque nos decían que éramos la bella y la bestia. Lo que no saben es que la bestia soy yo. Parezco frágil, pero soy muy animalota. Hay veces que Luis me dice «Ay, Silvia… No digas eso» (Risas).

Silvia repasa sus inicios amorosos con Luis Luque.

—Hubo gente que no daba dos pesos por ustedes y llegaron hasta acá…

—Me parece que estuvimos inteligentes porque los dos tenemos ganas de estar juntos. A pesar de que pasamos, como todos, cosas buenas y malas siempre fue más importante el querer seguir. Me parece que no nos dejamos ganar ni por el ego, los enojos o las dificultades del camino. No damos por sentado que el otro va a estar siempre.

—¿Es algo que charlan?

—A esta altura está bastante incorporado el ejercicio. De todos modos, siempre estamos muy atentos al otro. Nos gusta aparecer con sorpresas o regalitos. A él le gustan los aparatitos esos que tienen agua y aros adentro para embocar. El otro día pasé por una juguetería, lo ví y pensé: «con esto lo mato». Son esas pequeñas cosas que demuestran que el otro está pensando en mí. 

Fotos: Rocío Bustos
Agradecemos a Max Czajkowski

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Redacción

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