La mañana en Ushuaia había empezado con papeles médicos y llamados a números que, del otro lado del mundo, sonaban sin respuesta. Dante Gianni Bettiga, 23 años, estudiante de Relaciones Internacionales, había salido de Tierra del Fuego con un plan simple: pasar unos meses en Rusia para perfeccionar el idioma. Fue en febrero. Ocho meses después, su familia dijo que ese viaje se convirtió en un laberinto del que ahora él intenta salir con vida.
Según relató su padre, Juan Bettiga, todo se torció cuando Dante intentó renovar la visa. Dos conocidos brasileños —contó— le ofrecieron “un atajo”: alistarse en la Unidad Militar de Ekaterimburgo con tareas administrativas, lograr la residencia, ganar una mensualidad y olvidarse de los trámites. Parecía una gestión sin riesgos. Tres semanas más tarde, ya no lo era.
El joven fue trasladado de Ekaterimburgo a Moscú para un entrenamiento militar con prácticas de tiro y, después, al frente en Donetsk. Allí, donde desde comienzos de año se concentró parte de los combates más crudos del conflicto, con posiciones que cambiaban metro a metro y artillería constante.

“No sé dónde está. Avanzaron todos los frentes y no sé en qué ciudad está él, nadie me dice nada”, dijo su papá, Juan Bettiga, quien además padece cáncer de hígado y envió su historia clínica a las autoridades rusas como respaldo del pedido de ayuda humanitaria. “La situación se vuelve aún más crítica por mi estado de salud”, agregó. Aseguró también: “No simpatizó con las armas y él nunca tuvo en sus manos un arma”.
En esa cronología familiar hubo fechas que dolieron. Juan contó al aire de Telenoche (El Trece) que su hijo firmó el contrato el 26 de agosto, pero recién lo comunicó el 25 de septiembre. Para entonces, dijo, “el error ya estaba hecho y no quise centrarlo en eso a Dante, no lo quería poner más nervioso de lo que estaba”.
Ni bien se dio cuenta del error, el joven habría pedido de inmediato la baja por enfermedad, pero —según la familia— se la negaron. “Nosotros nos comunicamos con la Embajada Argentina en Moscú y nos brindaron información pero la verdad no tuvimos respuestas”, aseguró el papá de Dante en diálogo con Nelson Castro.

Visas, promesas y una guerra que sigue devorando vidas
El contexto internacional aportó piezas al rompecabezas. Desde 2022, Rusia abrió vías aceleradas para que extranjeros firmen contratos de servicio con las Fuerzas Armadas, ofreciendo residencia e incluso ciudadanía simplificada a cambio del alistamiento, medidas que se fueron ampliando en 2024 y 2025.
La lógica de esos programas, según expertos y reportes, fue compensar bajas sin decretar nuevas movilizaciones.
En el terreno, la guerra siguió siendo una máquina de desgastes. La ONU reportó que en 2025 los daños a civiles volvieron a crecer respecto de 2024 y que el este —con Donetsk a la cabeza— se mantuvo como epicentro de ataques y bombardeos. Desde el inicio de la invasión, documentó miles de muertos y heridos entre la población no combatiente.

La preocupación de una familia desesperada
Mientras tanto, en Ushuaia, la familia de Dante alternó entre mails, cartas y la espera. Contaron que el chico había viajado con un objetivo académico y cultural, que abandonó los estudios en el torbellino de promesas y que la uniforme llegó con una firma “sin dimensionar el alcance”.
“Me enteré de la relación con el Ejército el mismo día que ustedes”, graficó su papá al replicar la secuencia: primero las tareas administrativas, después el traslado, por último la línea de combate.
El pedido ahora fue uno solo: traerlo de vuelta. Juan lo puso en palabras cada vez que pudo, entre la angustia y el cansancio: una intervención humanitaria que le permita a su hijo regresar a Argentina, evaluar su salud y retomar el rumbo que había imaginado cuando armó la valija en febrero.





