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viernes, junio 27, 2025

“No recuerdo coger el cuchillo, ni clavárselo”

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En algunos momentos, Montserrat Nin recordaba este jueves en la Audiencia de Barcelona a Rosa Peral. La primera está siendo juzgada en la misma sala de jurado por la que en su día pasó la guardia urbana, condenada, junto a un compañero, del asesinato del que era su pareja en aquel momento. Como la expolicía, la acusada de asesinar a su amigo Aleix Álvarez Prieto, de 46 años, y torturarle anteriormente, responde a todas las preguntas de todas las partes, ofreciendo todo lujo de detalles y, en algunos momentos, sin concretar en muchas ocasiones por lo que se le había interpelado. Una mujer que se presentó como profesional del sadomasoquismo y el bondage, prácticas sexuales en las que ejerce de ‘ama’ cuando se la requiere en algunos clubs, y que relataba con precisión detalles irrelevantes, olvidando completamente los parajes más cruciales del caso. Su abogada Obdulia de la Rocha trató como pudo de dibujar al jurado popular un escenario de absoluto caos emocional y personal en el que las drogas jugaron como un elemento destructor. Y preguntó directamente a la acusada. Ese Viernes Santo del 2023, en ese piso  de Ripollet, solo estaban la víctima y el acusado. ¿Apuñaló usted a Aleix? “No recuerdo coger el cuchillo, ni clavárselo, ni lavarlo». Entonces, ¿qué sucedió?, insistitó su letrada. “No lo sé”, respondió con escaso convencimiento.

Montserrat Nin mantuvo una primera relación sentimental de tres meses con la víctima, en el 2021. Una historia que, a la vista de las declaraciones de la hermana y la madre de la víctima, terminó después de que la mujer amenazara al hombre con contratar a un sicario y meter un tiro en la cabeza de su hijo, que entonces tenía nueve años. ¿Amenazó usted con hacer daño al menor?, preguntaron todas las partes. Y la mujer admitió que las grabaciones en las que amenazaba, vejaba y humillaba al hombre no eran una recreación. Eran reales. Pero, “formaban parte de una relación tóxica, complicada de entender entre Aleix y yo”. El fiscal trató de avanzar en esa relación. En los detalles de una pareja que la acusada definió como “la madre que castiga al hijo para que reaccione”. Unos “juegos de niños de cinco años que se nos fueron de las manos”, dijo ella.

Con voz firme, sin que en ningún momento se mostrara afectada o compungida con la situación, la acusada realizó un perfil de la víctima muy dispar al que después, en esa misma sala, realizaron su hermana, su madre y su exmujer y madre del hijo de Aleix. Montserrat definió a su amigo como un “adicto” a todo tipo de drogas, especialmente la cocaína y el hachís, con infinidad de problemas psicológicos, que llevaba una doble vida con relaciones sexuales abiertas, compartidas en grupo y con especial tendencia a la homosexualidad. Trató de dibujar a un hombre trastornado y agobiado por un madre “controladora y exigente que lo trataba como si fuera tonto” y de una exmujer que “lo perseguía y no le dejaba ser feliz”.

Costaba este jueves fijarse en el rostro de los miembros del jurado. Apenas tomaron notas. La mujer no supo explicar cómo fue posible el deterioro físico en el que cayó la víctima en los últimos meses que convivieron juntos. Y cómo terminaron en una vivienda absolutamente caótica, desmantelada y llena de suciedad en la que las horas pasaban “escuchando música, tomando alcohol y drogas y sin hacer nada”.

El fiscal y la acusación particular, en representación de la familia, sostienen como los Mossos d’Esquadra que Montserrat Nin manipuló, vejó, torturó y humilló hasta despersonalizar al que era su amigo, con unos niveles de sadismo “incomprensibles”. Este jueves en la sala el jurado solo vio un anticipo de lo que vendrá. Las imágenes del informe forense con la cabeza de la víctima llena de hematomas y heridas. A todas esas heridas, la acusada trató de dar una respuesta poco convincente.

Aleix acudió en al menos cuatro ocasiones a sendos centros médicos por las lesiones. Una en el pabellón auricular izquierdo, y también por una infección grave en un brazo. Según la acusada, éste no le daba ninguna explicación de cómo se habían producido las heridas, y tampoco quería ir al médico. Sobre una de estas, una herida en la cabeza por la que necesitó un vendaje, ha asegurado que se produjo tras un viaje del hombre a Andorra con un matrimonio amigo y una caída en bici. Aunque ella mismo aseguró que prefería no preguntarle demasiado porque a él no le gustaba y era muy mentiroso. 

La madre de Aleix accedió a la sala y buscó la mirada de la mujer acusada de acabar con la vida de su hijo. Recordó con mucha espontaneidad el día que su hijo le mostró su fotografía. La había conocido en una red social. “Que fea”, le dije. Y lo gritó a los cuatro vientos, mientras la acusada mantenía la mirada baja y no se atrevía a desafiar a la mujer con la que se enfrentó en varias ocasiones. “Mi marido murió de pena por todo esto”, dijo la señora, para asegurar que su hijo era un hombre feliz y extremadamente divertido. Un apasionado de la música, con un buen trabajo en la Seat y que se desvivía por su hijo. “Todo se torció cuando ella irrumpió en su vida. Ya no le dejó hasta que lo mató”.

Todas las partes insistieron en reconstruir lo ocurrido ese 8 de abril, a última hora de la tarde, en casa de la víctima. La acusada contó que pasaron la noche bebiendo y drogándose, sin apenas dormir y que ella ya era consciente de que el día no acabaría bien. Se habían comprometido a ir a buscar al mediodía al hijo de Aleix a casa de su madre y llevarlo a una casa alquilada en Berga para pasar la Semana Santa. Pero las horas pasaban y la organización de la escapada no avanzaba.

Aleix bajó a buscar tabaco y ella entró en la ducha para darse un agua por el cuerpo. “Al salir me lo encontré en el pasillo, junto a la puerta de la cocina. Hacía signos pidiéndome que le llevara un cigarro. Me acerqué, le levanté el jersey y vi que tenía un agujero en la barriga”, ha asegurado. La mujer contó que incorporó a su amigo, telefoneó al 112 y siguió las instrucciones de la operadora, mientras llegaban los sanitarios. “Estaba histérica. Le puse hielos en la herida, que no sangraba. Me pidieron que taponara el agujero con una toalla, pero no sabía donde estaban. Encontré un trapo del suelo y lo tapé. Me pedía que le encontrar el pulso y que contara, pero no lo encontraba”.

El fiscal cuestionó como era posible acabar de ducharse y no encontrar las toallas en la casa donde vivía desde hacía meses, mientras que el abogado de la acusación cuestionó que estuviera completamente seca ella y la ducha cuando llegaron los mossos y examinaron la vivienda.

La Fiscalía pide para la acusada 34 años de cárcel, mientras que la familia de Aleix solicita prisión permanente revisable. El representante del Ministerio público resaltó en la primera sesión del juicio la excepcionalidad del caso por “el grado de crueldad desplegado por parte de la acusada hacia el fallecido”. Y les garantizó a los miembros del jurado que “las pruebas demostrarán la acusada que actuó con una crueldad y una maldad que nunca hemos visto. Mató a Aleix, pero antes había acabado con él, a nivel mental, psicológico, emocional y familiar. Tenemos pruebas de esta crueldad inhumana y extraordinaria ejercida por esta señora” que “ejercía un control absoluto” sobre Aleix y por eso la víctima “llegó a autorizar [en una grabación que un sicario matase a su hijo de 9 años si no obedecía sus órdenes absurdas”. Un mero juego, insistió la acusada, asegurando que “nunca hubiera hecho intencionadamente daño ni a Aleix ni a su hijo. Ojalá el primero estuviera aquí para contarles lo que eran nuestros juegos”.

Redacción

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