Nadie puede negar que tras un gran trabajo de muchos, algunas cosas han mejorado en las calles de Ciutat Vella. Hace dos años, los vecinos del Raval llamaban entre otros a los periodistas de este diario para pedir que se pusiera fin a la epidemia de los narcopisos. Sin prácticamente narcopisos, pero con una droga que sigue presente en esas calles, esos mismos barceloneses con los mismos derechos que el resto de los vecinos de la ciudad exigen ahora una nueva mirada al problema creciente del tráfico de medicamentos y sus derivadas. Desde hace meses se ha enquistado un mercado ilegal de pastillas de ciertos psicotrópicos que está provocando efectos secundarios que degradan la convivencia y la seguridad de un barrio con un especial equilibrio de subsistencia. Mossos y guardias urbanos de Ciutat Vella admiten el problema y reconocen estar atados de pies y manos por unas instrucciones de la Fiscalía Antidroga de Barcelona que no ve delito en vender en la calle una pastilla de Lyrica a dos euros. El problema no es esa pastilla, sino todo lo que acarrea.
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