Up
Hace una semana que se inauguró el parque de las Glòries y, como sucede con todos los cambios en esta ciudad, los barceloneses se han apoderado de él tan rápidamente que parece que lleve meses sin obras ni vallas. La capacidad conquistadora de los ciudadanos de Barcelona es inigualable, y más después del apagón del lunes, que convirtió los parques en los lugares perfectos para pasar el rato sin luz en casa, ni tele ni móviles. La incidencia eléctrica ha hecho olvidar injustamente el estreno de este espacio, pero al mismo tiempo lo ha hecho más útil que nunca. Desde el sábado es posible pasear, las bicicletas se deslizan sin obstáculos y en las zonas verdes se aprovecha para hacer ejercicio o descansar. Parece que todo el mundo tiene su rincón en esta no plaza. Porque Glòries no se parece demasiado a nada. Es más un parque que una plaza, pero tampoco lo acaba de ser del todo: es una especie de explanada con diferentes espacios que quiere facilitar lo que antes era imposible, la conexión entre los barrios que confluyen en ella. Un espacio que irá tomando forma cuando estén acabados los pisos que se tienen que construir, más de 600 públicos, y los equipamientos que aún faltan y que aportarán fachadas que lo delimitarán, algunas más altas que otras. El exalcalde Joan Clos siempre ha dicho que allí hacía falta un rascacielos. Pero Glòries se ha ido adaptando a los tiempos, es el símbolo perfecto de la evolución de la ciudad. De poner los coches en el centro y encima de un pedestal (el tambor) a esconderlos bajo tierra. En la plaza de las Glòries se reflejan las nuevas necesidades de las ciudades: más espacios verdes, una zona de juegos infantiles (que, por cierto, tiene la misma forma que la desaparecida anilla viaria), un espacio grande para los perros (los nuevos reyes de la ciudad), vegetación a prueba de sequía, sombras para las cada vez más altas temperaturas, espacios polivalentes donde hacer actos al aire libre y la nueva movilidad: peatones, bicis, patinetes y tranvías.

La nueva plaza de las Glòries de Barcelona
Llibert Teixidó / Propias
Down
Este parque en el Up de Glòries es posible gracias al Down. La zona es un auténtico queso Gruyère bajo tierra. El parque recién inaugurado y la Canòpia, estrenada en el 2019, se han convertido en una alfombra que esconde lo que preferimos no ver pero que tiene que existir. En el subsuelo de Glòries están los túneles por donde pasan los vehículos privados y que conectan con la Gran Via, hay líneas de tren, metro, reservas de agua freática e incluso cuatro espacios, ahora vacíos, situados entre la superficie y el túnel de los coches, a los que se les busca utilidad. Todo eso en un terreno complicado que ha dificultado las obras. El Down también es un símbolo de cómo ha cambiado la ciudad. Cada vez recurrimos más al subsuelo para ordenar la superficie. Aparcamos los coches, las motos y las bicis, tenemos los depósitos pluviales, instalamos los cargadores de los vehículos eléctricos, la carga y descarga. Barcelona es una ciudad de dos pisos, imprescindible para hacer frente a su gran densidad. Necesitamos liberar el espacio de cosas para poder poner en él a las personas.