El rostro de Andrea (Natalia Oreiro) va a ir transfigurándose en el transcurso de la proyección de La mujer de la fila. Motivos no le faltan. Hasta se diría que le sobran.
En su nueva sociedad con el director Benjamín Avila, con quien había protagonizado Infancia clandestina, una película cuasi autobiográfica del realizador, La mujer de la fila cuenta otra historia real, verídica, en la que de nuevo interpreta a una madre. Una madre que lucha, más que por sostener sus valores y creencias, por conseguir que su hijo, detenido en prisión, tal vez por un delito que no cometió, salga en libertad.
Natalia Oreiro, madre en problemas
Andrea vivía su vida sin mayores preocupaciones que llevar a sus hijos al colegio y trabajar para la inmobiliaria cuando de repente todo se trastoca. Irrumpe la policía en su hogar con una orden de allanamiento. Su hijo Gustavo (Federico Heinrich) termina preso, y hacia allí, hacia la cárcel se dirige Andrea.
Lo de los distintos rostros, gestos de Andrea se entenderán de inmediato. Ante un mundo -un universo, se diría- que desconoce y que le era completamente ajeno, va a tener que comenzar a lidiar. Andrea se cuela en la fila de ingreso a la prisión, para ver a su hijo, averiguar qué sucedió. Pronto descubrirá que no es la única mujer de la fila. Será una más, y deberá pasar por situaciones incómodas, desde que le rompan la manta que le lleva más adelante a su hijo, a que la revisen pormenorizadamente.

A ella y a la comida que le cocina en su casa.
La mujer de la fila es una película más sobre cómo la protagonista se adapta y relaciona con el nuevo entorno -las otras madres de los detenidos, el abogado, otro preso que lo ayuda a Gustavo- que hasta sobre la relación con su hijo.
Avila se toma su tiempo para contarnos el motivo por el que el chico fue apresado porque es indudable que más que el delito le interesa hacer hincapié en el aspecto social. La mujer de la fila no se parece en nada a El marginal, ni a En el barro, para dar ejemplos locales, ni es como películas carcelarias al estilo de Expreso de medianoche, donde de entrada sabemos la causa por la que se está preso, y se muestra la barbarie.

En su adaptación al caso real, el de Andrea Casamento, que terminó fundando de la Asociación Civil de Familiares Detenidos (ACiFaD), Avila modificó algunas cosas, hasta la razón por la que el hijo fue detenido, en visión de otras profundidades.
Un retrato humanista
El retrato humanista es el que prima, el de las miradas distantes y desconfiadas, primero, con otras familiares de detenidos, hasta que, de a poco Andrea va sintiéndose mejor y hasta contenida con ellas. En definitiva, no es tan desigual, y la relación que tiene con La 22 (la chilena Amparo Noguera) será fundamental.
Casi en paralelo corre la investigación por saber si su hijo es o no culpable de lo que se lo acusa.

A la composición de Oreiro, a veces crispada, otras tantas mostrando su impotencia, pero siempre sincera, se suman las del debutante Federico Heinrich (algunos episodios de la serie Margarita), Alberto Ammann, como Alejo, el preso, y las de las madres, familiares que no son actrices: se interpretan a sí mismas. Son más que el nexo con el público, son el motivo y la razón de este filme que aspira más que tantea a poner en blanco sobre negro una realidad invisible, pero actual, veraz, concreta.
“La mujer de la fila”
Muy buena
Drama. Argentina, 2025. 107’, SAM 13. De: Benjamín Avila. Con: Natalia Oreiro, Amparo Noguera, Federico Heinrich, Alberto Ammann. Salas: Hoyts Abasto, Unicenter y Quilmes, Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta, Pilar y Avellaneda, Showcase Norcenter, Belgrano y Haedo.