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miércoles, septiembre 17, 2025

Nueva edición de “Idilio y otros cuentos” de Maupassant: guerra, deseo y misterio

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El torrente irrefrenable de las noticias ya se perfilaba en el siglo XIX. Entonces, podía ignorarse esa ancha corriente de la información, o se la podía asumir como incitación para algún acto de escritura. Esta fue la actitud de Guy de Maupassant (1850-1893), uno de los primeros escritores en convertir el arte de unir palabras escritas en una profesión, y el que convirtió la noticia periodística en catalizador de artículo de costumbres, crónica o relatos.

Guy de Maupassant. Foto: archivo Clarín.Guy de Maupassant. Foto: archivo Clarín.

En el universo literario de Maupassant brilla una afortunada constelación de cuentos que son presentados en Guy de Maupassant, Idilio y otros cuentos, con traducción, prólogo, selección y notas de Jorge Fondebrider, y publicado, en bella edición, por editorial Eterna Cadencia.

Henri René Albert Guy de Maupassant devino maestro del cuento bajo el alero de la escuela naturalista, que describe al individuo bajo el imperio de las fuerzas sociales y el destino, y la desilusión y el pesimismo.

Más de 300 cuentos

La pluma de Maupassant le dio vida a más de 300 cuentos, seis novelas, tres libros de viajes y un volumen de versos. Su primer cuento publicado, “Boule de Suif” (“Bola de sebo”, 1880), es una de sus joyas literarias más celebradas.

Sus cuentos rebosan economía de estilo y desenlaces logrados. Muchos se ambientan en la guerra franco-prusiana (1870-71), entre el despropósito de la guerra y sus oscuras ondas expansivas que afectan a civiles inocentes. En esa contienda, el rol de Maupaussant estuvo muy lejos de lo épico. Participó en la retirada del ejército galo embestido por las fuerzas de Bismark. Esto le fue suficiente “para ver los horrores de la guerra y para comprobar de primera el comportamiento de la burguesía francesa y del pueblo raso”, observa Fondebrider en el prólogo, “Un salvaje”, a la obra comentada.

Maupassant fue protegido de Gustave Flaubert, quien le superaba en casi tres décadas en edad. En una carta que le envía a la madre de Maupassant, el autor de Madame Bovary lo considera “un amigo”, y alguien “que, con el tiempo, ganará originalidad, una manera individual de ver y sentir”. Su éxito futuro o no, no es relevante porque “lo importante en este mundo es llevar el alma a una región alta, lejos de los fangos burgueses y democráticos”.

El mencionado cuento «Bola de sebo» fue publicado 1880 en Les Soirées de Médan, una colección de cuentos naturalistas sobre la guerra franco-prusiana. La historia involucra a un grupo de residentes franceses de Ruán, poco después de su ocupación por el ejército prusiano, lo que crea un ambiente en el que “…había algo en el aire, algo sutil y desconocido, una atmósfera extraña intolerable, como un olor extendido. El olor de la invasión.”.

Clima opresivo

Bajo ese clima opresivo, los ocupantes de una diligencia intentan dejar la ciudad y huir a Le Havre. En el carruaje se apiñan la “mujer de la vida” Elisabeth Rousset, conocida como Bola de Sebo; el demócrata Cornudet; y burgueses, nobles y monjas.

La presencia de Elisabeth incomoda a sus compañeros de viaje, enciende sus prejuicios y desprecios. Pero no dudan en convencerla para que se entregue a un militar alemán del que depende la autorización para poder partir, al fin, de la ciudad ocupada. El egoísmo y la moral hipócrita emergen, con cruel evidencia, cuando quienes manipularon a Elizabeth para obtener lo que querían, luego la someten a un renovado desprecio.

Y el mar de Liguria baña las costas de Génova. A casi cuatrocientos kilómetros palpita Marsella. Hacia esa ciudad francesa parte un tren en “Idilio”. En uno de sus vagones viajan dos pasajeros, una mujer de prominentes senos y un delgado joven. En principio, en silencio, atraviesan una naturaleza idílica de naranjos y limoneros en flor, de jardines y campo.

La fecundidad rural se asocia con la vitalidad de la mujer que, ansiosa por amantar como generosa madre, encuentra consuelo en su joven acompañante que también mitiga otro tipo de ansiedad.

Y desde el fondo de una presunta locura se anima la imaginación de Maupassant en uno de sus máximos cuentos, “El Horla”, compilado en el libro comentado en dos versiones; la última de ellas, la más difundida, de 1887, asume carácter de Diario, y continúa el relato de “Carta de un loco”, de 1885, con la misma historia, pero sin que se mencione el nombre de “Horla”

En su diario personal, el narrador, un hombre de clase alta y soltero, expresa su inquietud por sentirse acosado por una creatura desconocida e intangible. Se bate en la duda sobre si su visitante es real, o solo una perturbadora alucinación. El Horla es el nombre de la invisible creatura que lo acosa; y sobre ésta sabe “… que su naturaleza es más perfecta, su cuerpo más fino y más acabado que el nuestro… tan débil…”.

Terror y confusión

Una narración en la que el terror y la confusión absorbe al lector. Aquí ejerce su hechizo el temor a una inminente acometida de la entidad invisible que acaso procede de los propios desequilibrios mentales del autor; o del tema del doble, y su desdoblamiento; o del interés de la época por las transformaciones psíquicas como la hipnosis o la sugestión estudiados por el médico Charcot, uno de los fundadores de la neurología moderna; o la Escuela de Nancy, y sus investigaciones en torno a la psicoterapia.

En otros cuentos como “Madame Fifi” o Vendetta”, una agresión o desprecio tiene una respuesta reparadora. En el primero, la prostituta Raquel mata a un desagradable oficial alemán durante la guerra franco-prusiana; y en el segundo, una mujer en Bonifacio, Córcega, prepara su perro para vengar la muerte de su hijo por un agresor que huye a Córcega.

En Idilio y otros cuentos se reúnen casi treinta cuentos que expresan el poder de un cuentista para sumergirnos en el acoso de un ser misterioso y espectral, o en las distintas pasiones del humano, hecho de tiempo y agua.

Guy de Maupassant, Idilio y otros cuentos, con traducción, prólogo, selección y notas de Jorge Fondebrider (Eterna Cadencia).

Redacción

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